Carmen de Burgos
Colombine
Visión de Portugal
Uno de los aspectos del perfil
multifacético y singular que caracteriza la obra de Carmen de Burgos, Colombine, fue la especial vinculación
que mantuvo a lo largo de toda su vida con Portugal. Ese vínculo se debió a la combinación de factores muy diversos que no empezaron a actuar
hasta el momento en que se dieron una serie de importantes transformaciones en la vida
del país vecino,
las mismas que alentarían, aunque en menor medida,
la curiosidad de una buena parte de los intelectuales españoles, indiferentes
hasta entonces hacia todo lo que viniera del
país ibérico, con la excepción de Miguel de Unamuno. Dos acontecimientos
estuvieron en el origen de ese súbito interés
por Portugal de los intelectuales hispanos: la
proclamación en 1910 de la República Portuguesa, un acontecimiento
que, tras el período de excepcionalidad que se había iniciado en España en 1909
con la Semana Trágica
y su represión, convertía a Portugal en ejemplo político para los intelectuales
españoles de ideología más radical;
y seis años después, con su entrada en la Primera Guerra Mundial, Portugal daba
ejemplo de nuevo y se reafirmaba en sus posiciones a los intelectuales
aliadófilos y republicanos de su vecino ibérico.
Estos acontecimientos suscitaron
en España un gran interés por las noticias procedentes de Portugal e hicieron
que los periódicos enviaran por primera vez corresponsales a cubrir la
actualidad portuguesa, aunque, en ocasiones, los periódicos se limitaron a
aprovechar los viajes privados de algunos de sus colaboradores para encargarles
crónicas políticas, como ocurriría en más de una ocasión con la propia Colombine. Y
ese interés por Portugal coincidió con el resurgir que desde el fin de siglo
habían experimentado en España las ideas iberistas. Por lo que respecta al caso
de Colombine hay que decir que fue la Guerra Mundial la que, unida a la relación con
Ramón Gómez de Serna, acabó encaminando sus pasos hacia Portugal. Las
particulares características de la relación que la autora mantenía con Ramón
desde 1909 habían convertido los viajes al extranjero en una necesidad para la pareja. Por esa razón,
después de que la guerra la obligara a interrumpir el viaje por Europa que
había emprendido en el verano de 1914, y después también de la breve escala en
la playa de Figueira da Foz que hizo a su regreso, Colombine le propuso a Ramón
que su siguiente viaje al extranjero tuviera como destino Portugal. El viaje
tuvo lugar en 1915 y quedó reflejado en la novela autobiográfica La Flor de la Playa (1920), donde la
autora narraba la aventura portuguesa de una pareja de novios españoles.
A ese primer viaje
siguieron otros muchos que fueron consolidando la relación de Colombine con
Portugal. Así, en el que hizo en 1919, la autora envió a El Heraldo de
Madrid una serie de entrevistas con personajes públicos de la joven República,
mientras que en 1920 impartió un curso de Literatura Española en la Universidad de Lisboa y un ciclo de conferencias en la Academia de Ciencias de Lisboa, institución
a la que pertenecía la almeriense que, por
la defensa que
había hecho de la República Portuguesa en España,
había sido nombrada asimismo Comendadora de la Orden
de Santiago de la Espada. Por esos mismos años, Colombine colaboró
en el diario O Mundo con
la sección “Coisas
de Espanha. Crónica
de Colombine”,
dedicada a la actualidad literaria española, mientras hacía otro tanto, aunque en sentido inverso, en las
páginas de El Heraldo y la revista Cosmópolis.
La relación de la autora con el país ibérico se estrecharía más después de que Ramón
emprendiera, a comienzos
de 1922, la construcción en Estoril del chalet “El ventanal”
que permitió a la pareja residir de forma estable en Portugal entre finales
de 1924 y marzo de 1926. Tras abandonar el país en este
último año, Colombine volvería a Lisboa en 1927 y, unos meses
antes de su muerte, en 1931.
Gracias a sus viajes, la
autora logró entablar estrechas relaciones con el mundo literario portugués y,
sobre todo, con las escritoras y feministas lusas, como Ana de Castro
Osório, autora de Às
Mulheres Portuguesas (1905) y fundadora de la
“Liga Republicana
das Mulheres Portuguesas”, a quien Colombine llamó en 1916 “la escritora
portuguesa más representativa”. Vínculos personales que explican la
significativa presencia del país en la obra de Colombine. De hecho, además de
las crónicas ya mencionadas, la autora publicó hasta siete novelas cortas de
tema portugués a raíz de sus distintos viajes por el país vecino. Las tres
primeras parecen haberse gestado en los viajes de 1915-1916: Los míseros (1916), ambientada en la colonia de veraneantes españoles de Figueira da Foz; Las tricanas (1916), que narra
la historia de la amante de un estudiante de Coimbra, y Don Manolito
(1916), inspirada en un
personaje real, un republicano español exiliado al que Carmen y Ramón
conocieron en Lisboa. Las restantes fueron escritas a comienzos de los años veinte, aunque
todas antes de instalarse en “El
Ventanal”: La Flor
de la Playa (1920), Los
amores de Faustino (1920), ambientada en el zoológico de Lisboa; El suicida
asesinado (1922), construida sobre las notas de un ahogado
en Cascais, y finalmente El hastío de amor (1923), basada en las Lettres Portugaises (1669). A ellas hay que añadir El retorno (1922),
una novela extensa de tema espiritista
que fue publicada simultáneamente en portugués y español y que transcurre en
los ambientes cosmopolitas de Estoril.
La imagen de Portugal que
encontramos en los textos de Colombine sobresale un importante componente de
subjetividad que hace que lo que en un principio no es más que un simple viaje
de “descubrimiento“ del país acabe convirtiéndose en “peregrinación”, es decir, en un proceso de
autodescubrimiento. Donde mejor se muestra ese componente subjetivo de la visión que Colombine tiene de Portugal
es en capítulo dedicado en Mis viajes por Europa, capítulos LIX- LXXI, y en sus novelas, como en la autobiográfica La flor de la playa, donde,
como refugio de la pareja
de amantes, el país aparece presentado como paraíso terrenal.
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