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VER, OÍR Y CALLAR
La narrativa
de Justo Vila (Helechal, Badajoz, 1954) se nutre de una calculada mezcla de realidad
y de fantasía, y se sustenta técnica y temáticamente por un esplendido trabajo
previo de documentación porque el escritor extremeño demuestra que domina la Historia
reciente de esta singular región, Extremadura, conoce el territorio y en
algunos de sus escenarios, La Siberia y La Serena, que resultan espacios
geográficos reconocibles, ambienta con gran habilidad y certeza sus historias, donde
desarrolla una trama bien urdida, al tiempo que hace gala de una asombrosa
capacidad para el lenguaje y la expresión textual. Su amplia formación de
historiador le han llevado a ensayar sobre sucesos de la guerra civil en su
tierra, Extremadura: la guerra civil (1983), La guerrilla
antifranquista en Extremadura (1986), El movimiento guerrillero de los
años cuarenta (1990) y Badajoz, agosto de 1936 (1997), y su vocación
viajera a escribir sobre La Serena: El secreto es la luz, La Siberia:
La leyenda del agua, o Tierra de
Barros: Elogio del horizonte. En 1994 iniciaba una interesante y
prometedora obra narrativa cuyo primer título, La agonía del búho chico, cuenta la historia de un grupo de
personas que, tras acabar la guerra civil española, abandonan sus pueblos por
miedo a las represalias, y se esconden en las sierras extremeñas de La Siberia
y de La Serena; son hombres y mujeres que sueñan con recuperar las libertades arrebatadas
por el nuevo régimen, y serán capaces de sobrevivir en condiciones muy
precarias, pero continúan en la lucha, con la esperanza de que los aliados intervengan
a favor de su causa; Siempre algún
día (1998) narra el periodo de la desamortización que supuso un
fracaso desde el punto de vista de una reforma agraria, y que todavía sigue
pendiente, protagonizada por gentes que no se resignan, perdedores que luchan
por cambiar el mundo; La memoria del gallo (2001), dividida en capítulos
independientes, ofrece un relato que muestra mediante una panorámica cómo las
gentes de dos pequeñas localidades han sufrido la historia española del siglo
XX; Lunas de agosto (2006) es una historia inspirada en hechos reales
que han contado personas que vivieron lo acontecido en Badajoz en el año 1936,
un relato que rompe algunos tópicos sobre la batalla en esta ciudad que no fue
tomada al asalto sino que hubo militares del regimiento Castilla III y milicianos
que defendieron la ciudad con uñas y dientes; y acaba de entregar a sus
lectores, Mañana sin falta (2019), un
retrato de la década de los 60 y 70 hasta un presente no menos trágico y
convulso.
El fenómeno de
las migraciones marcaría la demografía española de estas décadas, sobre todo
las del 50, 60 y 70 en la geografía interior española. La reconversión, la
mecanización y las nuevas oportunidades que ofrecían las ciudades provocó el
éxodo rural, y así las migraciones internas desplazaron a más de cuatro
millones de personas mientras, casi un millón y medio de españoles emigraron
hacia Europa. Ese supuesto crecimiento económico tuvo su reflejo en un profundo
cambio social, y España entraba en la llamada sociedad de consumo, se
modificaba el modelo familiar, la mujer se incorporaba al trabajo remunerado y
la influencia extranjera aumentaba; incluso la Iglesia parecía abrirse a nuevas
mentalidades. En lo político el régimen apenas se modificaba, las pocas
reformas eran superficiales y pretendían apuntalar el sistema, no cambiarlo.
Los dirigentes franquistas creían que crecimiento económico permitiría la paz
social, mientras la oposición se reorganizaba (PCE, PSOE, Democracia Cristiana)
y surgían nuevos sindicatos como CC.OO. y U.S.O. que preparaban una alternativa
democrática.
El escenario de Mañana sin falta es la ciudad extremeña
de Badajoz a donde el protagonista llega cuando la sombra de los tiempos de la
posguerra sigue siendo alargada y los visos de la represión y la miseria
protagonizan la vida cotidiana, donde se sobrevive mediante el oscuro mundo del
estraperlo o las pésimas condiciones de trabajo, y aún perduran las secuelas de
ese enfrentamiento civil que marcará a las generaciones posteriores. El joven
Dámaso Quintana, que proviene de la inmigración rural, intentará abrirse camino
en el paisaje de una España triste y lúgubre, llega a la ciudad, se instala en
una modesta pensión, busca trabajo y no tiene expectativas de conseguirlo.
