Historia de una conversión
Gonzalo Torrente
Ballester (El Ferrol, 1910- Salamanca, 1999) iniciaba su carrera literaria escribiendo
ensayos de teatro ideológico para minorías, y daba a la imprenta su primera
novela en 1943, Javier Mariño. La
suerte de este libro se resumió en un proceso de alejamiento y ostracismo por
parte de un grupo de intelectuales identificados con Falange, aunque pronto se
dieron cuenta que dicho programa no iba a conformar su vida de una manera
revolucionaria, o contrarrevolucionaria, inmersos en una sociedad que se
autoafirmaba nacida de la guerra de liberación. Torrente Ballester había
escrito Javier Mariño entre el otoño
de 1941 y el otoño de 1942, y cuando llegó el momento de publicarla, introdujo
diversas modificaciones en el texto para no tener problemas, y la novela fuese
grata al régimen franquista; no se fiaba de su condición de miembro de la
Falange, finalmente apareció en diciembre de 1943 y veinte días más tarde, el
10 de enero de 1944 los ejemplares existentes en las librerías fueron
retirados, y la editorial recibió orden de almacenarla, porque había en sus
páginas muchas cosas muy molestas para quienes guardaban la ética y el orden en
el régimen. El informe censor se lamentaba de un exceso de “imágenes lascivas” y
un evidente regodeo en ellas; al censor le disgustaba la posición política del
protagonista, muy ambigua; incluso, Javier
Mariño, carecía de auténticos sentimientos religiosos. Cayó en el olvido,
quizá engullida por el éxito de La
familia de Pascual Duarte (1942), de Cela y Nada (1944), de Laforet. Este alejamiento y ostracismo se hizo más
evidente, Dionisio Ridruejo encabezaba una rebelión que ya había liderado entre
1937 y 1939, pero Torrente Ballester, que había llegado más tarde a las filas
de Falange, la abandonó para adoptar una actitud de absoluto escepticismo,
manifestado esencialmente en su visión del mundo en consonancia con su obra narrativa.
En esta novela apunta en su retrato de los jóvenes intelectuales educados en el
control de los impulsos vitales por una autocrítica racionalista a ultranza que
los lleva al callejón sin salida de la abstención y del complejo de
superioridad. La historia de Javier
Mariño es la imposibilidad de la conversión, sea política, religiosa o
simplemente vital, y ese final patriótico postizo nos inclina a pensar que fue
una auténtica imposición, pero no la salvó de una última prohibición que hoy
fechamos en 1943; la edición fue retirada de la venta, y explica que no se la
haya considerado hasta ahora, como merecía, entre las mejores novelas de
aquella década a la hora de los balances narrativos. Fue la única que entonces
se inscribía en la nueva tradición de la novela intelectual europea sin
abandonar esas evidentes raíces autóctonas noventayochistas.
El argumento
Un joven, de
familia acomodada y de costumbres tradicionales, bastante escéptico, algo
desengañado, encerrado en sí mismo, se ve obligado a escapar a toda posible
complicación que fuerce su destino, sale de España en las vísperas de la guerra
civil, dispuesto a forjar su vida en alguna nación americana donde los suyos
tienen intereses. De camino recala en París, donde reside varios meses, allí
recibe las primeras noticias del “pronunciamiento” del 18 de julio, como lo
califica él. Mariño declara sus simpatías por los “sublevados” en diversas
ocasiones, y ante quienes va conociendo, aunque esas simpatías chocan
ciertamente con la indiferencia, incluso el cinismo, que muestra hacia las
cuestiones políticas en general. Salvo la inquietud por la suerte de su
familia, con la que no consigue comunicarse, nada le preocupa y la ciudad y el
ambiente serán determinantes para él. En París, entre las numerosas personas
con quienes se relaciona o traba amistad, conoce a una joven francesa,
Magdalena, que va a ser la auténtica protagonista del relato; hija de una
familia rica, ha renunciado a los suyos y a su vida burguesa para afiliarse al Partido
Comunista, por el que trabaja con fervor de neófita. Javier es conservador
hasta la médula, pero cae rendido ante la poderosa personalidad de la joven,
que toca La Internacional al piano y llama “camaradas” a sus amigos. Muestra
Torrente Ballester, ¿un intento de reconciliación de las dos Españas que
ideológicamente se enfrentaban entonces? Pronto observamos que el comunismo de
Magdalena es temporal, ella abjurará de él por amor al joven español y sus
continuas contradicciones.
La novela se
desarrolla casi toda en París, ciudad que conoce bien el autor, puesto que el
fondo ambiental, variado y cosmopolita, se describe con un desenfado y crudeza
de buena ley, la diversidad y animación de sus personajes, dan a la novela un
sabor europeísta que no era frecuente en la narrativa de posguerra. Una vez
leída no imaginamos que la atmósfera cosmopolita sea para deslumbrar al lector;
lo que otorga a este libro de Torrente Ballester, y algunas otras novelas de la
misma época, esa dimensión "europea" es el meollo intelectual, las
cuantiosas ideas que circulan por las venas del relato, que anima a seguir ese
desarrollo de una profunda visión de mayores posibilidades temáticas y
estructurales como ocurrirá algunas décadas después. Numerosos peripecias,
variadas y dinámicas, perspectivas interesantes y el conocimiento de una vida
y expectativas diferentes, harán que Mariño supere su escepticismo y vuelva a
España con Magdalena, a quien convierte
en su mujer, pese a cierto turbio episodio de su pasado, después de atraerla
también, naturalmente, a su nuevo entusiasmo recobrado.
La novela
encierra una "intención", que nunca consideraríamos una tesis, el
autor sostiene ideas que resultan visibles a lo largo de la historia,
postulados políticos que rebate con otros personajes, y muestra su habilidad
para salir airoso de situaciones comprometidas. Es verdad que, el personaje
protagonista, es el responsable de que la lectura de la novela pueda resultar,
en algunos tramos, controvertida para los tiempos que corren. El propio
Torrente Ballester hacía alusión a esto en 1985: “tengo mis dudas acerca del
verdadero pensamiento político de este personaje: no que sea ambiguo, como
creía mi censor, sino que carece de él. Quien vea en esta figura lo que
realmente es, una persona y su máscara, sabrá qué atribuir a la máscara y qué a
la persona”. Marcos Giralt, en su Prólogo, “El novelista y su circunstancia”,
opina que “Javier Mariño es, desde luego, por muchas de sus creencias, un
personaje repelente, pero la historia de la literatura está llena de grandes
novelas sobre personajes repelentes y es de cajón, aunque haya que repetirlo,
que lo que piensa un personaje no es necesariamente lo que piensa su autor”. “En
cualquier caso”, apunta, “en lo que a Javier
Mariño atañe, su único delito es el de haber plegado su indudable instinto
de novelista a las demandas de la España en la que vivía”. Leída hoy, Javier Mariño, resulta interesante en la
medida en que permite adentrarse en los primeros tanteos del novelista
primerizo que se convertirá en uno de los grandes de nuestras letras a lo largo
de la segunda mitad del siglo XX, reconocemos sus dudas y titubeos, y los
primeros despuntes de una brillantez que derrocharía años más tarde en cientos
de páginas. Y, también, advierte Marcos Giralt, sobre Torrente Ballester “pudo
optar por no publicar, pero el precio era demasiado alto para alguien que desde
muy joven vivió para ser escritor”. Quizá para un joven gallego fue el
principio del camino, y sin él no habría existido lo demás.
Una nueva edición
Gonzalo Torrente
Ballester la rescató del olvido en la edición del primer tomo de sus Obras
Completas (Destino, 1976), y Seix Barral la publicó como volumen individual en
1985. En ambas ocasiones, el novelista hizo ajustes de diversa consideración.
Hoy, la editorial
Almuzara la incluye en su colección, La Guerra Civil contada por
sus protagonistas, y añade un prólogo, a cargo de Marcos Giralt Torrente, quien
afirma que el “magnífico novelista que llegó a ser se advierte ya en muchísimas
de sus páginas”.
Javier
Mariño
Gonzalo Torrente Ballester
Prólogo
Marcos Giralt Torrente
Córdoba,
Almuzara, 2019
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