(Ignacio
Padilla, México D.F., 1968-2016)
MONSTRUOS IMAGINARIOS
Tres
autores mejicanos decidieron mediada la década de los noventa formalizar, sin
pretensiones de escuela o grupo, una especie de nombre de guerra que los
vinculaba en actitudes y circunstancias que, en realidad, se resumían en una
profunda amistad o camaradería y, técnicamente, en un deseo de cambio o
inflexión en la literatura mejicana dominante en aquellos momentos, aunque
fundamentalmente intentaban expresar perspectivas y temas muy diferentes en el
mercado editorial imperante. Los tres jóvenes en cuestión, Jorge Volpi (México,
D.F., 1968), Ignacio Padilla (México, D.F. 1968) y Eloy Urroz (Nueva York,
1967), iniciaron una prometedora carrera de narradores, cuya perspectiva
literaria se ha extendido por toda Europa y en estos últimos años a España,
avalados por una interesante obra publicada en su país. A la iniciativa se sumó
muy pronto Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966) y, en 1995, el grupo se convertía
en un quinteto porque Ricardo Chávez (México D.F. 1961) rivalizaba, igualmente,
contra la cerrazón editorial vigente y abogaba por el magisterio de la
generación del Medio Siglo mexicano para «combatir la ofensiva mediocridad de
los padres literarios del realismo con una alianza inédita entre hijos y
abuelos». El grupo, no obstante, no tuvo mucha suerte porque se enfrentaba a
todo un imperio editorial y tan sólo el sello Nueva Imagen se decidió a
publicar los primeros libros de estos jóvenes: Si volviesen sus majestades
(1996), de Padilla, Bolero (1996), de Palou, Las Rémoras (1996), de Urroz, El
día del hurón (1997), de Chávez y Sonar tu piel amarga (1997), de Volpi. Al
mismo tiempo, según Chávez, el grupo quedaba definido, según su opinión, por
una visión común y cinco individualidades distintas y contundentes: «La palabra
de Padilla, el brío de Urroz, la inteligencia de Volpi, el saber de Palou y el
propio lamento de Chávez». El «crack» se convirtió así en la primera
manifestación narrativa seria en las letras mexicanas del siglo XXI o, al
menos, lo más novedoso en cuanto a experimento lingüístico y relato polifónico
que abarcaría muchas voces narrativas. Lectores, además, de Collins, Machen,
Brod, Musil, Broch, también de los mejicanos José Emilio Pacheco y Sergio Pitol,
el primer autor que escribe sobre Europa Central, traduce a rusos y polacos,
conoce el viejo mundo y es, en realidad, una especie de abuelo literario de
toda la generación.
Ignacio
Padilla (México D.F. 1968) es un joven pero prolífico autor de varias novelas,
colecciones de relatos, ensayos y alguna incursión en la narrativa juvenil. En
España consiguió, en el año 2000, el Premio Primavera de Novela con Amphitryon;
se trata de una nueva versión de Anfitrión, el mítico rey de Tirinto, que, por
el arte del narrador mexicano, se convierte en la historia de un problema de
identidad como se pone de manifiesto en las pesquisas en torno a la verdadera
personalidad del criminal de guerra Adolf Eichmann, secuestrado en 1960, en la
ciudad de Buenos Aires y juzgado en Tel Aviv, en 1962. La novela relata una
auténtica partida de ajedrez, sobre todo por los elementos que intervienen en
torno al azar, lo previsible o, incluso el futuro. Se trata, en realidad, de
una ficción de intriga que sobresale por encima de la creación de los
personajes que van apareciendo a lo largo del relato y de la que no se esperan
respuestas, aunque se pide la participación del lector y el esfuerzo de su
memoria. Un relato para lectores de novelas, en su sentido estricto. Para
Padilla, habitual en su obra, el estilo
y el ritmo marcan la musicalidad de un lenguaje sobre el que se fundamentan sus
historias.
