"Nuestros campos se han quedado cada vez más solos, y cuando las golondrinas, los vencejos y las tórtolas los sobrevuelan ahora anidan en cortijos abandonados, con sus tejados hundidos y las paredes semiderruidas, o se posan en olivos apartados y aparentemente ensimismados. Y, a pesar de todo, la belleza de lo rural sigue indemne porque su viva imagen nunca ha desaparecido". PEDRO M. DOMENE
El campo, el medio rural, vive desde hace años un lento pero acusado declive. Numerosos factores y circunstancias parecen haberse aliado en tal sentido. La despoblación se ha adueñado de su antes exultante paisaje como un manto de tristeza que todo lo envuelve. Sin embargo, y como muestra quizá de una rebeldía que obedece sin duda a profundas razones, un puñado de poetas más y menos jóvenes han confluido para rendir tributo a un orbe que se resiste a fenecer. En su obra cobran vida oficios ya arrumbados, personajes y tipos humanos de otro tiempo, animales en trance de desaparición... Todo un universo de estampas, sensaciones y anhelos que amagaban con despedirse para siempre pero que reverdecen laureles en poemas de rara belleza.
El presente volumen recoge una perdurable antología de esos artistas "neorrurales". Ocho poetas de tres generaciones distintas que evocan en sus versos la prosodia de un mundo que hunde sus raíces en nuestro más fecundo acervo. Frente a la deshumanización que conlleva el imperio de las nuevas tecnologías y la expansión inexorable de las grandes urbes, este ramillete de creadores propugnan un vívido retorno a los orígenes y declaman un vibrante alegato por un espacio que conforma mucho más que una memoria sentimental y afectiva.
La crítica ha dicho:
De esa forma de entender el mundo por dentro, por lo sencillo, por donde nunca se agota, hizo magisterio en sus versos el antequerano José Antonio Muñoz Rojas (1909-2009), en cuya estela se sitúan los autores anudados en la antología Neorrurales por el crítico y escritor Pedro M. Domene para la editorial Berenice. Son ocho poetas de distintas generaciones –Alejandro López Andrada, Fermín Herrero, Reinaldo Jiménez, Sergio Fernández Salvador, Josep M. Rodríguez, David Hernández Sevillano, Hasier Larretxea y Gonzalo Hermo– que coinciden, de alguna manera, en reconstruir un universo perdido, casi irremediablemente devastado en el que se ha convertido todo lo relacionado con lo rural. Letra Global. La literatura de tierra adentro. José María Rondón.
Es muy peculiar e interesante esta antología temática, esta selección que se nos ofrece con estos ocho poetas que escriben sobre la vida en el medio rural. Contiene un prólogo donde el antólogo nos conduce por la mejor literatura que desde sus orígenes, en la antigüedad clásica, ha tenido como escenario el campo, su paisaje natural. Un tipo de poesía que, como hemos señalado, ha estado presente en nuestra literatura siempre, y Pedro M. Domene nos acompaña en este paseo bucólico que nos lleva en volandas por paisajes renacentistas, barrocos y que se prolonga hasta nuestros días. Nos transporta por los grandes autores y grandes poemas de la historia, ya que nos evoca a escritores como Homero, Virgilio, Garcilaso, Fray Luis de León, Góngora, los neoclásicos, románticos, realistas, naturalistas, hasta el siglo XX con Unamuno, Antonio Machado, Azorín, Gerardo Diego, Aleixandre, Lorca, Miguel Hernández, Leopoldo Panero, Claudio Rodríguez, Félix Grande, Colinas o Llamazares.
Es una obviedad que estos entornos campestres y sus imágenes han tenido un declive, una penumbra tanto real como literaria. Esta antología viene ahora a rememorar este tema clásico de la mano de estos poetas contemporáneos que han vivido in situ sus experiencias en un escenario que incluye de todo, bueno y malo, y que por circunstancias sociales tiene otra mirada. Los diablos azules, InfoLibre, 05/04/2019. Carmen Canet.
