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OLVIDANDO
LOS LÍMITES
Cuando seamos
capaces de olvidarnos de los límites que se establecen entre los géneros
literarios, y aboguemos por una intertextualidad entre los conceptos, conscientes
del uso adecuado que le otorgamos a la palabra y a la expresión misma, entonces
lírica y narrativa, o lo que es lo mismo la noción de poesía y el fundamento de
prosa dejarán de establecer esas diferencias que la historia de la literatura
les ha venido otorgando, con o sin razón alguna, y lejos de concretar una
definición como ¿qué es un texto poético?, o ¿qué un texto narrativo?,
intercambiaremos ambos criterios desde un punto de vista valorativo, entonces
dejaremos de etiquetar ambas propuestas discursivas para sustentar esa
estimación en una estética que nos ofrezca perspectivas tan variadas como
distintas.
La obra
literaria de José Antonio Sáez (Albox, Almería, 1957) se ha ido transfigurando
desde Vulnerado arcángel (1983) hasta En la otra ladera (2018) como una forma de liberación personal, y
en un ejercicio lírico que ha derivado con el paso de los años hacia una
espiritualidad en su sentido más preclaro, aunque eso sí, consciente de ese
sentimiento de frustración y de desaliento, tema que sustenta buena parte de su
corpus poético que, desde la más absoluta honradez, vislumbraba una realización
personal en un territorio hostil. Así convertía parte de su vida en esa
obligada devoción y obediencia a una existencia preexistente, a una suerte de
espacios más equilibrados hasta conseguir esa transfiguración del paisaje y del
espíritu como elementos válidos para un hombre que se sumerge en el inexorable
paso de su devenir, y le otorga a su existencia la validez de una profunda
reflexión sobre los conceptos tradicionales: vida y muerte, sin olvidar que ese
otro sentimiento de frustración espiritual quedaría, para el almeriense,
enmarcado en la valiosa estética heredada de los novísimos.
El poeta no
deja de insistir en el conocimiento humano que lo aproxima a una trascendencia,
a un concepto de lo sagrado en su cotidiano devenir, y así entendemos y
justificamos esta nueva apuesta, Los ojos
deseados (2019), que se sustenta en el cuidado que el autor pone en la
organización de su libro; en realidad, una sucesión de textos breves, o
“perlas”, de entre diez y quince líneas, y que semánticamente otorgan a su
prosa la búsqueda de una cadencia a través de calculadas pausas y una
equilibrada distribución del ritmo lector, y se añaden los acentos que logran
el alcance de esos objetivos aún vigentes de la retórica: persuadir a través
del deleite en el uso de la palabra, y comunicar más eficazmente
ideas, imágenes y sentimientos, elementos en los que Los ojos deseados están más que presentes porque la voluntad de
José Antonio Sáez se concreta en la descripción de emociones y lugares, y se
queda articulado en un monólogo que, en cada línea, explica y aclara ideas y
argumentos que el autor irá desarrollando para que a través de las imágenes
proyectadas entremos en su realidad, o en la nuestra propia, y así se le otorga
corporeidad a esos ojos deseados sin
los que, como afirma el poeta, no sería posible vivir.
El almeriense
ha encontrado, finalmente, el sosiego para poder escribir su nuevo libro, y con
la certeza absoluta de haber alcanzado la plenitud vislumbra esa visita del
Amado ante esa luz en suspensión, y en transparencia, cuando siente que la
revelación se ofrece en un descubrimiento interior, y la gracia de la lucidez
se percibe en los límites del lenguaje. Entendemos como su estilo es inefable,
y por inefable consideramos aquello que no puede explicarse con palabras, en la
línea del mejor San Juan de la Cruz y que, como el abulense, expresa una
experiencia de amor supremo que, por su condición especial, resultará difícilmente
comunicable a sus contemporáneos. Sería de una ignorancia absoluta no pensar
que, lo relativo al Amor, se traduce en los versos de Sáez en inteligencia
mística, y ante la dificultad de comprensión el poeta se vale de ese lenguaje
sobre los sentidos, y lo traduce en amor humano, y pese a esa experiencia de
mística inefable, intuimos “una luz general” en sus palabras, representadas por
una variedad de hechos maravillosos que jamás nos atreveríamos a describir
porque sus visiones, o sus bellas imágenes están repletas de paradojas, antítesis,
símbolos y metáforas, recursos que reflejan la dificultad que el poeta
encuentra para transmitir su experiencia más intrínsecamente mística.
LOS OJOS
DESEADOS
José
Antonio Sáez
Salobreña,
Alhulia, 2019
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