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domingo, 3 de julio de 2016

Desayuno con diamantes, 70



EL REALISMO PSICOLÓGICO DE ÁLVARO POMBO
Pombo publica, Un gran mundo, novela de una generación.



     La literatura ha procurado, desde siempre, recuperar el pasado a través de la memoria, y los novelistas recurren a su recuerdo para buscar respuestas a esos interrogantes personales que generación tras generación viera en su infancia, juventud, o esas otras épocas difíciles que han vivido; de igual manera, esa evocación se imbrica con evidentes aspectos psicológicos que otorgan a la realidad una atmósfera confusa, equívoca, ambigua, llena de matices y perspectivas. La tendencia al realismo psicológico fue una de las grandes novedades y aciertos de la Transición que hoy leemos en novelas de Martín Gaite, Luis Goytisolo, Vaz de Soto, José Antonio Gabriel y Galán, Sánchez Espeso, Esther Tusquets, Millás, y Álvaro Pombo desde sus comienzos. El parecido (1979), su primera novela, es un texto que vislumbra su futuro mundo narrativo; el realismo de Pombo se sustenta en una profundización, en la psicología de los personajes, en una escritura precisa y enriquecida por la sugerencia, la ambigüedad, o las múltiples connotaciones implícitas. El santanderino relata experiencias cotidianas de sus personajes interferidas por continuas recurrencias al pasado, sin olvidar lo oculto y lo implícito en sus propias vidas; sus personajes resultan problemáticos, poco importa que intentemos definirlos, forman parte de un estado de penumbra psicológica y sus vivencias con la realidad se traducen en la realidad misma porque casi todos reducen su personalidad al equívoco, a esa ambigüedad señalada  como si todo estuviera compuesto al revés de lo que parece, y obliga al lector a una continua pregunta, o a indagar en las relaciones que puedan derivarse de su identidad.

Realidad/ irrealidad
       El hallazgo de la propia identidad, la grácil disolución de lo real, o incluso ecos de una posible alineación son para Dieter Ingenschay las claves en la narrativa de Pombo, y temas esenciales en su obra: reflexión sobre la realidad y la irrealidad, irrupción de fuerzas exteriores en el interior del ser humano, problemas de personalidad, incluida la soledad y la alienación, el poder sobre las personas, una sexualidad vivida a través de una ensoñación, lo cuestionable de la verdad, la subjetividad y la objetividad, el desdoblamiento y sus reflejos, y finalmente una profunda meditación filosófica. Pombo sintetiza una rica gama de quiebros irónicos en sus personajes, y en los diálogos que intercambian para caracterizar sus historias, auténticas tragicomedias con constantes giros en torno al problema de la identidad. Un repaso somero de algunas de sus primeras obras ofrece una visión cercana al conjunto de su obra: El parecido (1979) carece de un verdadero protagonista, y la obra se compone de estimaciones, pensamientos, sentimientos y charlas entre las personas que hablan del desaparecido Jaime; El héroe de las mansardas de Mansard (1983) es una novela de formación o aprendizaje y su protagonista, Kus-Kús que vive en un palacete en el norte observa el misterio que se ciñe sobre el criado Julián, con quien empieza realmente la novela; El hijo adoptivo (1984), es un auténtico juego engañoso de la identidad, escrita para mostrar las sutiles reflexiones autobiográficas de un joven que vive retraído y sometido al recuerdo de una madre difunta; Los delitos insignificantes (1986), abunda en reflexiones generales y de actualidad entre el homosexual Ortega, en otro tiempo un prometedor escritor, y Quirós, un joven con ambiciones literarias, y un auténtico vividor; El metro de platino iridiado (1990), retrato de una historia familiar en el Madrid contemporáneo con una heroína clásica, María y su marido Martín, filósofo y escritor; el mundo que Pombo extenderá en su obra posterior.

Los 90
       En la década de los 90 tres obras de muy distinto carácter afianzan esa progresión de la complejidad interior de sus personajes, sobre todo los femeninos, Aparición del eterno femenino contada por S.M. El Rey (1993), recuerdos personales cercanos a la guerra civil y anécdotas sentimentales entre el Chino y Elke, un texto repleto de sentido de humor; Telepena de Celia Cecilia Villalobos (1995), enfático tratamiento psicológico del personaje que descubre su mundo interior en un monólogo interminable; Donde las mujeres (1996), cuya narradora protagonista cuenta su adolescencia y juventud y el progresivo abatimiento de sus mitificaciones personales; y de nuevo, relaciones humanas y sentimientos en El cielo raso (2001). Le han seguido, Una ventana al norte (2004), Contra natura (2005), La Fortuna de Matilda Turpin (2006) Premio Planeta, Virginia o el interior del mundo (2009), La previa muerte del lugarteniente Aloof (2009), El temblor del héroe (2012) Premio Nadal, Quédate con nosotros, Señor, porque atardece (2013), La transformación de Johanna Sansíleri (2014), hasta su última entrega, Un gran mundo (2015), cuya trama plantea al lector la reconstrucción no explícita de los hechos contados y las situaciones vividas para completar el análisis corrosivo del medio social que la novela presenta como degradado, y obliga a cierta complicidad con sus personajes.

Un gran mundo
       Aborda una problemática filosófica relacionada con la esencia humana y con los misterios de la conciencia, y se caracteriza, una vez más, por ese fraseo verbal del santanderino. Y así convierte, Un gran mundo, en una especie de novela río de comedidas dimensiones, poco más de 260 páginas, donde la observadora de una saga familiar cuenta la peripecia de los suyos a lo largo de toda la pasada centuria. La anciana mujer rememora la trayectoria decadente de un grupo social concreto entre sus inicios en la provincia un siglo atrás y el desenlace marcado por la muerte y los enterramientos, capítulos primero y último de la novela. En medio, se recuperan, no solo, aunque sobre todo, los años de plomo del franquismo en varios escenarios peninsulares. La provincia es la ciudad natal del autor que, con frecuencia aparece en sus novelas, provincia de hijosdalgo, porque en esa hidalguía identifica el paradigma de un grupo social exclusivista; es decir, la ideología, moral y convenciones externas de esta mesocracia pretenciosa y cómplice de la dictadura que queda en evidencia, y narrado por Elvira, tía de la narradora, una mujer atípica dentro de su medio, uno de esos personajes femeninos predilectos de Pombo, “extraterritorial”, como se la llama, libre, llena de contradicciones, y en la novela convertida en el emblema de una época que ofrece, en relación con otros parientes, un retrato coral que tiene mucho de novela de época. Una mujer cultivada, que confiesa galantemente que “la apreciación literaria y filosófica” ha formado parte esencial de su vida. La burguesía de provincia está representada por la brumosa, chiflada y esforzada tía Elvira, cuya vida se llena con sus matrimonios imprevisibles, su banal autoridad y la fidelidad a un mundo que sólo existe como reflejo de lo que nunca fue, un mundo que la sobrina, con su estilo abstruso, llama “metaestable”. Así toda la narración se mueve entre el intento de registrar la sinuosa vida de tía Elvira y la dificultad de percibir lo único y lo individual de algunos miembros de la familia. Un auténtico embrollo que, a pesar del intrincado soliloquio, deja al lector acercarse a todo un retablo familiar que preserva su estatus social en una auténtica hidalguía, como es costumbre en Pombo. Sobresalen, eso sí unos retratos de interior que expresan una gran complejidad moral al enfrentarse a las creencias, a la conciencia del pecado, a los hábitos, el matrimonio, por ejemplo, a las relaciones de pareja y de amistad o al erotismo. Las reflexiones de Pombo y sus personajes tienen valor genérico, aunque contienen una especial e intencionada validez como análisis casi generacional de esa burguesía franquista intransigente, clerical, de doble moral, enferma en su ética, pero sobre todo ridícula en su actitud estética, o esteticista.

Álvaro Pombo, Un gran mundo; Barcelona, Destino, 2015; 272 págs.

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