Cuaderno en blanco
Junio
Los últimos
días de mayo me traen regalos de cumpleaños, y el recuerdo de un pasado triste,
aniversario de la muerte de mi madre porque las casualidades de esta vida son
así. Ella me trajo a este mundo un 29 de mayo, y se despedía de nosotros,
también un 29 del mismo mes, y con esa actitud ella cerraba un ciclo de su
vida, y tanto a mí como al resto de la familia nos dejara el recuerdo de su
importante paso por esta vida, repleta por ese tiempo vivido de sombras y de
luces.
Los primeros
días de junio me instalan en la Feria del Libro de Madrid, a donde acudo un fin
de semana y, una vez más, volveré la vista sobre las beguinas y los beguinatos.
Ha sido toda una experiencia con lectores y amigos, por allí estaban Enrique
Vila-Matas, después de tantos años, Luis García Montero, y le pregunto sobre su
trabajo en el Cervantes: mucho trabajo, Pedro. Y también Almudena Grandes, Rosa
Montero, Sara Mesa, Luis Landero y Fernando Aramburu, y tantos otros que entre
tanta gente no llegué a saludar. Experiencia positiva, y luego los amigos más
cercanos, el editor-amigo, Máximo Higuera, en cuya caseta 286 firmaba beguinas,
Alejandro López
Andrada y Justo Vila, un nuevo amigo a conocer porque ya valoro su novela
recientemente publicada, Mañana sin falta (Trifaldi, 2019).
El ecuador de
junio me lleva a terminar aquellos encargos que desde varios periódicos y
revistas han ocupado mis horas de lectura y crítica literaria. Se acaba junio,
el calor empieza sentirse, y una mañana, temprano, se me ocurre que ahora es el
momento de volver la vista a esa nueva novela, de aventuras y desventuras de un
marrano español, Antonio Enríquez Gómez, alias Fernando de Zárate. Así, sea.
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