… me
gusta
MALDITO AMOR
Las historias
que cuenta Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948) contienen esa sabiduría que
se sabe en los grandes maestros del género: la originalidad y el rigor del
estilo, la tensión en el relato y la arquitectura del mismo, características
que el vallisoletano fundamenta en los personajes y en la atmósfera donde estos
se desenvuelven; y aún añadimos que las buenas obras narrativas se sintetizan
en una breve anécdota para, en definitiva, dar paso a una historia más
compleja. Martín Garzo es hoy un reconocido autor desde que publicó Luz no
usada (1985), después El
lenguaje de las fuentes (1994), Premio Nacional, Las historia de Marta y
Fernando (1999), Premio Nadal, El valle de las gigantas (2000), la
estremecedora novela, La soñadora (2002), una nueva alegoría sobre el
amor, representada por las historias paralelas, aunque dilatadas en el tiempo, de
dos mujeres que verán frustrados sus amores de juventud: Adela y Aurora verán
cómo sus respectivas relaciones con el ingeniero Monzó y Juan se han convertido
en símbolos de perdición y se sienten unidas por un mismo trágico final. Y han
seguido, en un calculado ritmo, Los amores
imprudentes (2004), El jardín dorado
(2008), Tan cerca del aire (2010), Donde no estás (2014), La ofrenda (2018), entre otras, y la
reciente, La rama que no existe (2019),
una novela lírica, contada con subjetividad y una precisa atención al mínimo detalle.
La historia está
contada en primera persona por Gonzalo, un profesor de Ciencias Naturales en un
instituto de bachillerato en un pueblo costero de Cantabria. Al centro escolar llega
una joven profesora de Literatura francesa, Claudia Serra, de la que se siente
pronto atraído el narrador y con la que vivirá una íntima relación más allá de la amistad. Claudia
es una mujer compleja, y sabremos que arrastra el peso de una culpa por la
muerte de su hijo Daniel en un accidente de coche que ella conducía. La
relación entre ambos personajes y la tragedia se convierten en la trama
principal e iremos descubriendo experiencias de la protagonista, y como entra
en escena un tercer personaje, cuando la joven conoce al pintor Eduardo
Blanchard, quien ha disfrutado de éxito durante años, pero ha dejado de pintar
retirado en un pueblo cercano, Caviedes, a donde acude Claudia atraída por el
aura del artista.
Martín Garzo construye
una excelente novela, un texto que cuida en todos sus aspectos, acertadas elipsis,
mezcla de unas historias narradas de forma extraordinaria, se agradece la
brevedad de los capítulos, pero sobre todo elabora sus páginas combinando sencillez
y ese sostenido aliento lírico que caracteriza a su obra en general; las
perspectivas que integran la narración autobiográfica de Gonzalo, quedan
anotadas en un cuaderno que le regaló Claudia, y llevan a personajes y a lectores
por los misteriosos territorios del amor y del sufrimiento, territorios que en
esta novela se alejan de lo banal, y nos descubren esas otras bellezas, aunque insistamos
en que el mundo está lleno de dolor, y veamos cómo buena parte de esa belleza
nos remite a la pintura de María Blanchard, ese otro personaje real que se
asoma a la novela a través de un supuesto sobrino-nieto, Eduardo Blanchard,
personaje ficticio, pintor y co-protagonista de La rama que no existe, y que junto a Eduardo y a Claudia quedará
envuelto en una relación surcada de misterio y sorpresas.
La vida de
estos tres personajes transcurre en el presente, y se alterna una fragmentaria
rememoración de sus vidas pasadas, con los triunfos y los fracasos de una
obsesionada Claudia por sus recuerdos, que Martín Garzo combina en la voz del
narrador y la visión de otros personajes cuyas experiencias comparten. Gonzalo
narra en primera persona, y cuando cambia el espacio una tercera persona acaba
revelando que aquello lo contaba su amiga Claudia; ocurre cuando el narrador
habla de la vida del pintor Blanchard y su esposa en el pasado y sigue con la de Claudia y su
relación con el pintor y sus cuadros, cuyas figuraciones enfermizas, de misterio
y belleza se funden para dejar constancia explícita de que Claudia revela
aquellas historias a Gonzalo, quien las escribe unos veinte años más tarde,
fundiendo en su relato lo contado por Blanchard a Claudia y lo que ésta le
transmite al narrador. En el último capítulo se incluye una carta de Claudia
que lleva a un final misterioso e inquietante, nacido de los sueños, el arte y
la belleza en su razonada irracionalidad.
LA RAMA QUE NO EXISTE
Gustavo
Martín Garzo
Barcelona,
Destino, 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario