…me
gusta
SECRETOS
Algo turba nuestra existencia, aun en los
momentos y situaciones más comunes, incluso en aquellos aspectos en que la
cotidianidad se convierte en rutina y nuestra vida se levanta sobre un muro de
silencios. Quizá por este motivo José Ovejero (Madrid, 1958) ensaya en sus
novelas el arte de las relaciones humanas con una rabiosa actualidad como
trasfondo, en una amplísima diversidad temática, como ocurriera en Las vidas
ajenas (2005), con el fenómeno de la inmigración y sus problemas de
integración. También en esta ocasión se sirve de una inmigrante para contar en Nunca
pasa nada (2007) parte de la vida de sus personajes, protagonizada por la
joven ecuatoriana Olivia. Una historia donde la perspectiva narrativa recae en
sus personajes, cinco en total que encabezan otros tantos capítulos de la novela. Carmela y
Nico forman parte de una pequeña burguesía que contrata como niñera y empleada
de hogar a Olivia, quien arrastra una truculenta historia que sustentará parte
del conflicto a narrar.
A medida que avanzamos en Nunca pasa
nada se suceden los secretos, las culpas y los miedos, de la mayoría
de sus personajes, tanto en la suerte que corren el joven matrimonio y Olivia o
las intervenciones de un extraño adolescente que aparece en sus vidas, Claudio,
y que se configura como un perfecto inadaptado, un rebelde en su actitud y en
sus actuaciones, pero que se muestra como el auténtico ser que denuncia, con su
plante y su presencia, la hipócrita visión de una sociedad y de un orden
establecidos. Sin que, por ello, su propia vida tampoco resulte un modelo de
conducta; parece extraño que desaparezca de la escena sin apenas consecuencia
alguna. Y Julián, el quinto personaje, el jardinero, que ha traído a la casa a
la joven compatriota, se aprovecha de la situación y de, alguna manera, intenta
sacar partido presionando a Olivia con la deuda contraída. La narración que
arranca con un aire costumbrista, se va complicando una vez que el lector se
sitúa en el origen de la historia y de la vida sus personajes. Quizá lo mejor
está en el esbozado inicial, en la voluntad de la ecuatoriana por sobrevivir y
sacar adelante a una madre enferma en su país; pero pronto verá cómo esta
necesidad se convierte en una espiral de conflictos que incluso se proyectan
sobre sus compatriotas o la pequeña Bertita. La relación que estable con los
dueños de la casa donde trabaja es tal que, de alguna manera, descubre las
fisuras de una pareja y las traiciones del matrimonio; la joven no ajena al
conflicto se dejará arrastrar sin que la libertad que Nico se toma con ella
llegue a mayores. Quizá por eso, en ocasiones, el relato decae porque se aleja
del propósito inicial, es decir, las relaciones entre los buenos burgueses y
sus empleadas domésticas inmigrantes o todo lo que pueda acarrear de su
situación ilegal en el país. Al final, con algunas de las situaciones y
personajes esbozados, se acelera el desenlace con víctimas incluidas. Todo se
precipita porque, de alguna manera, hay que acabar una novela repleta de
elipsis, de espléndidas situaciones y de un manejo del arte de narrar en que
sobresale Ovejero.
NUNCA
PASA NADA
José
Ovejero
Alfaguara, Madrid,
2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario