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jueves, 11 de julio de 2019

José Antonio Sáez


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OLVIDANDO LOS LÍMITES




       Cuando seamos capaces de olvidarnos de los límites que se establecen entre los géneros literarios, y aboguemos por una intertextualidad entre los conceptos, conscientes del uso adecuado que le otorgamos a la palabra y a la expresión misma, entonces lírica y narrativa, o lo que es lo mismo la noción de poesía y el fundamento de prosa dejarán de establecer esas diferencias que la historia de la literatura les ha venido otorgando, con o sin razón alguna, y lejos de concretar una definición como ¿qué es un texto poético?, o ¿qué un texto narrativo?, intercambiaremos ambos criterios desde un punto de vista valorativo, entonces dejaremos de etiquetar ambas propuestas discursivas para sustentar esa estimación en una estética que nos ofrezca perspectivas tan variadas como distintas.
       La obra literaria de José Antonio Sáez (Albox, Almería, 1957) se ha ido transfigurando desde Vulnerado arcángel (1983) hasta En la otra ladera (2018) como una forma de liberación personal, y en un ejercicio lírico que ha derivado con el paso de los años hacia una espiritualidad en su sentido más preclaro, aunque eso sí, consciente de ese sentimiento de frustración y de desaliento, tema que sustenta buena parte de su corpus poético que, desde la más absoluta honradez, vislumbraba una realización personal en un territorio hostil. Así convertía parte de su vida en esa obligada devoción y obediencia a una existencia preexistente, a una suerte de espacios más equilibrados hasta conseguir esa transfiguración del paisaje y del espíritu como elementos válidos para un hombre que se sumerge en el inexorable paso de su devenir, y le otorga a su existencia la validez de una profunda reflexión sobre los conceptos tradicionales: vida y muerte, sin olvidar que ese otro sentimiento de frustración espiritual quedaría, para el almeriense, enmarcado en la valiosa estética heredada de los novísimos.
       El poeta no deja de insistir en el conocimiento humano que lo aproxima a una trascendencia, a un concepto de lo sagrado en su cotidiano devenir, y así entendemos y justificamos esta nueva apuesta, Los ojos deseados (2019), que se sustenta en el cuidado que el autor pone en la organización de su libro; en realidad, una sucesión de textos breves, o “perlas”, de entre diez y quince líneas, y que semánticamente otorgan a su prosa la búsqueda de una cadencia a través de calculadas pausas y una equilibrada distribución del ritmo lector, y se añaden los acentos que logran el alcance de esos objetivos aún vigentes de la retórica: persuadir a través del deleite en el uso de la palabra, y comunicar más eficazmente ideas, imágenes y sentimientos, elementos en los que Los ojos deseados están más que presentes porque la voluntad de José Antonio Sáez se concreta en la descripción de emociones y lugares, y se queda articulado en un monólogo que, en cada línea, explica y aclara ideas y argumentos que el autor irá desarrollando para que a través de las imágenes proyectadas entremos en su realidad, o en la nuestra propia, y así se le otorga corporeidad a esos ojos deseados sin los que, como afirma el poeta, no sería posible vivir.
       El almeriense ha encontrado, finalmente, el sosiego para poder escribir su nuevo libro, y con la certeza absoluta de haber alcanzado la plenitud vislumbra esa visita del Amado ante esa luz en suspensión, y en transparencia, cuando siente que la revelación se ofrece en un descubrimiento interior, y la gracia de la lucidez se percibe en los límites del lenguaje. Entendemos como su estilo es inefable, y por inefable consideramos aquello que no puede explicarse con palabras, en la línea del mejor San Juan de la Cruz y que, como el abulense, expresa una experiencia de amor supremo que, por su condición especial, resultará difícilmente comunicable a sus contemporáneos. Sería de una ignorancia absoluta no pensar que, lo relativo al Amor, se traduce en los versos de Sáez en inteligencia mística, y ante la dificultad de comprensión el poeta se vale de ese lenguaje sobre los sentidos, y lo traduce en amor humano, y pese a esa experiencia de mística inefable, intuimos “una luz general” en sus palabras, representadas por una variedad de hechos maravillosos que jamás nos atreveríamos a describir porque sus visiones, o sus bellas imágenes están repletas de paradojas, antítesis, símbolos y metáforas, recursos que reflejan la dificultad que el poeta encuentra para transmitir su experiencia más intrínsecamente mística.







LOS OJOS DESEADOS
José Antonio Sáez
Salobreña, Alhulia, 2019

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