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miércoles, 16 de octubre de 2019

Gustavo Martín Garzo


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                            MALDITO AMOR
                     
                     

       Las historias que cuenta Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948) contienen esa sabiduría que se sabe en los grandes maestros del género: la originalidad y el rigor del estilo, la tensión en el relato y la arquitectura del mismo, características que el vallisoletano fundamenta en los personajes y en la atmósfera donde estos se desenvuelven; y aún añadimos que las buenas obras narrativas se sintetizan en una breve anécdota para, en definitiva, dar paso a una historia más compleja. Martín Garzo es hoy un reconocido autor desde que publicó Luz no usada (1985), después El lenguaje de las fuentes (1994), Premio Nacional, Las historia de Marta y Fernando (1999), Premio Nadal, El valle de las gigantas (2000), la estremecedora novela, La soñadora (2002), una nueva alegoría sobre el amor, representada por las historias paralelas, aunque dilatadas en el tiempo, de dos mujeres que verán frustrados sus amores de juventud: Adela y Aurora verán cómo sus respectivas relaciones con el ingeniero Monzó y Juan se han convertido en símbolos de perdición y se sienten unidas por un mismo trágico final. Y han seguido, en un calculado ritmo, Los amores imprudentes (2004), El jardín dorado (2008), Tan cerca del aire (2010), Donde no estás (2014), La ofrenda (2018), entre otras, y la reciente, La rama que no existe (2019), una novela lírica, contada con subjetividad y una precisa atención al mínimo detalle.
       La historia está contada en primera persona por Gonzalo, un profesor de Ciencias Naturales en un instituto de bachillerato en un pueblo costero de Cantabria. Al centro escolar llega una joven profesora de Literatura francesa, Claudia Serra, de la que se siente pronto atraído el narrador y con la que vivirá una íntima relación más allá de la amistad. Claudia es una mujer compleja, y sabremos que arrastra el peso de una culpa por la muerte de su hijo Daniel en un accidente de coche que ella conducía. La relación entre ambos personajes y la tragedia se convierten en la trama principal e iremos descubriendo experiencias de la protagonista, y como entra en escena un tercer personaje, cuando la joven conoce al pintor Eduardo Blanchard, quien ha disfrutado de éxito durante años, pero ha dejado de pintar retirado en un pueblo cercano, Caviedes, a donde acude Claudia atraída por el aura del artista.
       Martín Garzo construye una excelente novela, un texto que cuida en todos sus aspectos, acertadas elipsis, mezcla de unas historias narradas de forma extraordinaria, se agradece la brevedad de los capítulos, pero sobre todo elabora sus páginas combinando sencillez y ese sostenido aliento lírico que caracteriza a su obra en general; las perspectivas que integran la narración autobiográfica de Gonzalo, quedan anotadas en un cuaderno que le regaló Claudia, y llevan a personajes y a lectores por los misteriosos territorios del amor y del sufrimiento, territorios que en esta novela se alejan de lo banal, y nos descubren esas otras bellezas, aunque insistamos en que el mundo está lleno de dolor, y veamos cómo buena parte de esa belleza nos remite a la pintura de María Blanchard, ese otro personaje real que se asoma a la novela a través de un supuesto sobrino-nieto, Eduardo Blanchard, personaje ficticio, pintor y co-protagonista de La rama que no existe, y que junto a Eduardo y a Claudia quedará envuelto en una relación surcada de misterio y sorpresas.
       La vida de estos tres personajes transcurre en el presente, y se alterna una fragmentaria rememoración de sus vidas pasadas, con los triunfos y los fracasos de una obsesionada Claudia por sus recuerdos, que Martín Garzo combina en la voz del narrador y la visión de otros personajes cuyas experiencias comparten. Gonzalo narra en primera persona, y cuando cambia el espacio una tercera persona acaba revelando que aquello lo contaba su amiga Claudia; ocurre cuando el narrador habla de la vida del pintor Blanchard y su esposa en el pasado y sigue con la de Claudia y su relación con el pintor y sus cuadros, cuyas figuraciones enfermizas, de misterio y belleza se funden para dejar constancia explícita de que Claudia revela aquellas historias a Gonzalo, quien las escribe unos veinte años más tarde, fundiendo en su relato lo contado por Blanchard a Claudia y lo que ésta le transmite al narrador. En el último capítulo se incluye una carta de Claudia que lleva a un final misterioso e inquietante, nacido de los sueños, el arte y la belleza en su razonada irracionalidad.







LA RAMA QUE NO EXISTE
Gustavo Martín Garzo
Barcelona, Destino, 2019

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