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domingo, 8 de septiembre de 2019

Hoy tomo café con…


Justo Vila: “La literatura no puede estar divorciada de la vida”.

       Justo Vila nació en Helechal (Badajoz) en 1954. Maestro y licenciado en Geogra­fía e Historia, fue el primer director de la Biblioteca de Extremadura. Ha publica­do: Extremadura, la guerra civil (1983) y La guerrilla antifranquis­ta (1986) y libros de viajes: Descubrir España, Extremadura (2000). Es autor de las novelas La agonía del búho chico (1994), Siempre algún día (1998), La memoria del gallo (2001), Lunas de agosto (2006). Mañana sin falta (2019) confirma que nos encontramos ante una de las fi­guras más destacadas de la narrativa es­pañola actual.
       El escenario de Mañana sin falta es la ciudad extremeña de Badajoz a donde el protagonista llega cuando la sombra de los tiempos de la posguerra sigue siendo alargada y los visos de la represión y la miseria protagonizan la vida cotidiana, donde se sobrevive mediante el oscuro mundo del estraperlo o las pésimas condiciones de trabajo, y aún perduran las secuelas de ese enfrentamiento civil que marcará a las generaciones posteriores. El joven Dámaso Quintana, que proviene de la inmigración rural, intentará abrirse camino en el paisaje de una España triste y lúgubre, llega a la ciudad, se instala en una modesta pensión, busca trabajo y no tiene expectativas de conseguirlo.




Sus primeros tanteos literarios son ensayos, con Extremadura y la guerra civil como telón de fondo, ¿su formación de historiador constituye la base de su posterior obra narrativa?
        Mi formación como historiador me ayuda a documentar lo que cuento, dándole verosimilitud, pero yo no calificaría mis novelas como históricas. No me interesa tanto la historia como la intrahistoria.

¿En qué se diferencian, técnicamente hablando, la Historia de la Literatura?
       La historia estudia el pasado desde el presente, mientras que la novela establece su reino en el encuentro entre el tiempo público y el privado. La historia es ciencia, mientras que la literatura es arte y, por tanto, libre, fruto de nuestra creatividad, de nuestra mente.

Sus novelas recrean episodios de la contienda civil y el franquismo en Badajoz ¿intentaba usted, de alguna manera, rendir cuentas con el pasado
       El caso es que, durante la larga noche del franquismo, para unos hubo honores, funerales, monumentos, un lugar adonde los familiares pudieran ir a depositar unas flores, encontrando en esa cercanía el bálsamo para consolar las ausencias. Para otros, sin embargo, sólo hubo desprecio y olvido, y la angustia sin medida de ignorar el paradero de sus familiares asesinados: desigualdad ante los tribunales de justicia, desigualdad ante las instituciones del Estado, lo que ha impedido hasta hoy aclarar, no sólo las circunstancias de miles de muertes, sino la localización de incontables desaparecidos, así como la posibilidad para sus familiares de darles digna sepultura.

¿De ahí la cruda realidad de una novela como Lunas de agosto (2006)?
       La toma de Badajoz fue un genocidio. Las tropas de Yagüe tenían la consigna de
arrasarlo todo desde Sevilla hasta Madrid, incluido Badajoz, y lo hicieron. Las matanzas
de la Plaza de Toros de Badajoz no podían seguir en el olvido. De ahí Lunas de agosto.

¿Nuestra vida está llena de dolor, y de alguna manera recreamos nuestras amarguras?
       Durante más de cuarenta años, nos durmieron la voz, pero cada día hay menos miedo y más ganas de conocer la verdad, de dignificar la memoria de quienes perdieron la vida por pensar de otra forma. Para olvidar, antes es necesario saber.

¿Sus ascendentes familiares, jornaleros y emigrantes, conforman el sentido temático de su narrativa? Se lo pregunto porque su nueva entrega, Mañana sin falta (2019), recrea la geografía de los 70 desde un punto de vista más subjetivo y personal, ¿es así?
       La literatura no puede estar divorciada de la vida. Entiendo que hay novelas que nacen de la relación del escritor con su entorno y las hay que no tienen nada que ver. El mundo novelesco puede alimentarse de la más tajante realidad y de la más tajante fantasía. Y a veces sucede que lo real y lo imaginario se confunden. Esto es así porque el hombre necesita saber, además de lo que ha sido, lo que pudo ser. Nuestra existencia no es sólo lo que nos ha ocurrido, lo que hemos logrado y realizado. Nuestra existencia es también todo lo que se quedó en el camino, las numerosas posibilidades que nunca llegaron a realizarse. El hombre consiste tanto en lo que es como en lo que no ha sido; el hombre es lo que fue y también lo que pudo ser. De ahí Mañana sin falta.

