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La historia como
novela
El giro que la novela histórica experimentó
a lo largo de la década de los 80 del pasado siglo XX supuso la definitiva
consagración a un género que desde entonces ha diversificado el gusto en los
lectores: aquellos que gozan con una novela culta, con escenarios y ambientes
bien descritos, y que recrea una época concreta, y otros que añaden a ese tipo
de textos un intriga policíaca, criminal, con asesinos en mitad de la historia,
independientemente de la época novelada. Quizá por todo esto, un curioso
narrador, Luis García Jambrina (Zamora, 1960), iniciara toda una saga literaria
ambientada en la pícara y estudiantil Salamanca del siglo XV, eligiendo al
joven Fernando de Rojas como protagonista y excepcional investigador de unos
sucesos cuya trama necesitaba un agudo pesquisidor. La serie se iniciaba con El
manuscrito de piedra (2008), la perfecta combinación de una verdad histórica
y una trama policial: a finales del siglo XV, el joven Fernando de Rojas
estudia Leyes en la Universidad de Salamanca y por encargo de don Diego de
Deza, obispo de la ciudad, tendrá que investigar la muerte de fray Tomás de
Santo Domingo, catedrático de Prima de Teología en el Estudio General
salmantino. Rojas enfrenta a una compleja trama para desvelar los entresijos de
ese crimen y, sobre todo, hará un repaso a los difíciles momentos por los que
pasaban los conversos en la sociedad salmantina y en el resto del reino, o los
problemas de sucesión de los Reyes Católicos, una auténtica crónica histórica
con que nos deleita García Jambrina para configurar plenamente la trama
completa y equilibrada de una novela, o en este caso de una historia que debe
leerse como una auténtica ficción. La segunda
entrega, El manuscrito de nieve (2010), repite protagonista, ciudad y
ambientación, aunque profundiza en el retrato social, e insiste en el aspecto
picaresco de los bajos fondos de la ciudad universitaria: embaucadores,
tahúres, meretrices, buscavidas que deambulan por los barrios y se mezclaban
con el clero y los estudiantes. Precisamente, la muerte de uno de ellos, con
las manos amputadas y dentro de un barril, desencadenará la trama y, García Jambrina,
se permite jugar con la historia literaria porque quien descubre, precisamente,
el asesinato es un mozo llamado, Lázaro de Tormes. Una vez más, Fernando de
Rojas, merced a su astucia y su ingenio, se encargará de las pesquisas
necesarias para desvelar una ola de crímenes que asolan las calles de la ciudad. Pedro Suárez,
el maestroescuela del Estudio, es quien le encarga tamaña empresa y así el
lector inicia un recorrido por la arquitectura social del XV, además de
desenterrar las particularidades de los clanes enfrentados: los de San Benito y
Santo Tomé, y el baile de nombres que irán apareciendo en las páginas de El
manuscrito de nieve, desde la reina Isabel la Católica, la inquebrantable Lucía
de Medrano o las eruditas alusiones a Beatriz Galindo, la Latina o Antonio de
Nebrija, incluso la saga completa de los Fonseca. Cuando Fernando de Rojas ya
vive alejado de la corte y sus de intrigas, en Talavera de la Reina, es llamado
por la Emperatriz
Isabel de Portugal y vuelve a ser nombrado pesquisidor real y,
El manuscrito de fuego (2018),
descubriremos un Rojas entrado ya en años, tiene que acudir a Medina del Campo,
donde recibe el encargo de investigar el asesinato del antiguo hombre de placer
del Emperador, su bufón, Don Francés de Zúñiga, quien había sido expulsado
recientemente de la Corte pero que había gozado durante muchos años del cariño
del rey y de la reina. Se
traslada hasta Béjar, escenario del asesinato, donde comienza su investigación,
aunque las pesquisas le llevarán hasta Salamanca. No será un trabajo fácil, de
hecho sufrirá varios atentados contra su persona, pero su obligación es llegar
hasta el final de una trama que se va complicando a medida que avanza la
historia.
