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Un castigo y un flagelo literario
Ambrose Bierce, el periodista y
escritor satírico estadounidense, resulta imprescindible para la buena salud
mental y literaria de una actualidad tan desconcertante como ambigua, sobre
todo porque su concepto de sátira estuvo siempre presente en sus columnas y en
sus artículos periodísticos, como se muestra en su obra literaria, sobre todo
en uno de sus libros más celebrados, El
diccionario del diablo, ejemplo que explicaría cómo la sátira tiene un
punto de castigo, de auténtico flagelo, y no necesita tirar de lo siniestro, o
lo macabro para impresionar al espíritu del curioso lector. En las páginas del Diccionario el humor parece más jovial y
el ingenio se hace valer por sí mismo. Bierce se propuso escribir esta singular
obra cuando estaba en la plenitud de su éxito, y continuó escribiéndola a pesar
de las situaciones adversas por las que pasó en su vida, aunque el final de sus
días queda envuelto en el más absoluto de los misterios: un día de noviembre de
1913, cruzó la frontera de El Paso; buscaba nuevas aventuras y las encontró en la Revolución Mexicana,
pero se dio de bruces con la muerte poco después, y tal vez murió asesinado por
alguno de los bandos en litigio: el federal o el revolucionario, cerca de
Sierra Mojada, en cuyo cementerio se inscribió una lápida conmemorativa, sin
que nadie haya llenado el vacío de sus últimos meses, o de sus escasos segundos
frente a un pelotón de fusilamiento.
La
leyenda sobre Bierce arroja la suficiente luz sobre un autor cuyo carácter ha
merecido multitud de epítetos: ácido, amargo, cáustico, realista, sádico,
lúcido, pesimista, satírico, misántropo, pero quizá, sea cínico el calificativo
más acertado. En su Diccionario del diablo (1911), define el arquetipo de
hombre,“miserable cuya vista defectuosa le hace ver las cosas como son y no
como debieran”; en realidad, una burla total y despiadada del género
humano, de sus instituciones, de sus presupuestos lógicos, de sus ideas más
conspicuas y un repaso a la más diabólica lexicografía contra las ideas que
jamás nadie haya podido pensar; sin embargo, en su libro más conocido, Cuentos
de soldados y civiles (1891), esbozó un erial moderno de pobreza y de
guerra en el que el futuro aparece excluido. De estos relatos destacan aquellos
donde el horror metafísico encuentra un sustento de veracidad cotidiana. Estos
cuentos pretenden expresar ese horror como la experiencia esencial de la
guerra; existe en ellos un componente irreal y fantástico casi espectral en el
sentido del más allá que se agudizará en posteriores obras. Vida, horror y
muerte serán las premisas de unas historias de soldados entre los que podemos
encontrar buenos ejemplos del mejor arte narrativo de todos los tiempos. Con
una estructura perfecta, muestran una multiplicidad de sucesos cuyo tema común,
la guerra, se solapa con el de la muerte y así encontramos relatos en los que
un soldado da muerte a su propio padre, un capitán ordenar disparar un cañón
situado frente a su casa, un prisionero mantiene una conversación filosófica
con su ejecutor, o un misterioso jinete surca el cielo. Los cuentos de civiles,
por otro lado, comparten ese componente irreal y fantástico que caracteriza a
toda la colección, pero el dramatismo en estos es menos eficiente, aunque conservan
la maestría de la acción.
La condensación dramática, en general, completa perfectamente
el volumen y servirá de base para posteriores entregas; también, sus relatos
están impregnados de humor, aunque un humor tan negro que no resulta fácil
percibirlo, como señala Olcina, pero cuya omnipresencia es necesaria para la
coherencia de la
narración. Al mismo tiempo, Cuentos de soldados y civiles,
señala esa doble realidad, tan diversa, de una posterior nación unitaria,
aunque en los relatos de soldados la guerra está en curso, y también está, en
los de civiles, la conquista del Oeste. Bierce nunca enfocará la historia como
si se tratara de un aspecto titánico, sino que la examina a través de
conflictos personales y será, entonces, cuando el lector contemple la debilidad
humana magnificada en los escenarios grandiosos de la Guerra Civil y del
Gran Oeste.