La
producción de relatos hasta el momento del mexicano se concreta en Subterráneos
(1989), cuentos sobre la realidad cotidiana, con un entorno urbano, que incluye
el mundo de las oficinas y el metro, espacios cerrados y asfixiantes, frente a
esa otra sensación que produce la vida al aire libre; en 1991 publica, Trenes
de humo bajo alfombra, con un lenguaje mucho más elaborado, protagonista, de
una colección de relatos de corte fantástico donde la muerte, la fantasía y la
lucha por el poder se convierten en los temas dominantes; Las antípodas y el
siglo (2001) es su tercera entrega y con ella rinda homenaje a los exploradores
ingleses de todos los tiempos, en realidad, recuento de vidas románticas que
tenían una enorme pasión por lo desconocido, sentimiento hoy en día muy alejado
de la realidad. Su estancia en España e Inglaterra le llevó a un mayor
conocimiento de la literatura europea, cuya devoción había expresado en sus
primeras lecturas, huellas de Stevenson, Joyce o Dostoievski. Con esta
colección inicia su serie titulada Micropedia.
En
su última entrega, El androide y las quimeras (2008), explora el universo
femenino y el mundo de la fantasía, donde mezcla tragedia y realidad para
contar, en definitiva, el mundo de las relaciones humanas. Ficción y realidad
se mezclan de la mano de Padilla porque, en algunos de los cuentos de esta
colección, identificamos la obsesión de Edison por crear una muñeca parlante e
introducirla en le mercado estadounidense, o la enfermiza afición de Carroll
por fotografiar adolescentes o rememorar el autómata de Kempelen. Muñecas y
autómatas se convierten en protagonistas de estos relatos para ejemplificar, de
alguna manera, lo siniestro frente a esa denotada belleza e inocencia de las
niñas que provocan esa desazón moral e intelectual. Y frente a todo, las
quimeras como monstruos imaginarios para subrayar ese sentido de denuncia de la
crueldad humana. El libro está dividido en dos partes: El androide en nueve
tiempos y Quimeras de tres orillas. En ambos casos, los cuentos recrean
fabulosas reinterpretaciones de historias que apelan a una incredulidad, con
una sólida base en la tradición que bien puede confundirse, aunque Padilla
maneja sus recursos con esa habilidad que se le otorga a la buena literatura
pero, sobre todo, con esa sutileza y con esa habilidad logra integrar
referencias banales para construir sus relatos y sorprender al lector sintiendo
este cómo el narrador juega con la suspicacia y se recrea en nimiedades y
detalles que conforman su literatura y provocan ese sentido de auténticas
denuncias sociales, como ocurre en los cuentos «Las furias de Menlo Park» y
«Antes del hambre de las hienas». El primero avalado por el premio NH de
Relatos 2003 y «Viaje al centro de una chistera» reconocido con el XXI Premio
Internacional de Relatos Policíacos Semana Negra Ateneo Obrero, 2008.
Singulares,
especialmente, los relatos de la segunda parte, los mitos de «Galatea en
Brighton», el desdoblamiento y la extraña transformación de la adolescente,
Sibhoan Kearney, o la historia de «Miranda en Chalons», recreación del caso de
los niños salvajes que tanto han interesado a la opinión pública y que en este
cuento se remonta al XVIII francés, la niña esquimal, que cuando aprendió a
hablar contaba cómo había visto a grandes animales marinos que comían peces, un
ejemplo donde consciencia y destino se truncan en culpa; y «Circe en
Galápagos», la hechicera que transformaba a sus enemigos, conocida por sus
conocimientos de herborística y medicina.
Lo
gótico, lo sórdido, imágenes en apariencia ingenuas, casi infantiles, se
diluyen en las páginas de El androide y las quimeras para conseguir una
cadencia en la prosa de estilo compacto, casi artesanal en su ejecución,
profusa en alusiones y en sugerencias, repleta de posibilidades para construir
diversos mundos tras una idea obsesiva, recurrente que desemboca en una o mil
imágenes para hilvanar sus historias. Sorprende la unidad de estos relatos en
cuya primera parte se recogen nueve del total de los doce para poner de
manifiesto esa visión de la niña o de la mujer amada, incluso destruida por la
voluntad del hombre. Pese a todo, se trata de una convivencia pacífica, ellas se
ha convertido en esa presencia inequívoca de un mundo enigmático, tan
apasionante como bello, tan repleto de paradojas como las que han rodeado a la
vida de estos singulares seres que, de la mano de Padilla, se muestran como
víctimas y verdugos al mismo tiempo. Pedro M. DOMENE
Ignacio Padilla; El androide y las
quimeras; Madrid, Páginas de Espuma, 2008; 114 págs.
Publicado originariamente en
Turia, núms..., 89-90 (2009).
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