Su
última propuesta El manuscrito de aire
(2019) es, sin duda, la novela más ambiciosa y comprometida de la serie
protagonizada por Fernando de Rojas, y cronológicamente la acción de esta
historia transcurre unos años antes que la novela anterior, El manuscrito de
fuego, concretamente el 6 de enero de 1515, en una pequeña aldea de indios
taínos muy próxima a la ciudad de Santo Domingo, en la isla La Española,
Quisqueya para los nativos, arrasada por el fuego. Conmovidos por la tragedia, la
pequeña congregación de frailes dominicos envía a España a dos de sus miembros para
rogar al rey que envíe a alguien a la isla para que haga las pesquisas
necesarias y descubra a los culpables y se haga justicia. El encargado de la
investigación será Fernando de Rojas, hombre resuelto y de confianza que,
obligado a dejar a su familia y su propio bienestar, acepta el encargo pese a
las enormes dificultades que entraña. Una vez allí, el pesquisidor conocerá de
primera mano la situación en la que se encuentran los indios, cuya población ha
sido diezmada desde la llegada de los españoles, que los utilizan, entre otras
cosas, como esclavos para extraer oro de sus minas. De hecho, entre los
posibles motivos de la masacre se especula con el castigo y la venganza de
haberse rebelado contra sus amos. Rojas recorrerá los lugares de la isla para
investigar, un hecho que le lleva a vivir peligrosas aventuras a la vez que
descubre hasta donde puede llegar la crueldad del ser humano, en una isla por
la que se siente atraído por su naturaleza y la bondad de sus nativos.
Descubrirá que una parte muy importante de esta historia son los
"encomenderos", los beneficiados de la corona que otorgaba una
cantidad de indios a un súbdito español como premio a los servicios prestados,
en realidad se convertían en sus esclavos y vivían en unas condiciones terribles;
pero pronto sabrá el pesquisidor que son los principales sospechosos, aunque no
los únicos, de la masacre que se había cometido.
La
novela mantiene las constantes de las tres novelas previas, un misterio en
apariencia irresoluble y una espectacular recreación histórica, aventuras a las
que en esta ocasión se suma una inusual historia de amor entre la cacique taína
Higuemota y Rojas que quedará deslumbrado por la belleza de la nativa y de los
conocimientos de su cultura ancestral, pero sobre todo de su mano conocerá los
problemas de su pueblo que empieza a ser diezmado por los excesos de los
castellanos. Además, una vez más se cuestiona la presencia española en la
conquista, el autor no evita algunas cuestiones bastante escabrosas de la
convivencia con los nativos, su relación con la Iglesia, las enfermedades que
contraían los autóctonos, y la crónica de la violencia y de la crueldad de los
primeros años de la conquista de América.
La
galería de personajes incluye, de nuevo, hombres y mujeres reales y de ficción,
el más significativo, fray Bartolomé de las Casas, uno de los protagonistas que
sabemos fue un fervoroso defensor de las Indias, el gobernador don Diego Colón,
entre otros que conviven con los personajes inventados que García Jambrina completa,
incluso recupera a su entrañable fray Antonio de Zamora, el herbolario amigo, o
caracteriza a Enriquillo el cacique que protagonizará, según la novela, un
levantamiento contra la corona muchos años después de que Rojas abandonara la
isla y nunca más volviera para volver a vivir su amor junto a su amada
Higuemota.
La
recreación de la vida en la isla de La Española y su afinidad histórica
resultan deslumbrantes, tanto en su aspecto más selvático y salvaje ambiente como
en la descripción de las calles de Santo Domingo, ciudad rodeada de vegetación
y de peligros constantes y donde el lector, además, percibe los colores, los
olores, los sonidos y la majestuosa visión donde se asentaba la ciudad en los
márgenes del río Ozama y su puerto a donde llegaban los barcos desde España,
que García Jambrina describe con todo detalle, como si asistiéramos a ese
paraíso que en un principio se pensó eran Las Indias.
EL MANUSCRITO DE AIRE
Luis García Jambrina
Madrid,
Espasa, 2019
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