La
historia más triste de Ford Madox Ford
Sexto Piso edita, El buen soldado (2020), que Graham Green
calificada como una de las mejores novelas del siglo XX. La nueva traducción es
de Victoria León.
El desarrollo
de la ficción moderna convirtió a Gertrude Stein, F. Scott Fitzgerald y Ernest
Hemingway en escritores cuya influencia se prolongó durante las primeras décadas
del siglo XX. Stein publicaría pronto, rompió con una narrativa lineal y las
convenciones temporales del siglo XIX, y se convirtió en la pionera del
modernismo anglosajón vanguardista europeo desarrollado entre Londres y París;
Fitzgerald triunfó comercialmente, y por accidente Hemingway encarnó muchas de
las corrientes literarias que despertaron el interés de los escritores jóvenes
de la época, que Henry James calificó como la “casa de la ficción”, y cuya
influencia llegó a escritores de géneros diversos, y en países diferentes.
La obra de los
últimos escritores victorianos quedó relegada y tanto Stein, Fitzgerald o
Hemingway crearon formas proporcionales a la fuerza de la vida moderna: el
verso libre en poesía, el expresionismo en teatro, y el lirismo, el
impresionismo y la conciencia en la ficción, o esa prosa austera, lacónica e
intensa característica de Hemingway, aunque con ecos de autores como Mark
Twain, Stephen Crane, Sherwood Anderson, Ivan Turgueniev y Ezra Pound que
sorprendió a los lectores del siglo XX como original y genuina, efecto
perseguido por Hermingway, puesto que el estilo, la forma y el significado eran
las partes de un todo inseparable.
Durante el
periodo posterior a la Primera
Guerra Mundial muchas creencias religiosas
tradicionales perdieron su fuerza, el orden divino dejó de caracterizar al
mundo, y el artista se vio comprometido a descubrir un nuevo significado de las
formas. Ezra Pound, T.S. Eliot y Ford Madox Ford, escribieron, entre 1910 y
1930 cientos de reseñas y ensayos, repetían, de forma insistente, que “la
literatura es la noticia que no deja de ser tal”, o que, “la tarea del artista
es una labor en el mismo sentido en que lo es la creación de un motor eficiente
o de una jarra o la pata de una mesa”, incluso que, “el Impresionismo te ofrece
lo que es él mismo, su reacción ante un hecho; no el hecho en sí, o mejor
dicho, no tanto el hecho en sí”. Ford Madox Ford nació el 17 de diciembre de
1873 en Merton, Surrey (Inglaterra), y murió en Deauville (Francia) el 26 de
junio de 1939. Estudió en diversos países europeos y comenzó su carrera
literaria con un curioso libro, Un cuento
de hadas: el búho marrón (1891), ilustrado por su propio abuelo, el afamado
pintor Ford Madox Brown. Fundó dos importantísimas revistas literarias: The English Review (1908-1910), en la
que colaboraron D. H. Lawrence, Thomas Hardy, H. G. Wells, Joseph Conrad, Henry
James, Ezra Pound y W. B. Yeats, y Transatlantic
Review (1924), donde aparecieron textos de Gertrude Stein, Pound, Ernest
Hemingway, T. S. Eliot, James Joyce, John Dos Passos y Paul Valéry. Colaboró
con Joseph Conrad en la
escritura Los herederos (1901), Romance (1903) y La
naturaleza de un crimen (1923). Sus obras más conocidas son El buen soldado
(1915) y la tetralogía El final del desfile (1914-1928), compuesta por Hay quien no (1924), No más
desfiles (1925), Se podría estar de
pie (1926) y El toque de retreta
(1928).
La novela, El buen soldado, nos envuelve en una
enloquecida e intrincada maraña de falsedades, rencores, pasiones, celos y
venganzas, contada por una voz narrativa prodigiosa que nos involucra lectores
desde el primer momento cuando leemos: “Ésta es la historia más triste que
jamás he oído”. Y no es una afirmación en vano, la trama avanza de atrás hacia
delante, de adelante hacia atrás, entre las aparentes torpezas y los olvidos
involuntarios del narrador, Dowell, que dosifica la información página a
página, matiza y modula acciones y personajes, rememora un pasaje conocido
desde un inesperado punto de vista que cambia por completo su sentido y su
alcance. A pesar de sus vacilaciones, sospechas y lagunas, la voz del narrador
disfraza una soberana lección del arte de contar, y la vida de las dos parejas
protagonistas, un matrimonio británico y otro estadounidense, gira en torno al
son de una partitura magistral, que se convierte en una aterradora fábula repleta
de estupideces y de engaños.
Durante los tres
primeros capítulos todo sucede dentro de una linealidad explícita y
cronológica, y Dowell habla de sí mismo, de su mujer, Florence, de la familia
de ella, de su muerte que coincide con la de su tío Hurlbird, entonces Dowell
recibirá en herencia una considerable cantidad de dinero que lo salvará de
cualquier contingencia. Una angustiosa llamada de Teddy Ashburnham desvela que,
tanto él como su mujer, Leonore, necesitan hablar con él, cuando llega a
Inglaterra encuentra a su amigo al borde de la desesperación. El
relato saltará atrás, a 1904, al balneario de Nauheim, cuando se conocen y,
aparentemente, empiezan a intimar; quedan establecidos los dos tiempos de la
narración: el de narrador que cuenta lo que sucedió, y el momento cuando ya se
conocen las dos parejas.
Lo que sigue
es un relato inteligente que trata de esclarecer cuanto hay detrás de cada
personaje; el lector se enfrenta a una historia terrible de decadencia,
mentiras, engaño, pasiones desatadas, maldad, egoísmo, celos, represión y
dureza, la tragedia de la vida contada desde los restos del desastre. Los
hechos reveladores aparecen a conveniencia del narrador, oculta o desvela según
le parece, se atienen a su propio interés, y le obliga continuamente a atar
cabos y crea el soberbio y terrible clima de esa tragedia humana que atraviesa
la historia.
Cuando, pasada
la mitad del libro, hace su aparición la última protagonista, la dulce y joven
Nancy, el cuarteto vuelve a organizarse tras un suicidio inesperado hacia una
auténtica catástrofe. Ford hacía bien en enorgullecerse, nunca un escritor ha
retratado las desdichas y las miserias de la institución matrimonial y la
hipocresía de la alta sociedad con la ironía y la profundidad de esta asombrosa
sátira.
Ford Madox Ford, El buen soldado; traducciónd e Victoria
león; Madrid, Sexto Piso, 2020.
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