La palabra escrita
posibilita dos caminos, el que conduce a los ámbitos del tiempo, al ir
materializando memoria y por lo tanto historia, y el que lleva a los lugares
sin tiempo, del tiempo inmóvil o detenido. La lectura de un mito clásico,
mientras nos permite comprender la dimensión temporal que nos separa de él, nos
devuelve paradójicamente al momento de su escritura y al de la lectura de
cuantos nos han precedido, consiguiendo detener el tiempo, vencer
milagrosamente ese fluir irreversible...
José María Merino/ Eduardo Souto
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