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CENICIENTAS
Louisa May Alcott
publicó su primer cuento, “The rival painters” en 1852, y su primer libro, Flower
fables, en 1854, que pronto la convertirían en una pionera del cuento de
hadas literario en América, tradición que había iniciado Nathaniel Hawthorne
con su Libro de maravillas: para niñas y
niños (1851) y Cuentos de Tanglewood
(1853). De 1868 a
1870 dirige la revista infantil Merry's Museum, y en 1868 apareció su mayor
éxito, Mujercitas, un hito en la
historia de la literatura juvenil, y un clásico norteamericano. Durante las
dos décadas siguientes escribiría novelas domésticas que la llevarían a ocupar
un lugar destacado dentro de la escuela americana de la ficción realista.
Hacia 1885 su salud, que casi nunca había sido buena, empeoraría, pasará en
cama casi todo el año 1887, aunque nunca dejaría de escribir. Falleció en
Boston el 6 de marzo de 1888, dos días después que su padre.
Fue la autora
de una singular producción narrativa que, siguiendo los modelos más simples de
la novela tradicional, ahonda con sencillez y sutileza en la vida cotidiana de
las mujeres de su tiempo para acabar proponiendo unos modelos de conducta
femenina moderadamente innovadores, como bien refleja su saga Mujercitas (1868-1869) en la que relata
las peripecias familiares y la educación sentimental de cuatro hermanas que
crecen juntas en una ciudad de Nueva Inglaterra a mediados del siglo XIX. Allí
transcurrió su infancia, donde su padre, el filósofo y pedagogo Amos Bronson
Alcott (1799-1888) había fundado una comunidad utópica, bautizada por él con el
idílico nombre de Fruitlands, y en la que intentó poner en práctica sus
avanzados métodos educativos, inspirados en una profunda espiritualidad y en
los postulados transcendentalistas defendidos por aquel entonces por el
pensador, ensayista y poeta Ralph Waldo Emerson (1803-1888). El idealismo
utópico del señor Alcott sumió a su familia en la pobreza, un rasgo
autobiográfico que se podrá rastrear en la posterior obra narrativa de su hija,
de la que comenzó a evadirse todo el clan a raíz del éxito obtenido por Louisa
May tras la publicación de su Mujercitas.
La decidida escritora asumió la misión de contribuir al sustento familiar, como
ya había advertido desde su temprana juventud en su progenitor, demasiado
disperso en sus elucubraciones teóricas, y cuando no obtenía rentas suficientes
para mantener a su esposa y a sus cuatro hijas.
Louisa May creció
rodeada de grandes intelectuales que honraban con su amistad al padre, además
de Emerson, conocería a los también transcendentalistas Nathaniel Hawthorne
(1804-1864) y Henry David Thoreau (1817-1862), aunque se vio obligada a
desentenderse de sus especulaciones filosóficas para buscar algún dinero con
que contribuir en las penurias familiares. Trabajó como profesora particular y
como asistenta, hasta que el estallido de la Guerra de Secesión (1860-1865) la
impulsó a abandonar estos empleos coyunturales para alistarse entre las
enfermeras voluntarias. Ya había proyectado, por entonces, ganarse la vida
dedicándose a la creación literaria, un proyecto que se hizo realidad en plena
contienda bélica, aunque unas fiebres tifoideas, contraídas en los insalubres hospitales
de la época, la obligarían a suspender su voluntariado para convalecer durante
largo tiempo en su casa. Louisa May Alcott aprovechó este retiro forzoso para
recopilar las cartas que había enviado a sus allegados durante la guerra en un
volumen titulado Hospital Sketches
(Escenas de hospital, 1863), obra que le proporcionó un cierto prestigio
literario y le permitió seguir publicando algunos relatos en The Atlantic Monthly, primeros ingresos
con los que contribuyó al sostenimiento de su familia ya en calidad de
escritora. Alentada por estos primeros éxitos, a mediados de los años sesenta
publicó una novela gótica titulada The
marble woman (La dama de mármol, 1865), obra que, destinada desde su propia
concepción a un público juvenil, ha sido recuperada recientemente por la
crítica feminista como una de las primeras incursiones de la narrativa
norteamericana en la problemática de la mujer contemporánea.
Feminismo realista
Louisa May
Alcott trazó en Mujercitas un
magnífico fresco realista de las clases medias estadounidenses de mediados del
siglo XIX, sin esquivar esas inquietudes pedagógicas heredadas de su padre ni
renunciar a ciertas tímidas propuestas progresistas encaminadas a renovar la
tradicional educación sentimental impartida hasta entonces a las mujeres. Logró
que millares de jóvenes lectoras norteamericanas de su tiempo se identificasen
plenamente con los anhelos y las frustraciones de las hermanas March, y que
durante casi un siglo y medio millones de lectores de cualquier edad se
conmovieran con las penas y alegrías de esas cuatro muchachas que, en el fondo,
encarnan uno de los mitos universales más extendidos en todas las culturas: el
tránsito doloroso de la infancia feliz a las asperezas de la edad adulta. La
validez universal de los temas, incluidos todos los tópicos de la juventud,
salvando las distancias en el tiempo, mantienen la obra en plena vigencia
considerándola como una obra clásica de la narrativa realista norteamericana.
