Una epopeya contemporánea
Leer a Homero
se convierte en ese viaje fascinante al pasado heroico. La Ilíada se traduce como el poema del destino, el relato de la
guerra de Troya, una epopeya que proyecta y establece el perfil de la condición
humana. En esta mítica ciudad, masas rabiosas de guerreros aqueos, será
utilizada por el capricho de los dioses; es el tiempo de los héroes, y en los
versos de Homero cristalizan toda una serie de mitos que, hace dos mil
quinientos años, difundían los aedos entre la población de los reinos micénicos
y de la Grecia arcaica. Resulta extraño, a veces monstruoso, que la leyenda
esté llena de criaturas horrendas, de hechiceras hermosas, de ejércitos en
desbandada, de amigos intransigentes, de esposas abnegadas y de furiosos
guerreros. Se desatan tempestades, se desmoronan murallas, los dioses hacen el
amor con los humanas y engendran hijos, las reinas sollozan, los soldados se
curan las heridas o enjuagan sus lágrimas en las túnicas ensangrentadas hasta
que una delicada escena interrumpe la matanza y es, entonces, cuando las
caricias detienen todo el horror de la venganza.
El clásico
Los héroes de
estos cantos viven intensamente, y su arrojo nos fascina, sus pasiones nos
parecen familiares, sus aventuras han forjado desde siglos atrás una mítica
realidad contemporánea. Son nuestros hermanos y hermanas: Atenea, Aquiles,
Áyax, Héctor, Ulises y Helena. Sus epopeyas han configurado la cultura de
Europa, aquello que somos los europeos, cuanto sentimos y pensamos. Homero
sigue ayudándonos a vivir, y nos cabría pensar que si los dioses existieron de
verdad e inspiraron a su hagiógrafo, que le insuflaran una predeterminación que
proyectara al abismo de los tiempos esos cantos, el gran poema premonitorio
estaría destinado a encontrarse en nuestra época, y nos envolviera, por eso el
poeta quizá concretó: el tema de la Ilíada es Aquiles, su cólera y las
catástrofes que provoca con su actitud.
La Ilíada de Homero cuenta, en realidad,
un episodio concreto: los últimos diez años de la guerra de Troya y relata el
ataque a esta ciudad de Asia Menor por el ejército aqueo o griego, y se
convierte en una epopeya de gran valor literario porque sus héroes son
guerreros valientes que arriesgan su vida en la batalla y persiguen la victoria
y la gloria. Los
protagonistas serán un modelo para el pueblo griego, por su dignidad, su condición
moral, sus virtudes, y la fuerza de las pasiones que impulsan a los héroes,
como la amistad uno de los sentimientos destacados de la obra; también subyace
el orgullo, el amor, la ira o la generosidad.
Asedio y ocupación
El escritor
Theodor Kallifatides (Malaoi, Grecia, 1938) enmarca su novela, El asedio de Troya (2020), en la Segunda Guerra Mundial,
en un pequeño pueblo griego ocupado por un destacamento alemán y, aunque, miles
de años separan ambos acontecimientos, el recurso del escritor será utilizar
sus propios recuerdos biográficos para construir su texto, en un claro
paralelismo entre ambos hechos trágicos para recordarnos que al final todos
somos los mismos y que, como decía Homero, con las guerras todo acaba en
lágrimas.
El asedio de Troya, sin duda, utiliza el
contexto bélico como un escenario en el que una maestra griega relata los eventos
de Aquiles, Patroclo, Áyax y demás héroes a sus alumnos logrando mitigar, al
menos durante su narración, los horrores de la guerra con los curiosos
episodios del asedio. Sin embargo, este simple relato forma parte de un escenario
mucho más complejo, con mayor trasfondo, con mucha más proyección en el tiempo.
Esta evidente y preconcebida división entre guerra real y guerra mítica,
Kallifatides juega para mezclar los planes de la historia, a veces haciendo que
Aquiles parezca un soldado de una guerra tangible, o que un joven aviador
alemán del pueblo de los protagonistas se vea como un héroe que vino con su
barco negro de una isla distante y casi olvidada.
La novela,
estructurada de esta manera, basa su arquitectura interna en estos dos pilares
que parecen apoyarse mutuamente. El hecho es que La Ilíada es un mundo eterno totalmente autosuficiente con sus
propias reglas, un círculo perfecto que comienza cuando todo está en su apogeo,
da un giro inmenso y luego se convierte en el escenario de una acción
imperecedera, con todas esas características que se suponen en lo narrado y no
pueden ignorar. Kallifatides tiende a valorar las partes de la narración de ese
presente histórico en guerra mucho más que las partes de La Ilíada, que considera un relato para amenizar a sus alumnos,
aunque en alguno de ellos, el protagonista, consigue que despierte su interés y
admiración por esa historia clásica. La narración fluye sin problemas, aunque
sin el lirismo e intensidad humana de Homero, El asedio de Troya, es un libro que funciona, y de alguna manera
complementa al clásico, porque de un lado tenemos una historia personal
verdaderamente emotiva y conmovedora, por el otro, la historia de La Ilíada que, en realidad, sirve como
materia de estudio y ejemplo para unos alumnos en unos no menos difíciles
momentos de sus vidas. Es verdad que La
Ilíada requiere mucho más, una lectura más profunda, medida, analítica y de
una sensualidad absoluta que no solo quede en una espontánea impresión. La Ilíada de Homero abre el camino a
todas esas vidas que pueblan este canto; se convierte en la voz suave de una melodía
que derrocha vida.
Kallifatides
permite que coincidan las dos guerra en su relato, y esa constatación amarga de
que Homero sigue vigente, en el sentido de que la humanidad no parece haber
progresado mucho en los dos mil quinientos años que van de un conflicto a otro.
El embeleso con que los adolescentes escuchan a su maestra, obliga a pensar en
un testimonio autobiográfico, y la fuerza con la que la literatura los atrapa
con la recreación que hace a diario la Señorita pone de manifiesto el valor sobre
la vida y la muerte, sobre la dignidad y el orgullo, o incluso, por encima de
todo, sobre el absurdo incomparable de las guerras, y sobre la crueldad y sus
consecuencias.
El asedio
de Troya
Theodor
Kallifatides
Madrid,
Galaxia Gutenberg, 2020
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