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sábado, 16 de julio de 2016

Stephen Crane



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LA MADRE DE GEORGE, UNA EDICIÓN ILUSTRADA DE UN INJUSTO OLVIDADO STEPHEN CRANE 


El curioso estilo conciso, y evidentemente periodístico de Stephen Crane (Newark, Nueva Jersey, 1871- Badenweiler, Alemania, 1900), le lleva a narrar los hechos sin detenerse en palabras innecesarias y así sus textos ofrecen una estética al servicio de la utilidad y la síntesis. Favorece este aspecto toda una sucesión de imágenes que infunden mayor intensidad a las acciones, así los acontecimientos que Crane relata son expuestos con objetividad, y le otorgan fuerza a sus escenas, cierto dinamismo y una total agudeza. En ese sentido, la prosa directa evita redundancias y circunloquios, muestra lo esencial contado en frases breves, con gran economía de enlaces y abundante uso de los diálogos, del punto y seguido y el punto y aparte. El autor emplea, en su justa medida, la metáfora y solo cuando intenta agregar precisión a las ideas expuestas. El color, la luz y las sombras resultan fundamentales en sus descripciones que han sido consideradas de «impresionistas».

El autor

Nacido en Newark, una pequeña ciudad de New Jersey, el 1 de noviembre de 1871 , fue el decimocuarto hijo de un eminente pastor protestante, de antiguo linaje, que pronto rechazó con desprecio casi todo cuanto recibiera de su respetable familia. Prefirió cursar estudios en la Academia Militar Lafayette College y en la Universidad de Siracusa. Muy joven, empezó a escribir para algunos periódicos y, casi hasta su muerte, se ganó el sustento como reportero independiente del Tribune y del Herald.
Algunos de los años pasados en un mísero barrio de New York, el Bowery, dieron lugar a su primer libro Maggie, una chica de la calle (1893), sugerente título que recrea el ambiente de los suburbios neoyorquinos, que Crane terminó a los veintidós años de edad, tras recibir un préstamo financiero. Al cabo de poco menos de tres años, después de un viaje por motivos periodísticos, apareció el volumen de poemas Los caballeros negros (1895), anticipo de la denominada poesía «imaginista» de los primeros decenios del siglo XX.
Posteriormente, animado por sus lecturas, Stephen Crane, quien jamás había combatido, publica La roja insignia del valor (1895), magistral e imaginaria descripción acerca de la iniciación de un joven en el servicio militar, y tras la inmediata celebridad que le proporcionara esta novela, siguieron otros escritos, casi todos funda­dos en episodios de su propia vida. En 1896, publica dos volúmenes de cuentos La madre de George —estudio del miedo en la miseria de The Bowery—y El pequeño regimiento —cuentos sobre la Guerra de Secesión—,y al año siguiente, una novela semiautobiográfica La tercera violeta, a la que siguió El bote abierto (1898), entre otras menos reconocidas como, Servicio activo (1899).
En los últimos años de su corta vida, ya en declive su salud, se le encomendaron trabajos como corresponsal en la guerra greco-turca y en Cuba, durante la Guerra Hispano-cubano-norteamericana.
Escribió un total de doce libros hasta morir de tuberculosis, a los 28 años, en Badenweiler (Alemania).



La madre de George

Esta novela corta –señala Miguel Ángel Martínez-Cabeza- ha vivido siempre a la sombra de su predecesora, Maggie, una chica de la calle, ambientadas en el Bowery, uno de los barrios pobres de Manhattan a finales del XIX. Sus protagonistas, Maggie Jonson Y George Kelcey viven en el mismo edificio, en un vecindario repleto de descendientes de emigrantes y con graves problemas sociales. Crane dilató en el tiempo la escritura de La madre de George (Traspiés, 2016) y solo cuando consiguió cierto reconocimiento por La roja insignia del valor, publicó este breve texto en mayo de 1896, que Martínez-Cabeza caracteriza como obra-puente entre Maggie y La roja insignia, porque en las tres se describe un hogar familiar dominado por la madre que, siempre, actúa como ejemplo de los más absolutos valores morales, el trabajo y la seguridad familiar. La señora Kelcey lucha para mantener a George en la senda de la virtud, mientras el hijo disfruta de las malas compañías de los amigos y sobre todo del alcohol; en realidad, la madre intenta rescatar al hijo de todas las falsas ilusiones y de su incapacidad de enfrentarse a la vida misma, tras esa ilusoria sensación de convertirse con el paso del tiempo en alguien importante.
Crane crea un excelente ejemplo de la complejidad de las relaciones entre individuo y sociedad, sobre todo en la época y las circunstancias que se describen, y mientras Maggie se enfrenta a su propia perdición, George quiere aprovechar cualquier ocasión para darse a esos excesos que le brinda el momento; y nunca sabemos si entenderlo como una víctima o protagonista de su propio destino.
Las ilustraciones de Juan G. Lerma subrayan el dolor que el lector vislumbra en estos personajes, protagonistas de una reprobada existencia.











Stephen Crane; La madre de George; ilus., por Juan G. Lerma; Granada, Traspiés, 2016; 96 págs.

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