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LA MADRE DE GEORGE, UNA EDICIÓN ILUSTRADA DE UN INJUSTO
OLVIDADO STEPHEN CRANE
El
curioso estilo conciso, y evidentemente periodístico de Stephen Crane (Newark,
Nueva Jersey, 1871- Badenweiler, Alemania, 1900), le lleva a narrar los hechos
sin detenerse en palabras innecesarias y así sus textos ofrecen una estética al
servicio de la utilidad y la síntesis. Favorece este aspecto toda una sucesión
de imágenes que infunden mayor intensidad a las acciones, así los
acontecimientos que Crane relata son expuestos con objetividad, y le otorgan
fuerza a sus escenas, cierto dinamismo y una total agudeza. En ese sentido, la
prosa directa evita redundancias y circunloquios, muestra lo esencial contado en
frases breves, con gran economía de enlaces y abundante uso de los diálogos, del
punto y seguido y el punto y aparte. El autor emplea, en su justa medida, la
metáfora y solo cuando intenta agregar precisión a las ideas expuestas. El color,
la luz y las sombras resultan fundamentales en sus descripciones que han sido
consideradas de «impresionistas».
El
autor
Nacido
en Newark, una pequeña ciudad de New Jersey, el 1 de noviembre de 1871 , fue el
decimocuarto hijo de un eminente pastor protestante, de antiguo linaje, que
pronto rechazó con desprecio casi todo cuanto recibiera de su respetable
familia. Prefirió cursar estudios en la Academia Militar
Lafayette College y en la
Universidad de Siracusa. Muy joven, empezó a escribir para
algunos periódicos y, casi hasta su muerte, se ganó el sustento como reportero
independiente del Tribune y del Herald.
Algunos
de los años pasados en un mísero barrio de New York, el Bowery, dieron lugar a
su primer libro Maggie, una chica de la calle (1893), sugerente título que
recrea el ambiente de los suburbios neoyorquinos, que Crane terminó a los veintidós
años de edad, tras recibir un préstamo financiero. Al cabo de poco menos de
tres años, después de un viaje por motivos periodísticos, apareció el volumen
de poemas Los caballeros negros (1895), anticipo de la denominada poesía
«imaginista» de los primeros decenios del siglo XX.
Posteriormente,
animado por sus lecturas, Stephen Crane, quien jamás había combatido, publica
La roja insignia del valor (1895), magistral e imaginaria descripción acerca de
la iniciación de un joven en el servicio militar, y tras la inmediata
celebridad que le proporcionara esta novela, siguieron otros escritos, casi
todos fundados en episodios de su propia vida. En 1896, publica dos volúmenes
de cuentos La madre de George —estudio del miedo en la miseria de The Bowery—y
El pequeño regimiento —cuentos sobre la Guerra de Secesión—,y al año siguiente, una
novela semiautobiográfica La tercera violeta, a la que siguió El bote abierto (1898),
entre otras menos reconocidas como, Servicio activo (1899).
En
los últimos años de su corta vida, ya en declive su salud, se le encomendaron
trabajos como corresponsal en la guerra greco-turca y en Cuba, durante la Guerra Hispano-cubano-norteamericana.
Escribió
un total de doce libros hasta morir de tuberculosis, a los 28 años, en
Badenweiler (Alemania).
La
madre de George
Esta
novela corta –señala Miguel Ángel Martínez-Cabeza- ha vivido siempre a la
sombra de su predecesora, Maggie, una chica de la calle, ambientadas en el
Bowery, uno de los barrios pobres de Manhattan a finales del XIX. Sus
protagonistas, Maggie Jonson Y George Kelcey viven en el mismo edificio, en un
vecindario repleto de descendientes de emigrantes y con graves problemas sociales.
Crane dilató en el tiempo la escritura de La madre de George (Traspiés, 2016) y
solo cuando consiguió cierto reconocimiento por La roja insignia del valor,
publicó este breve texto en mayo de 1896, que Martínez-Cabeza caracteriza como
obra-puente entre Maggie y La roja insignia, porque en las tres se describe un
hogar familiar dominado por la madre que, siempre, actúa como ejemplo de los
más absolutos valores morales, el trabajo y la seguridad familiar. La señora
Kelcey lucha para mantener a George en la senda de la virtud, mientras el hijo
disfruta de las malas compañías de los amigos y sobre todo del alcohol; en
realidad, la madre intenta rescatar al hijo de todas las falsas ilusiones y de
su incapacidad de enfrentarse a la vida misma, tras esa ilusoria sensación de
convertirse con el paso del tiempo en alguien importante.
Crane
crea un excelente ejemplo de la complejidad de las relaciones entre individuo y
sociedad, sobre todo en la época y las circunstancias que se describen, y
mientras Maggie se enfrenta a su propia perdición, George quiere aprovechar
cualquier ocasión para darse a esos excesos que le brinda el momento; y nunca
sabemos si entenderlo como una víctima o protagonista de su propio destino.
Las
ilustraciones de Juan G. Lerma subrayan el dolor que el lector vislumbra en
estos personajes, protagonistas de una reprobada existencia.
Stephen
Crane; La madre de George; ilus., por Juan G. Lerma; Granada, Traspiés, 2016;
96 págs.
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