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Una locura novelesca
El negociado del yin y el yang (2019)
nos devuelve a ese curioso, disparatado e irresponsable personaje, Rufo
Batalla, que nos reconcilió con la literatura del sarcasmo y del humor,
protagonista de una primera entrega, El
rey recibe (2018) engarza con aquella porque nos remite a hechos conocidos y
a ese singular pícaro que descubrimos los lectores. Un proyecto que, según
Mendoza, se inscribe en una trilogía titulada genéricamente “Las tres leyes del
movimiento”. Con Rufo Batalla vivimos algunos de los grandes acontecimientos
del siglo XX, cuando cubría, en la Barcelona de 1968, como novato periodista, y
por un extraño guiño del destino, la boda de un estrafalario aristócrata; ahora
es un funcionario de la Cámara de Comercio en Nueva York, una ciudad soñada
donde tiene un apartamento en un barrio elegante, un aceptable sueldo, poco
trabajo, han pasado los años y estamos en 1975. La muere Franco y la del
padre, obligan a Rufo a realizar un viaje fugaz para el sepelio, sopesa entonces
la idea de regresar de forma definitiva porque, bajo ningún concepto, quiere
perderse el devenir político de una España en tan interesante momento histórico
tras los años de dictadura.
La ciudad de
los rascacielos ya no es tan emocionante, los conocidos y escasos amigos que
tiene, han vuelto o han desparecido de su vida, carece de pareja, y una vez
constatada su prolongada estancia inicia la mudanza y se dispone a un cambio de
mentalidad, cuando, otra vez, se cruza en su destino, el príncipe Tukuulo,
igual de enigmático como en sus intenciones anteriores, ejemplo de un astuto y
seductor personaje que, sabemos, pretende el trono de Livonia, un país, un reino,
un territorio, rodeado de varias repúblicas soviéticas. Si disparatada es su
pretensión, más enloquecida será su misión para Rufo Batalla: viajar a Japón
para entregar una carta, aunque tras su llegada al país del sol naciente,
empieza la verdadera historia.
A partir de
este momento las peripecias de Rufo Batalla se inscriben en ese modelo
narrativo de novela de aventuras, con el desenfado recurso del relato popular y
del folletín, aunque el humor proporciona verosimilitud a las acciones y los
personajes que se sumarán a los enumerados, muchos de presencia expeditiva y
portadores de anécdotas particulares en el límite del disparate que, por
definición, sostienen los relatos de intriga, y esa trama extravagante que los
emplaza en una acción acumulando una serie de ocurrencias sorprendentes:
aventuras en distintas geografías, gánsteres, el emporio de turismo sexual más
abyecto, un temerario periplo en sampán o una red de narcotráfico que recicla
los Cobra, los temibles helicópteros norteamericanos en la guerra de Vietnam,
para trasladar droga, incluso una leprosería. Rufo, en tales circunstancias,
funciona como testigo contemplativo de la vida, nunca como el auténtico héroe
de un relato de acción, su papel es ver, no actuar, su mirada nos proporciona los
datos más significativos de la realidad del momento, y facilita al lector esa
colección de viñetas desencantada del mundo contemporáneo en los años setenta
del pasado siglo.
El negociado del yin y el yang otorga
dimensión al concepto de novela histórica, amplia nuestra visión de la trilogía
en un segundo volumen que presupone la evaluación escéptica del mundo con dosis
de desencanto y melancolía porque Mendoza no sopesa cómo podría haber sido el
tiempo pasado, muestra como fue, aunque en algunos episodios expone su propia
rebeldía: la nostalgia del reencuentro de Rufo con su hermano bohemio en
Alemania, las acertadas pinceladas del teatro del absurdo que escribe Agustín
como una réplica inconformista al devenir histórico cuyos tristes efectos
refleja la novela. La
amenidad de los sucesos, la fluidez de la estrambótica anécdota general, la
ironía que apela a un lector activo e inteligente, la excelente prosa conversacional,
y esas legítimas trampas de un gran narrador convierten el libro en una propuesta
seria y reflexiva, en una locura novelesca.
EL NECOCIADO DEL YIN Y EL YAN
Eduardo Mendoza
Barcelona, Sexi-Barral, 2019
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