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La punzada de la infancia
· Temporada de avispas, de Elisa Ferrer, arranca cuando la protagonista recibe una llamada: su verdadero padre, del que perdió el rastro, está en la UCI
· El recuerdo de la niñez convive con el de una adolescencia difícil y un desafortunado presente, como consecuencia de una vida de zozobras
Las manías se
convierten en esas costumbres y conductas que se repiten a menudo a lo largo de
la infancia, y ayudan al niño a controlar algunos acontecimientos y sucesos
externos, aunque a medida que este va creciendo estas rutinas suelen mantenerse
y se refuerzan, otras desaparecen ya que las manías que duran demasiado tiempo,
o se intensifican, pueden empezar a interferir en su vida diaria normal, convertirse
en obsesiones que se traducen en ideas o pensamientos repetitivos,
inquietantes, desagradables, nunca deseados, y surgen reiteradamente de forma
incontrolable en su mente, causándole un temor persistente y, por añadidura, un
alto grado de ansiedad. Las conductas obsesivo-compulsivas pueden manifestarse
en cualquier edad, y se prolongan incluso en la época adulta.
El argumento
de Temporada de avispas (2019), de
Elisa Ferrer (L´Alcudia de Crespins, Valencia, 1983), comienza cuando la
protagonista, Nuria, que trabaja de dibujante en una revista satírica, se queda
sin empleo a causa de los recortes de la empresa, pero casi al mismo tiempo una
llamada telefónica le comunica que su verdadero padre, del que ella
y su hermano Raúl perdieron el rastro hace años, está muy enfermo e ingresado en
la UCI. Vuelve entonces a la memoria de la joven una
infancia luminosa con él, los encontronazos con su madre, y sobre todo su miedo
a las avispas, un terror que Nuria conjura dibujándolas obsesivamente. Las
vivencias emergen con fuerza, y surge el contraste con su vida presente,
insegura y precaria, al tiempo que la protagonista irá descubriendo por fin la
historia oculta de su progenitor, los motivos por los que este abandonó a la
familia, y a lo largo del relato aún intentará darse una segunda oportunidad
cuando plante cara a los últimos avisperos del jardín.
La narradora
protagonista Nuria revisa su vida desde la niñez, convive con el complejo recuerdo
de una adolescencia difícil y un desafortunado presente como consecuencia de
una vida de zozobras personales y profesionales. Solo una circunstancia
funciona como ese eficaz elemento de intriga hasta el final de la historia y
estimulará el recuerdo de los más diversos episodios de su vida, una inesperada
noticia, un desconcertante aviso que enlazará dos aspectos que relacionan la
vida de la joven, su infancia y su extraño concepto de familia. Este y no otro
será el motivo para que Elisa Ferrer explore ese territorio de la experiencia
infantil, un episodio vital tan delicado como complejo, así que la narradora
valenciana utilizará toda una conjunción de anécdotas concretas vividas que condicionarán
su futuro como persona adulta, no siempre con los resultados esperados.
Descifra, y enriquece su relato, con muchos momentos de especial relevancia,
los escasos recuerdos felices con el padre, los continuos enfrentamientos con
la madre, su relación fallida con Juan, frecuentes desencuentros, pese a estar
muy unidos, con el hermano, la aparición en la familia de Javier “un señor”,
sustituto del padre, y ese no menos curioso encuentro con Laura, todo un
auténtico entramado narrativo que sostiene la historia que nos pretende contar
Elisa Ferrer. Sobresalen, porque se cuantifican, los hechos del ensimismamiento
de una niña cavilosa que, en su soledad, se aficiona a la lectura y al dibujo, y
vuelca su arte sobre todo dejando por todos lados diminutas avispas en las más
disparatadas situaciones, y ese vacío infantil lo compensará viviendo un mundo
paralelo en los cómics, sobre todo en el héroe de Batman, figura redentora que
le lleva a inventarse su propia superheroína. Las oscuras asechanzas virtuales
de la vida tienen correspondencia en el mundo real con su exagerado miedo a las
avispas, que iremos descubriendo exorciza dibujándolas de mil formas y en otras
tantas situaciones.
Nuria ha
convivido a lo largo de su vida con cierta inestabilidad emocional, sustentada
con toda una suerte de mentiras porque conoceremos los engaños del padre,
incluso de la madre que, en cierto modo, traumatizarán a sus dos hijos, y tanta
profusión de lío familiar con una hermana ignorada, una pareja del padre
desconocida, un progenitor embustero con una larga lista de amantes y vida
paralela, supondrá un duro aprendizaje de la incómoda vida que provoca el dolor
y el desequilibrio mental en la joven; y por supuesto, genera esa rabia en el
personaje que el lector percibirá a lo largo de las páginas de esta novela.
Una suerte de
intimismo medido alterna en Temporada de
avispas que la
narradora Ferrer complementa con toda una sucesiva batería de
aspectos humanos tan curiosos como anecdóticos, las polémicas con el hermano,
los tensos encuentros con la recién conocida hermanastra y las relajantes o
tormentosas relaciones con los amigos y compañeros de la revista cuando se van
de copas y que añaden una sólida base argumental a un relato que, desde el
punto de vista psicológico, resulta lo suficientemente animado para invitarnos
a ir pasando sus páginas y terminar el libro.
Elisa Ferrer,
tremendamente cautelosa, plantea una estructura narrativa que no ofrece
complicaciones técnicas porque el relato se desarrolla de una forma lineal, aunque
eso sí vuelve una y otra vez a un pasado con la misma sensación de naturalidad;
la prosa tan precisa como concreta favorece la veracidad de una narradora que
calcula sus posibilidades con el lenguaje, sobre todo porque la suya es una
primera y acertada incursión en el género novela, aunque sus intenciones vayan
mucho más allá y la historia quedará redonda con el añadido de un curioso
simbolismo, las avispas, insecto himenóptero de tamaño moderado, que suma algo
de misterio, o quizá una dimensión trascendente a lo que pudiera parecernos la
estampa de una atormentada infancia, y una no menos insegura primera madurez.
TEMPORADA
DE AVISPAS
Elisa
Ferrer
Premio
Tusquets Editores de Novela
Barcelona,
Tusquets, 2029
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