Yanina Rosenberg: “La paradoja está en creer que lo
fantástico y lo real son dos paradojas opuestas”.
Yanina Rosenberg (Buenos Aires, Argentina, 1980),
es farmacéutica y licenciada en Letras. Sus cuentos han sido premiados en
Argentina, Perú y España, y publicados en antologías y en el suplemento
cultural de Diario Perfil, de
la Revista Ñ del diario Clarín y en Granta. Su primera novela, Momento Estocolmo 2016, que será próximamente publicada,
fue premiada por el Fondo Nacional de las Artes. La piel intrusa (Páginas de Espuma, 2019) es su primer libro de cuentos, recibió
en 2017 el segundo premio del Concurso Fundación El Libro; su cuento “Orgullo
estratégico” forma parte del proyecto Audiocuentos
de la Nueva
Narrativa Argentina.
¿Resultaría
paradójico conceptuar lo fantástico como algo real?
La paradoja
está en creer que lo fantástico y lo real son dos entidades opuestas, cuando en
realidad son más bien simbióticas. Lo fantástico no existiría sin lo que
consideramos real y la realidad sería insoportable sin la posibilidad de lo
fantástico. Se complementan y equilibran entre sí. En algunos de mis cuentos,
por ejemplo, se muestra el lado más realista de una madre, con sus lados más
oscuros, lejos de las apariencias y los mandatos de la sociedad, y a partir de
eso resulta casi inevitable la aparición del elemento fantástico, aunque sea
como vía de escape. Lo real necesita equilibrarse con lo fantástico y
viceversa. En esa búsqueda de equilibrio, los límites entre uno y otro se
terminan esfumando.
¿Qué posibilidades ofrece el concepto de maternidad para
un cuento?
La maternidad
es un iceberg en cuya punta está la devoción y el amor maternal, mientras que,
por debajo de la línea del agua, está oculto todo aquello que la sociedad
obliga a las madres a reprimir porque no concuerda con la descripción del amor
maternal. Las posibilidades son infinitas.
En sus relatos predomina una voz femenina, ¿es algo
voluntario o se concreta por la historia a contar?
La voz surge
de la necesidad de la narración, de lo que quiero contar. Aunque no estoy
segura de que sea una elección consciente, sino más instintiva.
Las historias que cuenta, La piel intrusa (2019), ¿forman parte de sus obsesiones?
Retrospectivamente,
puedo decir que sí. Veo obsesión en las relaciones humanas, especialmente en el
modo en que están formateadas, en las etiquetas que nos pone la sociedad y nos
dice cómo se debe actuar ante tal o cual situación, incluso nos dicen lo que
está permitido sentir. Pero lo que más me obsesiona es, sin dudas, la
existencia de límites. Los límites en las relaciones de pareja, en las
amistades, entre una madre y un hijo. Hasta dónde llega el límite de lo
correcto, lo moral, y a partir de dónde se empieza a habitar el tabú, a partir
de dónde todo se convierte en un gran tobogán destinado a arrastrarnos hacia la
tragedia.
Sus textos están fuera del tiempo y del lugar, ¿qué
pretende con esto?
Conceptualizar,
llegar a la
abstracción. Lo que ocurre en mis cuentos podría ocurrir en
cualquier momento, en cualquier lugar. Hay en mis personajes sentimientos
universales, más o menos reprimidos según las imposiciones de cada sociedad,
pero universales al fin. ¿Qué madre no sintió nunca un mínimo de vergüenza ante
el berrinche de un hijo? ¿Quién no sintió impotencia al ver marchitar a su propia
pareja? ¿Quién no conoce una historia de mujeres que pelearon por un hombre?
¿Para usted lo irracional supone ver más allá de un
realismo cotidiano?
Lo irracional
es parte de nuestra realidad. Pero al no comprenderlo, al no tenerlo definido y
bien explicado, lo tildamos de irracional y lo apartamos de nosotros, lo
negamos, ya sea por miedo o por precaución.
Nuestro mundo sigue siendo precario, ¿de ahí su empeño en
mostrar historias quebradizas que nos llevan a lo desconocido?
Más que
precario, me gustaría decirle rígido. Nuestro mundo es un juguete de niños
donde cada forma, cada triangulito, cada cuadradito, encaja en su respectivo
lugar. Conocemos la forma del triángulo y estamos seguros que allí sólo cabría
el triángulo, y ni siquiera se nos ocurre hacer el intento de pasar el círculo
por ahí. Sería enriquecedor escapar a
esa rigidez, abrir la
mente. Aunque sea durante ese mínimo instante antes de que lo
desconocido pase a ser conocido y pierda esa capacidad de sorprendernos.
Sus fantasías llegan a ser reales, y por consiguiente ¿el
lector debe creerse sus cuentos como parte de lo cotidiano?
El lector debe
mantener la mirada atenta. Ver lo extraño como algo cotidiano le quitaría la extrañeza. Considerar
que algo fuera de lo común, algo distinto a lo que estamos acostumbrados, puede
ocurrirnos en cualquier momento, en cualquier lugar, puede ofrecer terror, sí,
pero también aire fresco. La posibilidad de fuga hacia otras realidades, hacia
situaciones impensadas, ilógicas, incluso absurdas, hace que la realidad, a
veces tan pesada, resulte menos sofocante. El lector debería estar abierto a
una realidad más amplia de la que conoce.
¿Qué le debe a Horacio Quiroga si hablamos de una deuda
con el clásico cuentista?
Sin dudas le
debo la mirada extranjera, por momentos aniñada, capaz de resignificarlo todo. Como
lectora agradezco siempre a los autores que, como se dice, ponen el mundo patas
para arriba.
Su libro La piel
intrusa viene acompañado por el Premio Fundación El Libro, ¿qué supone para
usted publicarlo en España?
Tanto el
premio como el haberlo publicado por una editorial a la que tanto admiro como
Páginas de Espuma suponen un inmenso honor y responsabilidad. El honor de haber
sido leída por gente a la que tanto admiro, y responsabilidad por poder
devolver algo de lo que me dieron al creer en mis cuentos.
El jurado del premio destacó “el sutil erotismo” de sus
relatos, ¿hasta qué punto resultan eróticas sus historias?
Son eróticas
en cuanto a la intensidad de los deseos que sienten los personajes. Y no me
refiero solamente al deseo sexual sino al deseo de búsqueda, de cambio, de
escape. El erotismo relacionado con lo sexual no es intencional en mis
personajes. Creo que es una herramienta más a la que recurren en sus momentos
de desesperación.
En sus cuentos
se aprecian las diferentes relaciones entre hombres y mujeres, ¿el lector debe
percibir algo de feminismo oculto?
Más que
feminismo diría sexismo. Aunque no creo que esté oculto. En mis cuentos trato
de mostrar más que mencionar. Es necesario mostrar y demostrar más que gritar.
Aunque mis personajes griten con sus actitudes. Al cambio de paradigma que
tanto necesitamos, a la verdadera igualdad entre el hombre y la mujer, creo que
se puede llegar más fácil con ejemplos, mostrando los efectos de nuestras
acciones sobre el prójimo, más que con órdenes, gritos y contragritos. Por
decirlo de alguna forma, mis cuentos presentan escenas de feminismo explícito.
El miedo, esa prevención a lo desconocido, ¿sigue estando
presente en nuestra vida cotidiana de ahí esa insistencia en La piel intrusa?
A mí
particularmente me da más miedo lo que no conocemos que aquello que podemos
ver. Porque por muy atroz que ese algo sea, si podemos pensarlo y analizarlo, entonces
podemos buscar herramientas para enfrentarlo. Pensar en la existencia de un
monstruo hipotético es mucho más terrible que conocerlo y ver qué tan filosos
tiene los dientes.
Finalmente, ¿el lector deberá abrir su mente al mismo
tiempo que abra su libro?
Sí, y ojalá la
mantuviera abierta después de haber cerrado el libro. Con mentes más abiertas
todos seríamos mucho más felices.
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