¿Dámaso Quintana, tiene mucho de usted y de otros que emigraron para mejorar su vida fuera de su ámbito?
       A principios del siglo XX, mis tíos abuelos embarcaron hacia la Argentina. Al final de los cincuenta, cuando yo era un crío, mi familia hizo las maletas y emigramos a las cuencas mineras de Asturias (Riosa, La Foz, Las Mazas de Morcín). Luego, tras la vuelta a las raíces, mi padre marchó a Alemania. Yo mismo tuve que salir del pueblo para estudiar y, después del servicio militar, para buscarme la vida, como la mayoría de los jóvenes de mi generación.



El lector percibe un riquísimo repaso a la historia reciente del Badajoz del posfranquismo y de las primeras décadas en libertad, ¿hay más de realidad que de ficción en estos hechos?
       Ciertamente, la novela es ficción, pero, al cabo del tiempo, tienen más realidad Don Quijote y Sancho, por ejemplo, que ninguno de sus contemporáneos históricos del siglo XVII. Una novela no sólo cuenta, sino que nos permite asistir a una historia, a unos acontecimientos, a unos pensamientos, y al asistir, comprendemos. Y es que, en ocasiones, se entiende mejor el mundo, o a nosotros mismos, a través de esas figuras fantasmales que recorren las novelas, o a través de esas reflexiones hechas por una voz que parece no pertenecer del todo al autor, ni al narrador, ni a nadie. En mi caso, suelo compaginar la experiencia y la imaginación, lo real y lo fantástico, como forma de decir unas cosas que de otra manera no sabría decir.

Un dato resulta muy curioso en la zona donde se mueve Dámaso, ¿el contrabando del café existió tal y como se cuenta?
       Tal cual. Durante más de medio siglo, el contrabando en la Raya portuguesa dio de comer a mucha gente: contrabandistas, cargueros, venteros, viudas de guerra, e incluso guardias de frontera… En los años setenta, recién llegado a Badajoz, ante la falta de trabajo, yo mismo estuve a nada de hacerme contrabandista. De hecho, conocí a algunos de ellos.

¿Toda historia personal encierra una pasión amorosa?
       Existen diversas clases de pasiones. El Dámaso bibliófilo, por ejemplo, siente auténtica pasión por los libros antiguos, raros y curiosos. De hecho, ante un desengaño amoroso, encuentra refugio en los libros. “¿Una historia de amor que acabó mal?”, pregunta el mismo Dámaso al viejo periodista-mendigo con el que coincide una noche de agua. “Todas las historias de amor acaban mal porque todas las historias de amor acaban”, responde el antiguo periodista.

Cuarenta años después, el mundo de Dámaso, se desmorona, ¿la Historia se repite?
       La historia es un constante flujo y reflujo, avances y retrocesos, un continuo vaivén. La humanidad avanza y retrocede, pero cada retroceso dispara con ímpetu la siguiente etapa de avance. Cuando una civilización alcanza su apogeo, la comodidad degenera en lujo, el ingenio en falsa sutileza y se inicia así la decadencia. Si nos dormimos en los laureles, antes o después, volveremos al punto de partida, a los tiempos bárbaros.

¿Seguimos viviendo, en este país, una realidad de sueños incumplidos, de deseos por cumplir, y la narrativa estaría para contarlos?
       Los personajes de mi última novela se mueven en un país y en un tiempo donde cada ciudadano, por el simple hecho de serlo, disfruta de una serie de derechos desde el instante mismo de su nacimiento. Derechos que en ocasiones han costado sangre, sudor
y lágrimas, y que por tanto no crecen en los árboles ni han caído del cielo, como más de uno pudiera pensar; derechos que si no se defienden acabarán siendo mutilados, cuando no aniquilados en su totalidad, lo que conducirá a una España en que, por primera vez -al menos por primera vez en democracia- los hijos vivirán peor que sus padres.

Una última pregunta más agradable, ¿sus viajes y la tierra extremeña de fondo, son su auténtica pasión, o quizá más una devoción geográfica a la tierra de acogida?
       Un personaje de Mañana sin falta afirma que uno no es tanto de donde nace como de donde pace, que se es más de donde son tus hijos que de donde son tus padres. Uno ama lo que conoce, sobre todo si lo que mejor conoce es su patria chica; pero también se llega a amar la tierra de acogida, si la tierra de acogida te acoge bien. Dicho esto, no comprendo a quienes viajan miles de kilómetros a la vez que ignoran lo propio…

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