Bajo el título de Neorrurales (Antología de poetas de campo), el colaborador de estas páginas Pedro M. Domene acaba de publicar en la colección Berenice, de Editorial Almuzara, una original selección poética bajo la temática del amor, pero del amor vivido y sufrido por la Naturaleza y el agro. Hasta el día de hoy, al menos que sepamos, nadie había hecho una selección así de rigurosa, enjundiosa y genuina, de voces poéticas atadas al mundo agrario. Es por tanto algo insólito en nuestro país. El libro, además, goza de una magistral portada: un curioso grabado de antigua maquinaria agrícola que aún le da al volumen más empaque, sentido y solidez.
Hoy día, en estos tiempos en los que predomina una avasalladora y, a veces, árida y embrutecedora cultura urbana, así como una mayoritaria poesía del mismo signo, esta otra rural, tan oxigenada, tan honda y entrañada, como la de Fermín Herrero, con un vocabulario tan castizo y auténtico, o la de los maestros Antonio Colinas y Julio Llamazares, con su infantil recuerdo de «la lentitud de los bueyes», «sigue siendo observada con cierto recelo, con un indisimulado desdén, por parte de la crítica especializada, y, sobre todo, por un gran número de lectores». A pesar de todo, aunque a contracorriente, estos sabios poetas, libres de ataduras, «escriben desde esa amplia perspectiva que les proporciona el campo y sus más palpitantes vivencias y recuerdos, dejando constancia de su amor por los caminos polvorientos, los barrancos y las veras, la visión de los jaramagos y el canto de los abejarucos... Recrean aquellas cosas singulares, captan su misterio, las comprenden y las hacen suyas; son, en definitiva, eso, las cosas esenciales del campo». Una poesía en la que «tierra y espíritu», por emplear un significativo título de Ricardo Molina, se concilian en la raigal vivencia de una tierra y unos horizontes que forman parte ya consubstancial e inmarcesible de estos poetas que, siendo aún hombres de su tiempo, pertenecen también al de una profunda cultura ancestral que en ellos se perpetua y embellece vital y literariamente. Cuadernos del Sur, Diario Córdoba, 20/10/2018. Carlos Clementson.
No sería una exageración decir que los nuevos poetas que evocan y cantan con nostalgia dolorida su infancia rural viven ya, en muchos casos, en las ciudades y son plenamente conscientes de la desaparición de ese mundo natural, esencial y verdadero, pleno de autenticidad y hecho a la medida de lo humano, en donde transcurrió parte de su vida. La postmodernidad, la postverdad y la globalización han acabado con un estilo de vida en que el hombre podía alcanzar cotas de autenticidad mucho mayores de las que, al presente, disfruta el urbanita. El bienestar material y la apuesta de los gobernantes por las ciudades, su política de centralización de servicios ha obligado a los habitantes de los núcleos rurales a su abandono, al carecer de los más elementales servicios que la sociedad actual han convertido en imprescindibles.
En este estado de cosas, ¿tiene sentido una antología como la titulada Neorrurales. Antología de poetas de campo, publicada por la editorial cordobesa Berenice, en edición del escritor y crítico literario Pedro M. Domene, a cuyo buen hacer corre tanto la selección de los autores como la introducción del volumen. A muchos puede parecer un gesto romántico y altruista, a la vez que supone un reto para el antólogo y para la editorial, pues, como digo, en ambos casos hay una apuesta no exenta de riesgo. En realidad, toda antología supone una apuesta y un riesgo que se configura o materializa según los criterios y el parecer, más o menos atinado, del antólogo; con la aquiescencia, quizá, de la editorial. Tarea de nostálgicos, dirán unos; discordante o de desfase, dirán otros; por no hablar de los ideologizados al tratar el fondo de la cuestión. Entiendo que en los textos de los poetas antologados no hay reivindicación expresa de ese mundo rural que parece haber perdido definitivamente la partida, lo cual se adivina, del mismo modo, asumido por sus cantores. Tampoco leemos en los textos recogidos denuncias notables sobre el deterioro del mundo natural frente al urbano, debido a la depredación humana, a la contaminación del mundo natural (ríos, aire, erosión provocada, etc.). Zas! Madrid, 06/09/2018. José Antonio Sáez.
