Juan Aparicio Belmonte
“La novela es un ámbito de
libertad en el que me atrevo a más que en la vida”.
Juan Aparicio Belmonte, Londres, 20 de diciembre de 1971, es Profesor
del Hotel Kafka. Con su primera novela, Mala
suerte, (2003) ganó el I Premio de Narrativa Caja Madrid, reconocida posteriormente
con el III Premio Memorial Silverio Cañada, que se otorga en la Semana Negra de Gijón
a la mejor primera novela negra escrita en español durante el año. En 2004
apareció su segunda novela, López López, que continúa la línea narrativa
abierta en su anterior obra: humor ácido y paródico, ecos de novela negra,
escenarios urbanos y mezcla de diferentes estratos sociales. El disparatado
círculo de los pájaros borrachos, su tercera obra de ficción, recibió el
XII premio Lengua de Trapo de Novela. Ha ejercido ocasionalmente de traductor. Su
cuarta novela se llama Una revolución pequeña, a la que ha seguido, Mis
seres queridos, premio Bubok de Creación literaria, que edita Alfaguara. En
el año 2013 apareció su sexta novela en la editorial Siruela, Un amigo en la
ciudad, en la que sin abandonar el humor negro Aparicio Belmonte construye
una alucinación narrativa que juega con la percepción temporal del
protagonista. Su última obra, Ante todo criminal, aparecía unas semanas
atrás, también en Siruela.
¿El humor puede ser un recurso peligroso?
Peligroso en el sentido de que debe realizarse siempre en
un contexto muy particular, reconocible y no abstracto, y se relaciona con la
burla. Por tanto, puede molestar. Pero es un peligro nimio, en realidad, salvo
que molestes a unos fanáticos asesinos y te señalen fatídicamente, pero esto es
casi tan difícil como que te toque la lotería.
Sus
textos, ¿son el resultado siempre de una total improvisación?
Más bien
parten de ideas o conflictos básicos o de líneas maestras más o menos claras
que luego voy desarrollando mediante la improvisación. A posteriori, corrijo
muchísimo para que la novela sea coherente hasta el final. Creo que en la
improvisación hay más creatividad e inteligencia que en el mero cálculo
racional.
Parece que sus novelas, casi todas, parten de la
provocación, ¿qué pretende usted, en realidad?
Buena pregunta. La novela es un ámbito de libertad en el
que me atrevo a más que en la vida. Pretendo, supongo, lo que pretende
cualquier novelista ambicioso, pero con las armas y el talento que la
naturaleza me ha dado. Tal vez sean la imaginación y una cierta tendencia al
humor negro y a la ironía.
¿No le da miedo meterse con el fútbol y, concretamente,
con el Real Madrid?
Ninguno. Como decía Azaña, en España si quieres guardar un
secreto, publícalo. Es lo que he hecho. Guardar el secreto. Y no creo que me
meta con el Madrid, sino que lo retrato desde un punto de vista inhabitual. Soy
madridista, de hecho. Tengo una idea pésima de la actual junta directiva, eso
sí. Pésima.
¿La realidad se parece a la ficción, o debemos pensar en
esta premisa al revés?
Se interrelacionan. Las ficciones explican la realidad y,
al explicarla, generan más realidad. La realidad no tiene relato, se lo ponemos
nosotros. Incluso el relato histórico tiene algo de ficción: se subrayan unos
hechos y se solapan otros para darle sentido a una etapa cronológica. Bien es
cierto que algunos relatos se acercan más a la verdad que otros.
Su última novela, Ante todo criminal (Siruela, 2015), ¿quiere ser un
reflejo de corrupción, fútbol, imposturas, y apariencias falsas en una sociedad
como la de hoy?
No sé si quiere serlo, pero tiene algo de eso. Las novelas
acaban conteniendo un mensaje, que no siempre es el que a priori uno pretendía,
y en Ante todo criminal hay un retrato social que va en esa línea que Vd
menciona. Soy hipersensible a las imposturas, y esos comportamientos siempre se
me cuelan en las novelas, porque me producen gran perplejidad como ciudadano y
mucha artillería como novelista. Me interesa la distancia que media entre
nuestros principios y nuestro comportamiento, en esa tensión hay mucha chicha
literaria.
Los
personajes de su novela, ¿resultan tan castizos como usted pretende?
No pretendo que sean castizos. Me horroriza el casticismo.
Pretendo que no sean malas copias de personajes norteamericanos sacados de
teleseries. Mi novela está afincada en España y los personajes son, igual que
yo y que la mayoría de mis conocidos, españoles. Miento: también hay un
colombiano.
¿No teme a la reacción feminista por la relación de su
personaje con las mujeres?
No. Primero, porque no hay motivo, son personajes, no soy
yo quien actúa. Segundo, porque, como he dicho antes, mi novela es un secreto a
cuyo contenido solo accederán un número sensato de lectores. Y tercero, porque
no creo que mi novela sea misógina ni antifeminista.
A medida que avanzamos en su lectura, usted nos propone un
auténtico puzzle, ¿es también otra parodia más a todo ese ambiente detectivesco
de tanto arraigo literario?
En realidad creo que tiene más que ver con mi vocación de
lector. Soy lector de Graham Greene, algunas de cuyas novelas son puzles
narrativos, de Vargas Llosa, al que admiro mucho por su ambición en las
estructuras, o de Kurt Vonnegut, que ídem.
¿Cómo casa, si es que lo hace, el mundo literario con el
criminal?
Hay corrupción, sin duda, hay camarillas, pero no por su
relación con el mundo criminal sino por su relación con España. El amiguismo
funciona como en cualquier otro ámbito laboral de nuestro país. El mundo
literario, manejado editorialmente desde Cataluña, se parece también un poco al
pujolismo.
El aspecto negro está en esta novela al servicio del
desarrollo del argumento y por tanto ¿marca la actitud y el desarrollo de los
personajes?
Sí. Los personajes, la mayoría de ellos, se mueven en un
entorno más o menos turbio, más o menos criminal, que determina sus acciones y
sus reacciones.
¿Deberíamos calificar su novela de divertida?
Por qué no. Pero yo dejo libertad de calificativos. Se la
puede calificar como se quiera.
Personalmente, se me ocurre que saca a flote los
entresijos de una sociedad y una humanidad mediocres, ¿hasta ese punto ha
llegado su propósito?
He tenido una intención satírica muy fuerte, sí, sin duda.
¿Debemos pensar que usted describe una realidad inventada
con un absoluto tinte de la mejor ironía para justificar su relato, o mejor que
cada cuál piense lo que quiera?
Nadie tiene obligación de pensar nada sobre mi novela,
pero evidentemente prefiero un pensamiento positivo que uno negativo. Y este
que usted describe me resulta halagador, amén de ajustado a la verdad, je, je.
¿Es verdad que una novela debe sacarnos de nuestras
casillas?
Una novela debería ser capaz de enajenarnos el tiempo que
estamos sumergidos en su lectura. Esa debería ser la ambición
de toda novela.
© Fotos: Miguel
Garrote
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