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La felicidad como mentira
Los humanos
tenemos cierta inquietud por el pasado, y la memoria es una herramienta que nos
hace emprender un viaje en el tiempo, ese que quizá nos obliga a buscar
respuestas en nuestra vida cotidiana, o tal vez se convierta en ese intento de
justificar un pasado que nos resulte más idóneo y mejor, porque la memoria es
una herramienta fundamental en nuestra propia evolución, y de alguna manera nos
vemos obligados a valorar esa necesidad de recordar el pasado que se verá
potenciado por los vertiginosos avances y desarrollos sociales que vivimos, y a
que nos somete la sociedad actualmente. El peso del pasado sigue siendo ese
argumento válido y, en ocasiones, necesario para que Marian Izaguirre (Bilbao,
1951) construya sus historias, que han resultado ser una excelente propuesta
literaria, como ocurre en La vida cuando
era nuestra (2013) escrita con ese fervoroso sentimiento que la narradora
bilbaína incorporó a una novela esencialmente sentimental, aunque al mismo
tiempo se mostrará como un firme homenaje a la lectura, traducida en la
historia de dos mujeres, una que poco sabe y tiene poca experiencia de la vida,
y otra quizá demasiado. Entre estas miradas cómplices anda el talento
literario, y aun más la sorpresa lectora que siempre nos procura la narradora;
el concepto de lealtad, de entrega mutua, la deuda y el peso de un pasado que
dejaba una huella indeleble, en una etapa histórica significativa, y una perfecta
ambientación resumen los componentes para una historia tan intimista como la
anterior, aunque en este caso con mayores perspectivas, como Izaguirre plantea
en Los pasos que nos separan, (2014).
Y una historia sobre mujeres, Cuando aparecen los hombres (2017), sobre cómo
construimos nuestra identidad a través de los otros, sobre el peso de la culpa;
un juego de espejos en el que la protagonista se construye a sí misma a través
de otras dos mujeres, un viaje hacia delante y hacia atrás en el tiempo, para
que Teresa, la protagonista, se mire desde el ángulo positivo que resulta,
Elisabeth y, también, desde el negativo, personificado en Ángela.
Henar, una joven acomodada de Bilbao, se enamora de Martín
y toma la decisión de huir con él a Madrid; Martín, un chico humilde que sueña
con ser escritor, se enamora de la chica de los vestidos bonitos, y esta
decisión será el punto de partida del libro: la fuga de dos amantes que deberán
sortear las adversidades que la sociedad española de los 60 les impone en su
relación, porque ninguno de los dos esté dispuesto a renunciar a su amor. Deben
luchar en una España represiva que, entre otras muchas cosas, apenas admite los
derechos de las mujeres, pero que comienza a despertar e incorporarse a un
mundo más real. Después de muchos
inviernos (2019) se desarrolla en un Madrid que se abre lentamente a la
modernidad, pero sus protagonistas se alejarán de sus sueños y aprenderán a ser
adultos. El destino será caprichoso respecto a lo que se espera de ellos, y muy
pronto, por la suerte de un destino que encamina sus vidas, se verán separados
física y emocionalmente.
Dos voces irán
alternándose en el relato, y de alguna manera sostienen el peso de la narración
que, Izaguirre, construye desde dos puntos de vista, sobre los mismos hechos
comunes y volviendo la mirada al pasado para reconstruir un presente cercano
donde se incide en esa mirada sobre el ansia de un amor pleno, incluso más allá
de las distintas formas de vivirlo, y sobre la culpa y el dolor que este
sentimiento conlleva, y también los malos tratos, la infidelidad y la
insatisfacción personal, o la frustración, y las anheladas ganas de futuro con que
ambos protagonistas proyectaban sus respectivas vidas, pero transcurrido el tiempo
suficiente, Henar y Martín, han ido madurando y han cruzado el horizonte de una
vida que para ellos ha transcurrido con toda su intensidad, con cierta
esperanza mutua y, también, dejándose mucho en el camino, y por añadidura sufriendo
una acusada crudeza en sus vivencias. Aunque
Después de muchos inviernos es una novela de amor, ofrece una
curiosa mezcla de novela negra porque arranca con un crimen, pero es sobre
todo, una novela sobre la reciente historia de España, que la narradora
bilbaína documenta como una espléndida reseña sobre el glamour de las fiestas
de la alta sociedad, el ambiente de un Hollywood en su mejor momento como
séptimo arte, y nos acerca al trabajo que hay detrás del diseño y la confección
del vestuario, especialmente cuando se trata de ambientaciones en épocas
históricas que requieren de una exhaustiva mirada, nos pasea por las grandes
obras renacentistas que una inquieta Henar admira en el Museo del Prado para
inspirarse en su trabajo, se adentra en las bambalinas del gran teatro bonaerense
y, con un corte costumbrista, recorre el Madrid más castizo de las corralas, y el
Café Gijón con el ambiente literario de sus tertulias, puesto que Martín sueña
con ser escritor lo que sirve de excusa a la autora para dotar a la novela de
una cierta perspectiva metaliteraria.
El eje argumental,
las tres décadas que recorremos con sus protagonistas, se concreta en el
espacio temporal de dos jóvenes que se aman hasta que, transcurridos los
suficientes años, ambos ha sido capaces de superar sus frustraciones y sus
propios límites.
DESPUÉS
DE MUCHOS INVIERNOS
Marian
Izaguirre
Barcelona, Lumen, 2019
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