Neorrurales. Antología de poetas de campo (Berenice) es una breve antología de Pedro M. Domene con poemas de poetas de tres generaciones sucesivas vinculados al campo, casi siempre por nacimiento. Ya sabemos la mala prensa que soporta en España, desde los novísimos para acá, la poesía de la naturaleza. Con todo, poco malo se puede decir de los versos de Alejandro López Andrada, Fermín Herrero, Reinaldo Jiménez, Sergio Fernández Salvador, Josep M. Rodríguez, David Hernández Sevillano, Hasier Larretxea y Gonzalo Hermo. Y menos que no sean modernos; de su época, vamos, por muy vacía o alejada que esté el país en el que se inspiran. Sobre esto reflexionaba, por cierto, Simic en un texto demoledor titulado "Salchichas fritas" (de 1992, incluido en La vida de las imágenes), donde ponía a caldo a los poetas de la naturaleza: "¿Puede haber poesía contemporánea sin una ciudad?". Antes había dicho: "la naturaleza idealizada siempre me ha parecido una suerte de paraíso para tontos".
Además del conciso prólogo (en el que uno echa de menos, por ejemplo, algunos nombres de poetas patrios relacionados con el campo, como Muñoz Rojas), se incluye una poética por autor. Me ha deslumbrado por su lucidez la de Herrero. Se titula "Poética agraria" y empieza: "La poesía y el campo son para mí sinónimos". Blog de Álvaro Valverde, 02/09/2018.
Entre 1946 y 1947, José Antonio Muñoz Rojas fue dando luz y vida a “Las cosas del campo”. El poeta antequerano confesaría tiempo después que aquel volumen nació de “la necesidad de rellenar unas hojas en blanco de papel del siglo XVIII de un libro encuadernado en piel que me había regalado mi hermano mayor Juan”. En él, y en sus sucesivas ediciones, supo cantar y contar la belleza y la dureza del campo con la mirada de un labrador. En sus páginas, plenas de emoción y agradecimiento, advertía de que sólo volviendo hasta su descansado silencio “encontrarán los hombres lo mejor de ellos mismos. Yo me estremezco andando estas realengas, cruzando estas lindes, asomándome a estas herrizas. Me siento extrañamente eterno (…) ¡Oh reino que bien puede compararse a la libertad!”.
Y precisamente, con ese mismo espíritu de pasión y cobijo que ofrecen las dádivas de la naturaleza, acaba de editarse “Neorrurales. Antología de poetas de campo” (Almuzara. Berenice. Córdoba, 2018). Con selección e introducción de Pedro M. Domene, se recoge una muestra de ocho poetas “que escriben desde esa amplia perspectiva que les proporciona el campo, aunque nunca se apropian del paisaje para expresar su intimidad, sino que pretenden dejar constancia de su amor por los caminos polvorientos, los barrancos y las veras, la visión de los jaramagos y el canto de los abejarucos, de las retamas y de los álamos, y se asombran ante esa inmensidad que les proporciona una mirada sobre los trigales”.
No cabe duda de que el ámbito de lo rural lleva décadas trazando su declive. La ciudad ofrece un margen más amplio de posibilidades y las tareas agrícolas hace tiempo que no encuentran manos que hereden el coraje y devoción por los paisajes de labranza.
Pedro M. Domene ha incluido en esta compilación a tres generaciones distintas que, al cabo, coinciden “en reconstruir un universo perdido, devastado”. Andalucia Información, 23/0772018. Jorge de Arco.
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