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Promesas de diversión
David Trueba (Madrid, 1969), cineasta y narrador, escribe
sobre ese concepto universal que desarrollamos una vez en nuestra vida: la
infancia y la pubertad, etapa previa a una adolescencia como final de una niñez
y nos acerca a nuestro desarrollo como adultos; un hecho exclusivo desde una
perspectiva individual pero similar a esa generalidad de amigos y compañeros de
correrías que conocemos a lo largo de nuestra vida. No cabe imaginar que El río baja sucio (2019) deba ofrecernos
un relato de aparente sencillez, y despierte la suficiente emoción para que
llegue a un público lector amplio, interesado en descubrir por qué en unas
anodinas vacaciones de Semana Santa, y en ese momento de sus vidas, los catorce
años, Tom y Martín, que perciben su mundo de una forma distinta, conciban por
primera vez cómo baja el río. Trueba indaga, y con una suerte de éxito, en la
trascendencia que supone tomar conciencia de la imborrable experiencia vital de
ese paso entre la niñez y la primera adolescencia, cuando todo empieza a
cambiar, y uno redescubre ese paraíso perdido donde todo sucedía, y se convierte,
con el paso del tiempo, en un recuerdo para siempre porque, entre otras muchas
cosas, nunca ya nada será igual. De ahí que la novela apueste por esos
horizontes diferentes que asoman y sirven de advertencia frente a los retos que
invariablemente parecen haber estado ahí: las decisiones de los mayores, el
compromiso con el medio ambiente, el dolor y la ausencia, el sentido de la
honradez, la amistad, el despertar sexual y el amor, en definitiva ese trance
que tras unas vacaciones nos señala el desarrollo que determina cuándo somos
capaces de tomar nuestras propias decisiones.
Los amigos Tom
y Martín deambulan por la antesala de la madurez, en esa edad que descubre las
primeras experiencias de una temprana madurez, y estas afloran con intensidad. Días
en los que cualquier muchacho se tambalea en esa cuerda floja que supone la
vida, han superado los juegos infantiles, se asoman a la cruda realidad de
cuanto viven a su alrededor, todo les llama la atención, y también todo les
sorprende. Tom es el narrador de la historia que se cuenta en El río baja sucio, recuerda haber dejado
sus años de inocencia viviendo parte de esos momentos en la sierra madrileña,
donde siempre veraneaba y su madre tenía una casa; sucedieron unos hechos vinculados
a un problema mediombiental que marcaron su futuro para siempre, y fue consciente
entonces del valor ecológico de aquel río que siempre había estado allí.
Los jóvenes
sufren una auténtica inflexión en su vida porque aquella Semana Santa no
repetirían sus acostumbrados paseos en bici, sus pequeñas exploraciones, el
placer de vivir la experiencia de la naturaleza, sino que un día descubren al auténtico
protagonista de sus vacaciones, un misterioso personaje, Ros, ex presidiario
que vive en una apartada y abandonada finca, Los Rosales, y emprende su propia
cruzada para preservar el lugar, hecho que lleva a los jóvenes a tomar
conciencia de la degradación medioambiental; otros personajes se suman a la
historia, sobre todo Dánae, la hija de ese enigmático inquilino del caserón,
visita que provocará una sacudida entre los dos amigos en pugna por llamar la
atención de la joven. Como
personaje magnético para ambos, ejercerá el atrayente deseo de un acercamiento,
y una vez que Tom y Martín se introducen en su vida, y descubren el siniestro pasado
del padre, las consecuencias serán impredecibles; perderán su inocencia, y lo
harán en los muchos aspectos que le ofrece esa nueva vida; lograrán dar su paso
a la madurez en aquellas vacaciones y lo hacen con esa vaga sensación que
otorga lo infalible de una inconsciencia.
David Trueba escribe
sobre ese complejo proceso de maduración a que se llega solo una vez en la
vida, aunque como es habitual en este tipo de narraciones, intercala temas de
plena actualidad, ese espacio de la ecología sometida a la especulación, al
dinero que corrompe las voluntades de políticos corruptos que representan a
esos municipios que, supuestamente, generan riqueza para un bien común y todo
queda reducido a una especulación cuando el interés personal se impone, y se
habla de ese pasado doloroso que viven los adultos que vuelve con la intensidad
que condiciona el futuro que los jóvenes empiezan a experimentar pero que, de
alguna manera, deja atrás esa inocencia en la que hemos sido felices y de la
que nunca debemos arrepentirnos.
EL RÍO
BAJA SUCIO
David Trueba
Madrid,
Siruela, 2019
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