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domingo, 7 de abril de 2019

Hoy tomo café con…


Antonio Soler, Premio Francisco Umbral al mejor libro del año.


     Antonio Soler (Málaga, 1956) es uno de sus autores más importantes de la penúltima generación de novelistas españoles. Se dio a conocer con un libro de relatos, Extranjeros en la noche (1992) que le otorgó esa condición extraña de renovador de un campo literario un tanto rígido y yermo. Autor de trece novelas, entre ellas, Los héroes de la frontera (1995), Las bailarinas muertas (1996), El nombre que ahora digo (1999), Una historia violenta (2013) y Apóstoles y asesinos (2016). Con El camino de los ingleses (2004) obtuvo el Premio Nadal, y su novela más reciente, Sur (2018) ha obtenido la VIII edición del Premio Francisco Umbral al mejor libro del año.


¿Subyace tanto en su vida como en su literatura una mirada pesimista del mundo?
       Racionalmente observo el universo. Dentro de esa realidad la historia del ser humano es breve, algo fugaz y misterioso al mismo tiempo. Eso me provoca pensamientos a la vez pesimistas y también remotamente optimistas. Acercando más el objetivo, lo mismo me ocurre al mirar a mi alrededor. Enfermedades, desgracias, muertes, actos irreparables y alegrías, momentos llenos de plenitud, satisfacción por vivir y luego vuelta a la noria. ¿Eso es ser pesimista? A mí me cuesta ponerme etiquetas. Tal vez sea un pesimista que trata de sacarle el mayor jugo posible a la vida.

¿Sus novelas quieren ser esa imagen completa de la vida misma?
       Sí, es lo que pretendo, dejar constancia de esa amalgama. Poner el foco en las zonas penumbrosas de la existencia, de lo que es menos evidente o dejamos en una región de claroscuros.

¿Había llegado el momento de escribir una novela que se desarrolla en apenas un día y desde la perspectiva de su estructura resulta tan compleja como Sur?
       A lo largo de más de treinta años he ido adquiriendo oficio, no podía ser de otro modo. En todo este tiempo he ido indagando en las diferentes formas expresivas de la escritura, no repitiéndome, explorando. Esa experiencia me ha hecho posible esta especie de doble salto mortal. Condensar muchas vidas en un corto espacio de tiempo, un corte medular en una ciudad contemporánea.

Sur (Galaxia Gutenberg, 2018), tiene quinientas páginas y más de doscientos personajes, ¿todo un alarde para ensayar diversas técnicas narrativas?
       Sí, continuando con la reflexión anterior. He desarrollado diferentes técnicas narrativas –tercera persona, primera, monólogo interior, flujo de conciencia, diario- y además elementos de la publicidad, radio, whatsapps, para reflejar todas las voces de una ciudad, de una serie de personajes que se expresan de modos muy diferentes y al mismo tiempo reciben mensajes también muy diversos. Algo que sencillamente nos ocurre en cuanto ponemos un pie en la calle.

Las primeras líneas de Sur ofrecen una imagen impactante, ¿su literatura pretende ser muy cinematográfica?
       No, no lo pretendo en absoluto. Precisamente creo que esta novela es una reivindicación del género novelesco, de muchas de sus posibilidades. El lenguaje tal vez sea el verdadero protagonista de Sur. Otra cuestión es que en mis novelas siempre haya elementos sensoriales y que estén muy presentes. Incluidos los elementos visuales. Eso puede llevar al lector a visualizar lo que está leyendo, a recibir muchas imágenes. Pero no porque el lenguaje que uso tenga nada que ver con el cinematográfico. Diría que es todo lo contrario. He trabajado como guinista y diría que un lenguaje y otro están en las antípodas.

Su novela quiere ser ¿un recorrido vital?
       Puede que tenga bastante de eso en cuanto a que supone la expresión de todo tipo de experiencias acumuladas, como escritor, como lector y desde luego como ser humano que tiene un recorrido vital ya de cierta dimensión.

¿Quizá hablamos de su texto más autobiográfica?
       Seguramente sí, si entendemos lo autobiográfico no como la reproducción de hechos o anécdotas que el autor ha vivido en sus propias carnes. Pero sí lo es desde el punto de vista que he incorporado muchos personajes que he conocido a lo largo de mi vida o de los que he tenido noticas muy directas. Naturalmente, esos personajes y las situaciones que vivieron están manipulados, pasados por el filtro de lo literario.