Humor negro
El diccionario del diablo, escrito
durante el último tramo del siglo XIX, pone el dedo en la llaga de una sociedad
que se empeña por aparentar lo que no es. Utilizando los giros propios de un
lenguaje balanceándose en la cornisa de lo políticamente correcto, Bierce
banaliza el sentido común, desacraliza las imposturas de las instituciones y
estrella al hombre en el muro de sus inseguridades y simulaciones. Con una
apreciación imaginativa directa, sin elusiones, con las garras del mayor
cinismo, cada definición es una obra maestra de un ingenio creador único. ¿De
quienes habla Bierce? De la burguesía, de los afectados, de la gran ensalada en
la que se convierten los hombres a partir de un pretendido lugar en la pirámide
de la sociedad. Como
en un laboratorio donde todo se trasluce, el autor recorre los temas y tópicos
que fueron ejes de su obra literaria, la economía, la guerra, el
matrimonio, la muerte, el hombre, la mujer, son pasados por un filtro que a
muchos deben haber incomodado. El conjunto es un libro para tenerlo a mano y
hojearlo siempre. Incluso puede ser muy bueno acudir a él después de leer algunos
de sus mejores cuentos, ¿Pueden suceder tales cosas? para cerrar el día de una
manera absoluta. The Devil’s Dictionary
es una recopilación de 998 definiciones expresadas en fórmulas asesinas,
corrosivas y sin piedad para el género humano, escrito de 1881 a 1906, inicialmente,
fue publicado en fragmentos en diversos periódicos durante más de veinte años,
al finalizarlo su autor se recopiló una versión completa en 1911. El contenido
buscaba diversos argumentos escritos de un modo satírico.
La editorial Sexto
Piso reúne una amplia selección de aquellas definiciones de
más vigencia para un curioso y atento lector actual. Traducido, de forma
magistral, por Vicente Campos y acompañado por las viñetas del ilustrador
Alberto Montt, esta despiadada colección de definiciones sobresale por su
ingenio cáustico que tanto ayer como hoy mira hacia la política, las finanzas,
la religión, la literatura o el arte, actitudes y hechos que son manejados,
sobre todo, por la estupidez humana, la intolerancia de los poderosos, y la
falsedad de una sociedad que bien puede medirse en las actitudes y acciones de
este presente que solamente podremos soportar por esa poder desacralizados de
la risa.
El personaje
Ambrose
Gwinett Pierce nació en Meigs Country, Ohio, en 1842, y fue décimo de un total
de trece vástagos de una modesta familia calvinista que educó a sus hijos en la
escuela rural del lugar y en la modesta biblioteca del padre. Las precariedades
familiares llevaron, muy pronto, al joven Bierce a abandonar su casa a los
quince años para instalarse en la cercana Warsaw, inicialmente como aprendiz de
impresor, aunque muy pronto aprovechó para alistarse voluntario en el 9º
Regimiento de Infantería de Indiana, del ejército de la Unión, apenas comenzada la
contienda civil. El año 1866 marcaría el inicio de un cambio de rumbo en la
sociedad norteamericana y en la propia vida de Bierce: empezaría a ejercer su
definitiva profesión de periodista y durante más de treinta años se entregaría
a esta actividad publicando en los principales periódicos de la costa
californiana, el Argonaut, News Letter, Overland Montly y
el San Francisco Examiner. Alternó su dedicación a la prensa con su
creación literaria, viajó a Europa, vivió en Londres, y volvió a San Francisco
con una amplia experiencia y con algunas de las obras que posteriormente le
harían famoso, Cuentos de soldados y civiles (1891), ¿Pueden existir
tales cosas? (1893), Fábulas fantásticas (1899), El diccionario
del diablo (1911), o los doce volúmenes de sus Obras Completas
(1909-1912).
