HABLA FEDERICO
El Nobel Juan Ramón Jiménez afirmaba que
las entrevistas forman parte de la obra de un autor, y cuando se recopilan
documentos escritos o sonoros, se añade a ese concepto de obra completa, como
es el caso de Federico García Lorca, y “Cuando
las lees todas y contrastas algunas cosas percibes que Lorca tendía a ser algo
embustero en sus declaraciones. Pero, sobre todo, era un hombre ilusionado con
su futuro, comprometido con la
República. Un poeta al que aquí se le transparenta el ser
humano”, afirma Rafael Inglada. La última entrevista concedida a Antonio
Otero Seco, pocas semanas antes del crimen en Granada, el poeta afirmaba: “La poesía es algo que anda por las calles.
Que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la
poesía es el misterio donde tienen lugar las cosas. Se pasa junto a un hombre,
se mira a una mujer, se adivina la marcha oblicua de un perro, y en cada uno de
estos objetos humanos está la poesía”.
Entrevistas y
declaraciones
El volumen Palabra de Lorca: declaraciones y entrevistas
completas (2017) ha sido el resultado, a decir de sus autores, el poeta
malagueño Rafael Inglada y el periodista
Víctor Fernández, de bucear en archivos hasta completar la visión de las
declaraciones a la prensa del poeta granadino, tan abundantes como asombrosas,
y ofrecer el contorno de un Lorca hecho de mil palabras que se cruzaron a lo
largo de su existencia, cuando de alguna manera se contradecía, y en ocasiones
sonaban a auténtico entusiasmo. Reúne ciento treinta y tres entrevistas, un
tercio inéditas hasta ahora en libro, otras recortadas o abreviadas en publicaciones
anteriores, que ahora aparecen en su versión original; algunas se publicaron
tras la muerte del autor de Romancero
gitano, puesto que habían quedado inéditas, y se recuperaron al
difundirse la noticia de su asesinato: en España, en Argentina, en Cuba, en
Uruguay, en Italia, en Francia, firmadas por Francisco Ayala,
González-Ruano, Giménez Caballero, Indro Montanelli y Mathilde Pomès. En
sus entrevistas, García Lorca dejaba una reflexión vital o devastada, con un
fondo de luz vital que celebraba el oficio de tinieblas de su propia existencia
repleta de contradicciones; anotaba sus impresiones sobre el resultado de la
charla, sobre el periodista, sobre sus propias palabras. Rivas
Cherif recuerda
tres reportajes publicados en 1957, en el dominical del periódico mexicano Excelsior, confesiones íntimas del
poeta en 1935: “Yo no
soy gitano, soy andaluz, castellano colonizador de Andalucía. Y no he conocido
mujer”; era la
primera vez que Lorca hablaba de su homosexualidad para un medio: “¿No te has privado tú de la otra mitad? Lo
que pasa es que si es verdad lo que me dices es que eres tan anormal como yo.
Que lo soy, en efecto. Porque sólo hombres he conocido; y sabes
que el invertido, el marica, me da risa, me divierte con su
prurito mujeril de lavar, planchar, coser, de pintarse, de vestirse de faldas,
de hablar con gestos y ademanes afeminados. Pero no me gusta. Y la normalidad
no es ni lo tuyo ni lo mío. Lo normal es el amor sin límites. Porque el amor es
más y mejor que la moral de un dogma, la moral católica; no hay quien se
resista a la sola postura de tener hijos. En lo mío no hay tergiversación (...)
Pero se necesitaría una verdadera revolución. Una nueva moral, una moral de
libertad entera. Ésa que pedía Walt Whitman”.
Fama y
popularidad
Poco antes de aquel agosto de 1936 había
manifestado: “No busco la popularidad. Ella
viene a mí. A veces me molesta. A un poeta no debe de interesarle la fama. Es una frivolidad”.
En el prólogo a esta edición, el profesor Christopher Maurer explica: “No vayáis a buscar a García Lorca con un
programa determinado ni con preguntas concretas. Dejadle hablar. Eso es.