Pasaría, sin embargo, los últimos años de su
vida en constante sufrimiento, aquejada de un cansancio y una debilidad permanente
que arrastraba desde su juventud, y sus años de madurez se vieron ensombrecidos
por la muerte de su madre y de su hermana menor May, que había dejado una
pequeña huérfana de cuya educación se encargó la narradora. Pese a
todas estas desgracias, la autora sacaría ánimos para prolongar el éxito
editorial de Mujercitas en otras muchas narraciones juveniles de
idéntica ambientación doméstica y similar inspiración autobiográfica, como An
Old-Fashioned Girl (1870), Aunt Jo's Scrap Bag (compuesta por seis volúmenes
que aparecieron entre 1872-82), Los primitos (1871), Eight Cousins
(1875), Rose in Bloom (1876) y Jo's boys (Los muchachos de Jo,
1886). Además, intentó revalidar entre los lectores masculinos la difusión
obtenida por Mujercitas, con una narración de planteamiento parejo, Little
men (Hombrecitos, 1871), que aunque también ha gozado de enorme
popularidad desde su publicación hasta nuestros días, no logró remontarse a las
cotas de éxito alcanzadas por su obra maestra.
Mujercitas en Nonquitt
Este volumen reúne,
por primera vez traducidas en español (Toromítico), cinco historias que habían
aparecido entre 1861 y 1887 en revistas y recopilaciones de cuentos. Las tres
primeras que integran esta antología, “Lirios acuáticos”, “El secreto de
Sophie” y “El debut de Debby”, recrean, de alguna manera, el mundo conocido de La Cenicienta del clásico Charles
Perrault que escribió en 1697 y se conoce como Cenicienta o El zapatito de
cristal, pero que Alcott ambienta en un escenario familiar, aunque
prescinde, entre otras muchas innovaciones, de la rivalidad entre hermanas,
como ocurre entre la joven y sus hermanastras, según la versión clásica
francesa, porque para la narradora
norteamericana se trata de la buena doncella que espera al príncipe que ha de
sacarla de la pobreza, y en cierta manera se va desdibujando de la historia que
todos conocemos porque el personaje Ruth, la vendedora de lirios, cuyas
bondades y virtudes formarían parte de un clásico cuento de hadas, al final
conseguirá su príncipe tras un verano con ociosas jovencitas, que incluye,
también, una influyente y protectora señorita Scott que, acompañada de su
sobrino el capital John, que salvaguardará al personaje protagonista, y hará lo
mismo con su hermano Sammy, narrando, con todo lujo de detalles, las no pocas vicisitudes
de un largo verano con un amable retrato de los veraneantes y algún que otro
pequeño susto solucionado por su heroína en un idílico lugar como La Punta, ese
Nonquitt que tan bien conocía la narradora por los muchos veranos pasados en
familia; no sabemos si Tilly, la apasionada lectora, que vivirá un curioso y
fructífero verano con cuatro amigas, y protegida por Sophie, en la segunda
historia, lo consigue o no, aunque no deja de ser otro hermoso cuento de
bondades y de esperanzas y que, tras el lugar de veraneo donde han coincidido
las amigas, termina unos meses después con la magia y el milagro de la Navidad
como trasfondo; y Debby que acompaña a su tía Carroll, en la tercera y más
extensa de las tres, una dama que disfrutaba con inventar inocentes romances y
tejer inofensivos planes para emparejar tortolitos, pretendía, en realidad,
buscarle a su sobrina un marido rico, aunque se tratara de una muchacha pobre;
Debby logrará casarse pero, como en los buenos cuentos, no con el estirado
señorito Leanvenworth sino con un hombre sin más patrimonio que “un corazón
fiel”, unos “brazos fuertes” y sobre todo “de nombre y apellido corriente”
como Frank Evan, joven tenedor de libros en una compañía de importación, cuya
honestidad queda fuera de duda. Lo cierto es que para L. M. Alcott ninguna de
sus heroínas, tan ajustadas al patrón de mujer resuelta y autónoma, albergaba
sus esperanzas en un casamiento ventajoso para alcanzar las metas vitales que
se han propuesto tías o madrastras particulares, sino valiéndose de sus
habilidades, de su propio ingenio, de su talento y, sobre todo, de un tremendo
esfuerzo para cambiar el futuro de su vida.
Los dos relatos
que cierran el volumen, “¡Qué isla tan extraña!”, de 1868, y “Diente de león”,
de 1869, representan la ficción infantil de Louisa May Alcott, y sin duda el
primero, resulta el más singular puesto que su trama carece de elementos
moralizantes y todo el énfasis se pone en la extraordinaria imaginación,
compuesto a base de hilvanar escenas de viejas canciones infantiles inglesas, poblado
de ratas, ranas, gallos, alondras, pardillos y toda clase de pájaros, y recuerda
sin duda al mejor ejemplo que podríamos tener de la fantasía de Carroll con una
Alicia de trasfondo, aunque en su
caso con un mundo tan particular como los seres de la isla. El segundo relato
que se había titulado originariamente, “Los barquitos” ofrece esa muestra
típica de las historias didácticas y moralizantes para niños que escribió la
autora, un didactismo, por otra parte, propio de la literatura infantil de la
época.
MUJERCITAS EN NANQUITT
Louisa May Alcott
Selección, traducción y notas de Óscar Mariscal
Ilustraciones de Sara Lago
Córdoba,
Toromítico, 2018
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