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jueves, 25 de abril de 2019

Hoy invito a…


Carmen Canet*



Sin idealizaciones

       La antología Neorrurales viene a rememorar el tema clásico de la naturaleza de la mano de ocho poetas contemporáneos que han vivido en el campo
       El volumen recoge diez poemas de cada uno de estos autores, de tres generaciones, como Alejandro López Andrada, Josep Maria Rodríguez o Hasier Larretxea.
 

 
       “Nuestros campos se han quedado cada vez más solos. Y, a pesar de todo, la belleza de lo rural sigue indemne porque su viva imagen nunca ha desaparecido”. Con estas palabras escritas en la contracubierta por Pedro M. Domene (Huércal-Overa, Almería, 1954), crítico literario, novelista y ensayista, ya nos adelanta esta entrega, este libro titulado Neorrurales. Antología de poetas de campo, editado por la Editorial cordobesa Almuzara, en la colección  Berenice. El volumen recoge diez poemas de cada uno de estos autores, de tres generaciones distintas, que tienen como fondo el tema del campo: Alejandro López Andrada, Fermín Herrero, Reinaldo Jiménez, Sergio Fernández Salvador, Josep M. Rodríguez, David Hernández Sevillano, Hasier Larretxea, y Gonzalo Hermo.

       Es muy peculiar e interesante esta antología temática, esta selección que se nos ofrece con estos ocho poetas que escriben sobre la vida en el medio rural. Contiene un prólogo donde el antólogo nos conduce por la mejor literatura que desde sus orígenes, en la antigüedad clásica, ha tenido como escenario el campo, su paisaje natural. Un tipo de poesía que, como hemos señalado, ha estado presente en nuestra literatura siempre, y Pedro M. Domene nos acompaña en este paseo bucólico que nos lleva en volandas por paisajes renacentistas, barrocos y que se prolonga hasta nuestros días. Nos transporta por los grandes autores y grandes poemas de la historia, ya que nos evoca a escritores como Homero, Virgilio, Garcilaso, Fray Luis de León, Góngora, los neoclásicos, románticos, realistas, naturalistas, hasta el siglo XX con Unamuno, Antonio Machado, Azorín, Gerardo Diego, Aleixandre, Lorca, Miguel Hernández, Leopoldo Panero, Claudio Rodríguez, Félix Grande, Colinas o Llamazares.

      
Es una obviedad que estos entornos campestres y sus imágenes han tenido un declive, una penumbra tanto real como literaria. Esta antología viene ahora a rememorar este tema clásico de la mano de estos poetas contemporáneos que han vivido in situ sus experiencias en un escenario que incluye de todo, bueno y malo, y que por circunstancias sociales tiene otra mirada.

       Este volumen se estructura en tres partes, donde los distintos autores aportan diez poemas a la selección a cargo del antólogo. Es enriquecedor que a los textos de cada autor les anteceda una breve biobibliografía y una poética, en donde cada uno expresa su forma de escritura, complementando así su trayectoria.  Como ya nos apunta Domene: “La presente selección antológica convoca a los poetas cuyos versos ofrecen una amplia mirada y una particular visión sobre lo rural, o sobre el campo”. Estos coinciden en reivindicar todo lo relacionado con el paisaje agreste.

       Así, la de los más veteranos. Alejandro López Andrada (1957): “Un árbol de rocío es mi nostalgia,/ un haz de lejanía./ En mi recuerdo, / hojas de lluvia. Lenta, en los balcones, vuelve a hundirse/ y cae en las lilas/ como franela de ojos cenicientos”. Fermín Herrero (1963): “(…Aquí/ la altura es páramo/ y remanso –los hombres callan– pero/ el agua baja de los montes y su voz/ desnudándose al aire me traspasa. (…)”. Reinaldo Jiménez (1969): “Cuántas veces me salva tu sencilla/ enseñanza; ese don/ que a los ojos de aquel niño no fuera/ sino sólo una forma de descubrir  el mundo”. Pertenecen por edad cronológica a esa primera hornada que a través de sus versos hablan de una realidad distinta a la actual que reconstruyen, pues la han vivido.

       También, la de una generación intermedia. Sergio Fernández Salvador (1975): “¿Y qué ambición más limpia,/ mejor dotado premio que merecer cantarte,/ cenizoso abedul que entre dos prisas/ te cruzas en mi día?”. Josep Maria Rodríguez (1976): “Venía cuando niño/ con mi padre/ a este rincón del bosque./ ¿Quién dijo que el pasado ya no vuelve?”. David Hernández Sevillano (1977): “No busques en la niebla lo concreto./ Acércate hasta aquí sin alaridos,/ saboreando el zumo de las cosas menudas”. Autores que se sitúan en otro espacio, pero en donde lo agreste y natural es una elección de vida.

       Por último, los más jóvenes, Hasier Larretxea (1982) —“Escribir,/ la única manera de atravesar el valle/ sin pisarlo”— y Gonzalo Hermo (1986) —“Estoy aquí. En frente se encuentra el resto del mundo”—. Escriben su visión de espacios repletos de naturaleza viva.

       En este libro se aúnan la magia, lo idílico, el silencio, la quietud, el canto de los pájaros y el murmullo del agua. Es una invitación amable a abandonar la ciudad, al retiro de lo urbano, para respirar unos minutos el aire puro y de paso recargar energías. Es lo humano en armonía con los paisajes y entornos naturales. Es un trazo de mapa en una geografía agreste que siempre nos quedará.

 *Carmen Canet es escritora y profesora de Lengua y literatura. Su último libro es Luciérnagas (Renacimiento, 2018).

 





Neorrurales. Antología de poetas de campo
Selección e introducción de Pedro M. Domene
Editorial Almuzara (Berenice)
Córdoba, 2018
 

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