Dejadlo solo. Que se exprese con ganas. A tientas. De golpe. Con la tristeza
que tuvo su valiente alegría”. Y el mismo hispanista señala que “la creciente popularidad de Lorca como
poeta y dramaturgo en los años 20 y 30 coincide con el desarrollo y madurez del
género de la entrevista en el mundo hispánico”. Temía a las entrevistas
porque lo infantilizaban y convertían en algo exótico, aunque concedió muchas
como se aprecia en la presente edición de Malpaso, publicadas en castellano,
catalán, inglés, italiano y francés, y en ocasiones no exponía su realidad más
íntima, e intentaba no crearse conflictos con autores, críticos, amigos y
enemigos, aunque se atrevió con alguna opinión contundente, por ejemplo, a
Valle-Inclán lo califica, en La Mañana de León de 1933, de “Detestable. Como poeta y como prosista.
Salvando el Valle-Inclán de los esperpentos (…) maravilloso y genial, todo lo
demás de su obra es malísimo (…)”. De Azorín, exclama: “No me hablen ustedes... Merecería la horca por voluble. Como cantor
de Castilla es pobre, muy pobre. Viniendo ayer por tierra de Campos me convencí
de que toda la prosa de Azorín no encierra un puñado de esa tierra única. ¡Qué
gran diferencia entre la
Castilla de Azorín y la de Machado y Unamuno!”.
Sobre su poética, declara: “No he sido nunca poeta de minoría. He
tratado de poner en mis poemas lo de todos los tiempos, lo permanente, lo
humano. A mí me ataca lo humano, creo que es el elemento fundamental en toda
obra de arte”. Y, a El Mercantil
Valenciano en 1935: “Hoy no interesan
más que dos clases de problemas: el social y el sexual. La obra que no siga una
de esas direcciones está condenada al fracaso, aunque sea muy buena. Yo hago lo
sexual, que me atrae más”. Durante su estancia en Nueva York cuenta que se
alojó en un piso 16 “con los jugadores
del famoso ‘team’ de ‘rugby’ universitario”. Le fascinaron sobre todo “los negros” pues “con su tristeza se ha
hecho el eje espiritual de aquella América. El negro que está tan cerca de la
naturaleza humana pura y de la otra naturaleza. ¡Ese negro que se saca música
de hasta los bolsillos!” Wall Street –donde vio a seis personas suicidarse,
por el crac bursátil– lo juzga “impresionante
por frío y cruel. Llega el oro en ríos de todas partes de la tierra, y la
muerte llega con él. En ninguna parte del mundo se siente como allí la ausencia
total del espíritu (...) Horrible. Nadie puede darse idea de la soledad que
siente allí un español, y más todavía un hombre del sur. Porque si te caes –por
ejemplo– serás atropellado, y si resbalas al agua arrojarán sobre ti los
papeles de sus meriendas. Esas son las gentes de Nueva York...”. Y alguna
que otra opinión sobre el proceso de creación de sus obras. Acerca de El público, dice: “No sé si será muy representable en el orden material. Los principales
personajes del drama son caballos”, en
El Heraldo de Madrid, 1930.
Al músico Falla lo califica como “un santo... Un místico... Yo no venero a
nadie como Falla... Allá en su carmen de Granada vive trabajando constantemente,
con una sed de perfección que admira y aterra al mismo tiempo... alejado del
dinero y de la gloria”. Y en su última entrevista, junio de 1936, Lorca se
muestra profético: “Ni el poeta ni nadie
tiene la clave y el secreto del mundo. Quiero ser bueno. Sé que la poesía eleva
y creo firmemente que si hay un más allá tendré la agradable sorpresa de
encontrarme con él. Pero el dolor del hombre y la injusticia constante que mana
del mundo, y mi propio cuerpo y mi propio pensamiento, me evitan trasladar mi
casa a las estrellas”.
A falta de unas auténticas memorias, el
conjunto, Palabra de Lorca, se acerca
bastante a su biografía. Una invitación a seguir al poeta granadino desde su
primer éxito teatral hasta su última entrevista, poco antes de convertirse en
una de las primeras víctimas de la barbarie civil española.
Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas
completas; ed., de Rafael Inglada y Víctor Fernández; pról., de Christopher Maurer;
Barcelona, Malpaso, 2017.
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