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DESESPERANZADA
SOLEDAD
En la década de los setenta los
narradores españoles buscaron una conexión con la sutileza narrativa de una
literatura universal capaz de mezclar formas textuales, que enlazara diversos
hilos narrativos, e identificara imperceptiblemente lugares comunes, y que
ofreciera historias falsas con la suficiente credibilidad de convertirse en
verdaderas. Ante este tipo de novelas, el lector descubre un modelo literario
subyacente, al tiempo que se deleita con desaforados acontecimientos. Una vez
aprendida la lección, algunos renombrados autores de nuestra novela más
contemporánea, se han repetido en una Barcelona burguesa de finales del XIX y
comienzos del XX, reflejo de la turbulenta unidad de una urbe en expansión que
basaría su crecimiento en las especulaciones de quienes vieron la oportunidad
de hacer fortuna y garantizarse un nombre, con hechos que, muchos años después,
superarían cualquier trivialidad especulativa, y en cuya senda fraguarían sus
fortunas personajes importantes del mundo catalán.
Care Santos (Mataró, 1970) mezcla esa
variada textura en su nueva novela, Habitaciones
cerradas (2011), y cuenta la historia de una herencia, la reconstrucción de
un palacete en el Paseo de Gracia, o el ascenso y caída de la familia Lax, una
significativa casta de comerciantes catalanes, con Rodolfo y María del Roser, a
la cabeza, cuya estela de descendientes, Violeta, Juan y Amadeo, llega hasta
nuestros días. Pronto a lo largo del relato, el ambiente vital y privilegiado
se ensombrece con el paso del tiempo, y muestras de convicciones nacionalistas,
e infidelidades y desapariciones familiares concluyen en indicios de un posible
asesinato. En Habitaciones cerradas los episodios que componen el puzzle
expuesto, los personajes protagonistas, incluso el papel de la joven Violeta
reconstruyendo su propia historia, están subordinados a la negación más
absoluta de la felicidad, persiste cierta amoralidad en algunos de ellos y
sobresale, por supuesto, la negación colectiva de una época decimonónica, sobre
la que planean personajes reales, Alfonso XIII, Macià o Maura, porque el
tratamiento histórico en esta novela es algo consustancial y está unido a sus
protagonistas, no adquiere una categorización independiente, y se funde con los
de ficción, magistralmente perfilados por Care Santos, entre los que sobresalen
las mujeres de la casa, ejemplo de percepción y sensibilidad femenina: María
del Roser, la matriarca del clan y devota espiritista, acompañada siempre de la
nodriza, Concha, mediadora durante años entre los principales miembros de la
familia Lax, o, en la última etapa, la joven Teresa Brusés, víctima de esa
inherente mal que caracteriza a la conducta humana, sobre todo cuando la
matriarca desaparece, y forzada por los acontecimientos que se producirán en
una Barcelona éticamente desoladora, un personaje que solo emerge cuando años
más tarde se descubra toda la verdad de su pasado.
Este libro sigue un procedimiento
narrativo tradicional y añade, un auténtico collage que reconstruye la
figura del pintor modernista Amadeo Lax: incluye descripciones de algunos de
los cuadros conservados, se entrecruzan correos electrónicos, en el grueso de
la narración, se añaden noticias relativas a la reconstrucción de la memoria del
pintor, o se facilitan cartas y confesiones de algunos protagonistas
secundarios que ofrecen el énfasis necesario, y la interpretación particular de
Violeta cuando los descubre, dando forma definitiva a los acontecimientos y a
las figuras protagonistas de su pasado familiar inmediato. En cierto sentido,
se ofrece una visión apocalíptica y paralela de la historia, el ambiente y el
estado de ánimo de una Barcelona cambiante y moderna, jamás vista
anteriormente, con acertadas referencias políticas, culturales, económicas y,
sobre todo, sociológicas que permiten una detenida mirada al contexto de la
narración en los años finales de siglo, o en las décadas posteriores durante la Dictadura y la posterior
Segunda República, hasta alcanzar la historia futura y la barbarie civil. Y
años después, salvar el mito del abuelo pintor que, como queda dibujado por la
narradora, muestra el desenlace de una crisis existencial y apuesta por una
solución que decepcionará las estrictas normas familiares y sociales del
momento, tras una intensa reflexión sobre el pasado con episodios y apuntes
personales, cuando solo a través del arte se le ofrezca una compensación a los
Lax, porque la historia pone al hombre frente a su irreversible condición
humana, y sobre todo lo equipara con su destino.
Care
Santos, Habitaciones cerradas; Barcelona, Planeta, 2011; 488 págs.
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