Tenía
setenta y un años cuando el escritor escribió: “Soy tan viejo que me avergüenza
vivir todavía”, una resonante frase encontrada en una de las últimas cartas que
se conservan de sus días en el Méjico convulso. Premeditación que le llevaría a
dejarse matar, ser un gringo viejo, y un provocador en medio de una revolución,
suma final de uno más de los ingredientes de sus numerosos actos sublimes. La
literatura, por otra parte, está poblada de hermosos suicidios porque, al fin y
al cabo, si el asesinato puede ser considerado como una de las bellas artes,
con mayor motivo ha de serlo el suicidio que, no es ni más ni menos, un
asesinato perpetrado en la propia persona. Un día de 1913 cruzó la frontera con
una importante cantidad de dinero y un salvoconducto que le permitiera recorrer
el territorio constitucionalista. En Chihuahua escribió dos cartas: una fechada
en la Nochebuena
de 1913 y otra, dos días más tarde, el 26 de diciembre. Poco más se sabe de él.
En el cementerio del pueblo mejicano de Sierra Mojada, existe una tumba donde,
según la tradición local, está enterrado un “gringo” que, a principios de 1914,
intentaba unirse a las fuerzas de Pancho Villa, fue fusilado contra la pared
del cementerio, por tropas fieles a Victoriano Huerta. Los lugareños cuentan
que el “gringo”, encarado a su pelotón de fusilamiento, se echó a reír, y
siguió riendo incluso después de haberle derribado la primera descarga de su
propia ejecución.
La
literatura de Bierce debe mucho a la de otro maestro del relato de misterio,
Edgar Allan Poe para quien la realidad se encontraba siempre más allá, fuera de
lugar o por debajo de las formas estabilizadas, bien de la sociedad, bien del
espíritu. Sus obras, en general, están repletas de dramas y de fuerzas
psíquicas impersonales y en su escritura, indiscutiblemente, se percibe el
dominio de estas fuerzas que consiguen llegar hasta la misma psique humana. En
sus cuentos el futuro siempre está excluido, la atrocidad de algunos momentos
no deja indiferente a un lector que valora algunas de las pesadillas vividas
por los protagonistas del narrador norteamericano.
El
diccionario del diablo
Ambrose Bierce
Traducción de Vicente Campos
Ilustraciones de Alberto Montt
Madrid,
Sexto Piso, 2019
Curiosas
definiciones
gabinete, s. Personas
principales a las que se ha encomendado la mala gestión de un Gobierno; el
cargo suele estar bien remunerado.
ganso, s. Ave que
proporciona plumas para escribir. Estas, por un desconocido proceso de la
naturaleza, están imbuidas e impregnadas en diverso grado de las energías
intelectuales y el carácter emocional del ave, de manera que cuando una persona
llamada escritor las moja en tinta y las desplaza mecánicamente sobre el papel,
el resultado es una transcripción muy ñel y precisa del pensamiento y los
sentimientos del ave.
garrote, s. Medicina de
aplicación externa en la cabeza y los hombros de un bobo.
gato, s. Autómata blando e
indestructible suministrado por la naturaleza para patearlo cuando no van bien
las cosas en el círculo doméstico.
genealogía, s. Recuento de la
ascendencia de uno a partir de un antepasado al que no le preocupó demasiado
investigar la suya propia.
género, s. Sexo de las
palabras.
generosidad, s. Virtud del que
mucho tiene al permitir que el que nada posee se lleve cuanto pueda.
genuflexión, s. Oración con las
piernas. Acto de doblar la rodilla ante El, en una postura antinatural y
cansada.
geógrafo, s. Que puede
explicarnos despreocupadamente la diferencia entre el exterior del mundo y el
interior.
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