José Antonio Sáez
Fernández
LAS RATAS DEL
TITANIC
Que un libro de narrativa infantil y juvenil
alcance su segunda edición en una nueva editorial es circunstancia que no
debería pasar por alto. Tal ha ocurrido con “Las ratas del Titanic”, cuya
primera edición se llevó a cabo en EDA Libros y en su segunda edición aparece
en Toromítico, del grupo Almuzara. Soy de los que piensan que escribir poesía o
relatos para niños es tarea difícil, porque ellos saben muy bien lo que les
gusta y lo que no. Y así lo manifiestan espontáneamente. A juzgar por cómo está
siendo recibida esta novela, tan demandada por profesores y alumnos de muchos
colegios, podríamos afirmar que el escritor Pedro M. Domene (Huércal-Overa,
Almería, 1954) ha acertado plenamente con el tema y la forma. Domene, que
es sin duda uno de los mejores, más cualificados y considerados críticos
literarios andaluces, ha publicado anteriormente otras novelas cuyos títulos
son: “Después de Praga nada fue igual”, “Conexión Helsinki” y “El secreto de
las beguinas”; y posee, además, una abundante bibliografía de ediciones
críticas y ensayos sobre narrativa española y universal.
“Las ratas del Titanic” es una novela
escrita con inteligencia y buen gusto. Cierto que no es la primera vez en que
un escritor personaliza a animales y los humaniza (ahí están los claros ejemplos
de los fabulistas Esopo, Iriarte, Samaniego, etc., para demostrarlo; o ejemplos
tan preclaros como el de Cervantes, autor de “El coloquio de los perros”, una
de sus “Novelas Ejemplares”). Un poco más difícil, quizá, lo tenía Pedro M.
Domene con las ratas, por ser éstas animales que suscitan comúnmente el rechazo
y la aversión de los seres humanos. Mas, he aquí que el autor sabe volcar sobre
ellas tal carga de cualidades humanas, como el valor o la valentía, el coraje,
la reflexión y el análisis, la argumentación lógica, el sentido común, el amor,
la ternura, la inocencia, la resolución de conflictos, la decisión… y tantas
otras que la lista se haría interminable. A menudo, solemos exigir a los libros
que sean depositarios de valores humanos que los niños sean capaces de asimilar
y trasmitir. Porque el pequeño lector ha de disfrutar, sin duda, con la
lectura, pero el escritor sagaz sabrá edulcorar la cucharada de medicina con
otros sabores que la hagan más apetecible. Y así ocurre con “Las ratas del Titanic”,
donde valores como la generosidad, la solidaridad, el altruismo, la capacidad
de servicio y de sacrificio, la búsqueda del bien común, el sentido del deber y
de la responsabilidad se hacen bien patentes y con tal grado de evidencia que
difícilmente pueden pasar inadvertidos para lectores tan avisados. No debe
pasar tampoco inadvertido el que los personajes humanizados que viajan como
polizones a bordo del Titanic abandonan su tierra en busca de una vida mejor en
América; es decir, se trata de emigrantes, con lo cual la narración nos alerta
de un tema de candente actualidad que bien merece ponerse de manifiesto.
Mención especial merece, a mi juicio, la
calidad de las ilustraciones, que corren a cargo de Ernesto Lovera. Todo un
acierto, sin duda. Realizadas con verdadera maestría y oportunidad, esparcidas
por la narración no de forma gratuita, sino calculada y multiformemente,
contribuyen a dotar de gran amenidad el relato, ya de por sí ágil y ameno. Esas
ilustraciones no restan un ápice a la imaginación infantil, sino que la
proyectan y la concretizan dando forma y visión cinematográfica a la historia,
que en no pocas ocasiones muestra semejanzas o concomitancias con la conocida
película de James Cameron. Los ratunos personajes se convierten así en agudos
observadores de la vida de los humanos, que realizan la travesía en tan lujoso
trasatlántico. A través de los ojos de tan mínimos personajes observan también
las pupilas sorprendidas de los niños que se abren desorbitadamente ante los
sucesos de la historia y al hilo de la narración. Las
ratas del relato se convierten en los héroes de tan trepidante relato y así
aparecerán ante los ojos asombrados que los siguen por los recovecos en donde
se ocultan de los humanos y están al tanto de sus acciones y preocupaciones.
Pedro M. Domene ha sabido crear una historia
capaz de suscitar la curiosidad de los lectores más jóvenes y llevar a ella el
candor, la inocencia y ternura que requiere. El ritmo narrativo es el adecuado,
pues mantiene el interés del lector y se acrecienta en llegando el accidente
del trasatlántico hasta hacerse vertiginoso, tal que si nos ponemos en la piel
del joven lector, pudiéramos advertir su respiración entrecortada y su ansiedad
por llegar al desenlace feliz que aguarda en su narración. Porque bien merece
ese avezado público lector un gozoso final para una historia tan desafortunada,
cuyos aspectos más dramáticos no son ocultados, aunque sí son tratados con tal
delicadeza que quedan, quizá, suavizados con sensibilidad y acierto.
Pedro M. Domene
Las ratas del Titanic
Ilustraciones de Ernesto Lovera
Córdoba, Toromítico, 2019, 125 pp.
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