María Ángeles Pérez
AMANECERES
A Dios rogando
Ante la salida
de su madriguera de tantas voces expertas en política y otros muchos
menesteres, me había negado rotundamente a hablar de esta imprevista y tremenda
crisis coronavidesca que hemos recibido como el más temido de los castigos
divinos. Pero decido lanzarme, y escucho en las noticias de turno, dudando de
su posible veracidad, que esta maldita plaga ha despertado nuestra acérrima fe
y nuestros infinitos deseos de rezar para pedir, supongo, al más generoso de
los dioses, que nos libre de caer en la tentación virulenta y que nos aparte de
morir en la más extrema soledad. Y, mientras aumentan nuestras plegarias,
observo todos los intríngulis políticos a los que nos ha llevado esta rocambolesca
situación, y reflexiono sobre los firmes propósitos de la enmienda que vamos a
poner en práctica cuanto todo esto acabe. Sencillamente, no me lo creo. Pues
eso, que seguiremos a Dios rogando y con la maza dando.
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