… me
gusta
LEYENDAS DE BÉCQUER
Un loable intento para difundir nuestros
clásicos es el que está llevando a cabo el reciente sello 451 Editores, con
ediciones de ¡Mio Cid!, Lazarillo de Tormes, Leyendas de Bécquer
o Tragedias griegas, hasta el momento. Propósito que, evidentemente,
siempre hay que celebrar, sobre todo si se trata de autores de la trascendencia
de Gustavo Adolfo Bécquer, un autor que, como señala Lorenzo Silva, responsable
de la edición de esta especie de «Bécquer revisado», perdura porque su lenguaje
es exquisito, su capacidad de sugerir y suscitar emociones, inmensa, y su
intuición del misterio, el dolor y el mal, extraordinaria. La propuesta de Leyendas
de Bécquer, un Bécquer reloaded, siguiendo la definición de Silva,
es captar, en esencia, el espíritu de los originales, capaz de trascender a la
actualidad, en una especie de diálogo apasionado entre generaciones de
narradores tan distantes. Los autores seleccionados Elia Barceló, Juan Bonilla,
Carlos Castán, Fernando Marías, Marta Sanz, Juan Bas, Mercedes Abad y el propio
Lorenzo Silva, componen una nómina lo suficiente atractiva como para garantizar
el éxito de una antología puesto que, según el deseo del editor, de eso se
trata. Casi todos los autores, exceptuando a Barceló, Marías y Sanz, han
publicado algún libro de relatos, algunos casi con dedicación exclusiva, y lo
que se pretende de ellos, al menos así puede imaginarlo un lector interesado,
es que sus textos, actualicen al autor sevillano, partiendo, eso sí, de
premisas semejantes, incluida la atmósfera y la historia a contar.
Las leyendas becquerianas, desproporcionadamente
calificadas, con respecto al resto de su obra por estudiosos y ensayistas,
apenas algunas monografías y pequeños estudios, han valorado la trascendencia
literaria de este puñado de historias que, Baquero Goyanes, calificaba de
«modélicas narraciones en prosa en las cuales la poesía brota no sólo de un
lenguaje cuidado, musical, colorista, sino también, de la belleza de sus
temas». Y, aún añade el estudioso, que «el secreto de estas leyendas estaría
situando a idéntico nivel la calidad de su prosa y su valor como forja de un
mundo poético». En este mismo sentido, aunque con una profundidad poética
mayor, Luis Cernuda, con una aguda distinción puntualizaba que, «paralelamente
a como aproxima el verso a la prosa, trata también de acercar la prosa al
verso, no para escribir una prosa poética, sino para hacer de la prosa
instrumento efectivo de la poesía».
Merece la pena hacer un repaso de las
leyendas escogidas, quizá las más efectistas y conocidas por su tema y
tratamiento, porque, además, conviene resaltar los puntos de vista esgrimidos
por estos autores y el resultado final. Los títulos son: Los ojos verdes, vista
la historia como la obsesiva visión de una irrealidad que magistralmente
traslada Lorenzo Silva a una protagonista contemporánea, personificada en una
prometedora ejecutiva con final trágico; El beso, con asombrosos
elementos fantásticos, reconocibles por la habilidad de Elia Barceló para
ambientar su relato en una funeraria, donde uno de los chicos sorprende a sus
amigos, besando a una joven difunta; El Miserere, música y fantasía
dominan en un relato que Juan Bonilla justifica sobre una perdida partitura del
músico Ackerman para así reinventar una visión miserere del mundo; La
promesa, los amores de Margarita y Pedro que Carlos Castán traslada a una
compañía de cómicos, con primer actor incluido que cumplirá, finalmente, su
promesa; El Monte de las Ánimas, Alonso y Beatriz vuelven, en el cuento
de Fernando Marías, a vivir un intenso amor, trasladado magistralmente a una
actualidad convencional en la que la atmósfera persiste, aunque en esta ocasión
con una Beatriz rendida a los pies de un Alonso altivo y casquivano; el no
menos interesante y magistral Maese Pérez, el organista, o el espíritu
del prodigioso músico ciego que, Marta Sanz, traslada al protagonismo de una
joven que adquiere el compromiso de sustituir a su padre muerto, aunque con
algunos sucesos no menos fantásticos que en la propia leyenda, con apariciones
incluidas y una atmósfera creíble. Publicada como segunda leyenda, en el orden
cronológico, por el escritor sevillano, La cruz del diablo, versa sobre
el eterno concepto del mal, ese caballero a quien sus súbditos asesinan, pero
regresa para volver a sus tropelías aunque finalmente es vencido con una
oración de San Bartolomé; quizá la más fantástica de todas las historias
reunidas que Juan Bas ensaya con lenguaje lo menos convencional posible; y,
finalmente, La corza blanca, una de las más sutiles leyendas del andaluz
universal, la transformación de una joven en corza blanca, tema muy europeo, y
que Mercedes Abad pasea por Europa hasta una Ibiza turística, envuelta en el
glamour de la isla y en una descarnada visión del mundo de las drogas, capaces
de transformar a cualquier ser humano; una espléndida metáfora, quizá uno de
los cuentos más conseguidos, adaptado en todas las posibilidades que ofrece la
narración breve, la precisión, el tema y
el lenguaje, tan medido con conseguido.
LEYENDAS
DE BÉCQUER
Lorenzo
Silva y otros
451
editores, Madrid, 2007; 233 págs.
No hay comentarios:
Publicar un comentario