Pronto, el narrador Vila nos muestra los personajes variopintos que se
relacionan con el joven, doña Olvido, la carismática dueña, y entre los
huéspedes Javier Polo, funcionario de prisiones franquista, que habla de una
España gloriosa que no existe, el campesino Octavio Camacho, de trato amable,
se pasa las mañanas a las puertas de la residencia de ancianos para ver a su
mujer, Remedios Vargas, la vendedora de tabaco, en cuyo rostro lleva escrita
una historia de carencias y amarguras, y no menos curioso el vendedor de libros
Pacífico Olegario, o Simbad que se decía capitán de marina y Candela, la
sobrina, encargada de la limpieza y de las compras; y en las primeras jornadas,
en su deambular por la ciudad, ejerciendo todo tipo de oficios, conoce a
Violeta en una frustrada presentación literaria, y será ella quien lo impulsa a
escribir pero sobre todo a sobrevivir. Por su estructura, la novela avanza y
vuelve la vista atrás una y otra vez, el narrador quiere proporcionar al lector
un lapso de tiempo suficiente, cuatro decenios, en los que parece que nada ha
cambiado: la misma lucha por la supervivencia en aquel Badajoz, que ahora
parece repetirse y cuyo futuro deben afrontar sus hijos, las mismas escenas de
desvalimiento y sinsentido, que vuelven cuarenta años después. La crónica del
momento histórico situará al joven Quintana a sobrevivir sin trabajo ni medios
para pagar la pensión y el sustento diario, desesperado se verá envuelto en el
mundo del contrabando, el famoso estraperlo, y asustado cruzará peligrosamente
la frontera desde Portugal hacia el río Guadiana, escondiéndose entre la maraña
de matorrales y espinos de la orilla, aguantando para no ser descubierto. Ese y
no otro será su contacto con una realidad inmediata que nunca había soñado
vivir, después vendrán otros trabajos, nuevas miserias, y también descubrirá la
biblioteca, un magnífico lugar donde hacer tiempo y huir del agua y del frío en
invierno, y las primeras lecturas, Para curar el
cáncer no sirven las libélulas, de Manuel Pacheco, inequívoca
referencia literaria, así como evidencias temporales a la política internacional
y las manifestaciones contra la guerra del Vietnam, la oposición universitaria
ante la Ley de Educación de Villar Palasí, o los estrenos cinematográficos, Muerte en Venecia o El Padrino.
El autor
construye su relato en tres planos que titula, “Como un náufrago”, “Mañana sin
falta” y “A cántaros”, ofrece un desorden temporal que según la narración
saltará hacia delante o hacia atrás, porque la acción se desarrolla en más de
cuarenta años, el lector avanza porque Vila ha conseguido agilidad y una
amenidad admirable en su relato, pese a los oscuros y sombríos momentos de
aquella España de posguerra que el narrador comparará después con la visión de
una actualidad no tan alejada de aquellos momentos vividos. Vila cuida su
prosa, elige acertadamente su vocabulario para reproducir el mundo del
estraperlo de café, o los comienzos de la especulación inmobiliaria, retrata de
manera magistral a los curas obreros y los periódicos clandestinos y subraya su
particular visión de la sociedad actual, donde toman el relevo los problemas en
la piel de sus dos hijos, que sufrirán la actual crisis de una España sin
expectativas para los jóvenes como él mismo experimentara.
El joven
Dámaso ha conseguido, con el paso del tiempo, solo parte de sus sueños, nunca
logró embarcarse y viajar a Alaska o a Malasia, y finalmente los anhelos del
hijo de un jornalero se verán truncados por la dura realidad de una larga
posguerra que, entre otras miserias, marcarán las angustiosas ansias de un
hombre que busca su identidad. Solo el poder de la imaginación, como sabremos a
lo largo de sus páginas, lo sana y lo confunde: “Sin embargo, a fuerza de
acomodar la historia, Dámaso acabaría por no saber distinguir muy bien la parte
que era real de la que era inventada, si es que, al final, no eran lo mismo”,
afirma el narrador en la pág. 74. Pero el protagonista se ha casado con
Candela, que tiene sueños premonitorios, y ha tenido dos hijos con ella, Andrés
y Esther, y pese a estar instaurada la democracia durante tantos años, Dámaso,
destacado luchador antifranquista, ahora verá cómo su hijo empieza a simpatizar
con la extrema derecha; su hija Esther oposita a convertirse en profesora,
aunque sin suerte, y es amante de un hombre casado, director de una academia.
La sombra y el recuerdo de Violeta vuelve, muchos años después, en forma de whatsapp. Y ahora, cuatro decenios desde
que Dámaso llegara a la ciudad, después de una vida plagada de lucha y de
privaciones, aunque algún que otro éxito también, se encuentra de nuevo en la
casilla de salida, y el protagonista de
Mañana sin falta en un espectacular guiño del destino, tomará al borde de
la jubilación, una decisión trascendental: realizar un golpe de efecto en la
Biblioteca donde trabaja en estos últimos años, y emprender el viaje de su
vida.
Justo Vila
ofrece en Mañana sin falta una aguda
reflexión crítica sobre la sociedad española, sigue las pautas narrativas de
una presentación formal radicalmente novedosa porque los acontecimientos
descritos, tan sarcásticos como mordaces, resultan de algún modo innovadores, alterna
objetividad y subjetividad narrativa, voces que apelan a la complicidad de los
lectores, utiliza un léxico rico, lleno expresividad fática donde la angustia
existencial y la incertidumbre forman parte del eje temático de esta novela, tan
realista como crítica, tan irónica en su parte final, y ejemplo de la muestra
de ese ambiente provinciano tan característico en la mejor narrativa española
de los últimos decenios.
MAÑANA
SIN FALTA
Justo
Vila
Madrid, Trifaldi, 2019; 216 pp.
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