©Tofiño.
  
Drogadictos, músicos, parados y tarambanas, médicos y empresarios, incluso una curiosa beata, ¿la esencia de esos personajes con que uno se cruza a lo largo de toda una vida?
       Sí, eso es. Como antes decía Sur trata de reflejar la vida de una ciudad y en la novela aparecen personajes d emuy distintos ámbitos sociales y culturales, gente de edades muy diversas, cada cual con sus fantasmas, sus deseos y su realidad. Gente normal, aunque habría que saber qué es eso de la normalidad, porque cuando aplicamos la lupa, cuando accedemos a lo que hay detrás de la frente de cada uno de nosotros, aparecen cosas bastante extrañas.

Su historia transita por diferentes lenguajes, los populares o cultos, incluso incluye las nuevas tecnologías, ¿evidencian, de alguna manera, el puzzle con que construye estos personajes?
       Es, como comentaba antes, un intento de reproducir las distintas voces que conforman el mundo de hoy. Y naturalmente, por la boca muere el pez. Quiero decir, que el lenguaje que usan los personajes acaba por ser un elemento definitorio de ellos mismos. Somos lo que hablamos, somos nuestro lenguaje.

Y luego, de fondo, a lo largo del texto ¿estaría el deseo sexual y sensual de sus personajes?  
       Si, usando como lejana referencia El diablo Cojuelo, Sur es un intento de levantar los tejados y ver quiénes son los otros, con quiénes vivimos, es decir de desvelar lo que hay dentro de cada cual, el sexo es una parte importante de eso que está velado o no expresado a la luz del día.

No despistemos al lector pese al moribundo cubierto de hormigas de las primeras páginas, ¿no se trata de una novela negra, verdad?
       No, en absoluto. Esa imagen, sacada como otras de la realidad, de algo que me contó una amiga involucrada en ese caso, va a ser importante para narrar la historia de uno de los principales ejes de la novela, pero de inmediato vemos que no tiene nada que ver con el género negro, que sí está en la novela como parodia, cuando una anciana algo desmemoriada narra un antiguo crimen a lo largo de unas cuantas páginas. Un cuento dentro del cuento, algo muy cervantino.

¿El humor prevalece frente a la amargura y desolación que experimentan sus personajes?
       No diría que prevalece, sino que existe. No hay tesis. Hay un intento de reproducir la realidad. Y la realidad está hecha de amargura, de desolación, de calma, de sosiego, de sexo, de humor. ¿Quién no ha visto en un funeral a alguien reír y a alguien contar un chiste o mirar a alguien con deseo? La comedia humana.

Abundan los guiños literarios, un autorretrato, el atleta, amigos escritores, y personajes que se parecen a gente que usted haya conocido, ¿esa realidad vivida a diario?
       Hay muchos juegos dentro de la novela. Sur es un juego literario. Como antes decía, hay una parodia del género negro, hay dos personajes, músicos callejeros, uno de ellos yonqui, que son un trasunto de Quijote y Sancho, con referencias a la Dulcinea del yonqui, a la Barataria del cantante, palabras en gaélico sacadas de Ulises, de Joyce, frases de la Biblia, referencias a amigos escritores, homenajes. El lector que quiera puede reparar en eso y el que no puede seguir la narración sin que esas referencias sean un obstáculo.

Como en otras grande novelas precursoras,  ¿Sur quiere ser la representación global de una ciudad, la Málaga que usted bien conoce?
       La ciudad donde todo transcurre, salvo una escapada de ida y vuelta a Madrid, es Málaga, aunque la ciudad no esté nombrada. De todas formas, como mi intención no es localista, ese plano de Málaga puede levantarse y superponerse sobre el de cualquier otro lugar, porque esos personajes, por mucho que hayan estado cercanos a mí, transitan por todas las ciudades, no tienen una identidad ni malagueña, ni andaluza ni española, tienen que ver con este mundo sometido a las fuerzas y las tensiones contemporáneas.

¿Esta novela es para usted ese concepto barojiano de la lucha por la vida aunque se reserva cualquier querencia y ambición para próximos proyectos?
       El propósito es ese y me honra esa referencia barojiana. Y claro, hay ambición para próximos proyectos. No pretendo descansar ni hacer libros de tránsito.

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