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sábado, 15 de octubre de 2016

Hoy tomo café con…



Claudio Cerdán

 “Las etiquetas muchas veces solo sirven para poder colocar el libro en una estantería o en otra del centro comercial”.



El autor murciano publica un thriller, El Club de los Mejores (2016) que firma con el seudónimo de Arthur Gunn.


Claudio Cerdán (Yecla, Murcia, 1981), es un escritor de novela negra. Con El país de los ciegos, ganó el Premio Novelpol a la Mejor Novela Negra del año en 2012, y finalista del XIII Premio Lengua de Trapo y del Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón. Un año después publicó, Cien años de perdón (2013), un thriller que fue recomendado por El País como una de las mejores novelas negras de 2013. Le siguió Un mundo peor (2014), una nueva incursión en el género policiaco que ganó el I Premio Ciudad de Santa Cruz a la Mejor Novela Negra de 2014. En 2014 publicó La revolución secreta, una mezcla de novela histórica, detectivesca y de terror ambientada en los últimos años de la Revolución Rusa, editada también en Sudamérica. Sangre fría (2015) es una historia de criminales y supervivencia no exenta de humor. Su última obra, El club de los mejores (Ediciones B, 2016) está firmada bajo el seudónimo de Arthur Gunn, y es una adictiva novela de intriga que ya ha sido comparada con Mystic River de Dennis Lehane y El cuerpo, de Stephen King.
        Cerdán había publicado dos títulos de género fantástico, El Dios de los Mutilados (2008) y Cicatrices (2010), y en 2012 en Francia La casa de chocolate, una inquietante novela aún inédita en español.

¿Todos guardamos un secreto de nuestra pasada infancia?
        Más bien todos tenemos un recuerdo oculto de lo que fue nuestra niñez. Nos acordamos de momentos concretos, detalles sueltos, pero nadie se atrevería a decir qué ocurrió exactamente tal día a tal hora.

Tal vez, por eso se justifica una novela como El club de los mejores (2016).
        La pregunta que me hice al escribir esta novela fue si en esos recuerdos neblinosos de mi infancia ocurrió algo que he suprimido. La respuesta está en la novela.

¿Cómo defendería su dedicación a la literatura de género?
        Guelbenzu asegura hacer alta literatura, pero sus tramas van de una jueza que resuelve crímenes. Yo creo que todo se puede enmarcar en un género, pero al final es el lector el que decidirá qué ha leído. Las etiquetas muchas veces solo sirven para poder colocar el libro en una estantería o en otra del centro comercial.

Sus temas oscilan entre el terror, la ciencia ficción o la novela negra, ¿dónde se encuentra más cómodo?
        Intento salir constantemente de mi zona de confort, encontrar nuevos retos, otros horizontes por explorar. Reconozco que tiendo a ir hacia la acción, los diálogos afilados y al humor negro, pero todo depende de lo que pida la historia.

Desde El dios de los mutilados (2008) hasta hoy su producción literaria ha sido vertiginosa, ¿el éxito llama a producir más?
        Escribo porque no sé hacer otra cosa. Yo no usaría la palabra éxito, sino privilegio. Hoy día es muy complicado que una editorial apueste por tu obra y en ese aspecto he sido muy afortunado.

Además, esta primera novela es el comienzo de una trilogía, ¿cómo en las grandes sagas el tema es necesario prolongarlo para tener una visión completa?
        No sé por qué me decidí a hacer tres libros, porque finalmente solo publicaron dos. Fantaseo con reescribir los dos primeros y añadir el tercero en una fabulosa edición de un solo tomo. Serían unas 800 páginas, así que no es tan descabellado. Es una trilogía algo distinta, dado que cada libro es autoconclusivo.

Sus novelas precedentes, Un mundo peor (2014) y Sangre fría (2015), son ya auténticos ensayos de la mejor novela negra. Si es así, ¿quiénes son sus maestros a la hora de abordar el género?
        En Sangre fría salen zombis, así que quizá no es un buen ejemplo. En cuanto a mis referentes, me gusta mucha gente como James Ellroy, Garth Ennis, Warren Ellis o Francisco González Ledesma, por citar solo unos pocos.


Foto: Laura Muñoz Hermida
Su última entrega, El club de los mejores, podría haber sido una historia de recuerdos infantiles, de esa etapa donde los días son agradables, se lleva una existencia apasionada, y sobre todo, se confía en los amigos, ¿por qué elaborar un auténtico relato en la mejor tradición de novela negra norteamericana?
        Quise alejarme lo más posible de mis propios recuerdos, dado que al tratar el tema de la infancia inevitablemente iban a aparecer. Así que situé la novela en EEUU y traté de hacer un homenaje a todos esos escritores norteamericanos que tanto me gustan. Al final me salió un thriller donde la parte nostálgica tiene mucho peso.

En la vida de Walter Millar, el protagonista de El club, hay mucho de thriller, ¿era inevitable un desarrollo como el que nos ha contado para desarrollar la historia?
        La vida de cualquiera está llena de claroscuros. No conozco a nadie que haya sido constantemente feliz. Siempre ocurre algo negativo, antes o después, y a veces te marca. Con Walter quería crear un personaje tridimensional, verosímil, con sus cualidades y mezquindades, sus puntos fuertes y sus flaquezas, sus aciertos y sus errores.

¿Por qué se esconde usted bajo un seudónimo tan característico: Arthur Gunn?
        Al plantearme El club de los mejores me di cuenta de que iba a exponerme demasiado. Esta novela tiene mucho de mis recuerdos, de mi infancia, de mi visión del mundo, y me aterraba que alguien se diera cuenta. Necesitaba alejarme lo más posible para así contar algo muy íntimo. Así que decidí esconderme tras una máscara, y Arthur Gunn me pareció la más apropiada.

¿El juego que inician Walter y Cormac es el eslabón perdido de su infancia?
        A las personas que se han leído el libro siempre les pregunto si han tenido a un Cormac en su vida, y la mayoría me responden que sí sin dudarlo un instante. Creo que personas como Cormac abundan más de lo que pensamos.

En esta novela, ¿lo importante son los personajes?
        Son una parte importante, sin duda. Sin buenos personajes no se puede hacer una buena novela. Además, creo que tiene muchas sorpresas y giros, por lo que la trama también tiene un gran peso dentro de la historia.

Es curioso que pese a tratarse de una novela negra nadie muere, ¿es quizá su recurso para alejarse del cliché del género?
        Fue un reto que me impuse antes de escribir. No me gustan los escritores tramposos que, para disimular que su novela es aburrida, meten un crimen cada 50 páginas para así reactivar el interés. Me parece un recurso de mal escritor. Así que decidí escribir una novela negra donde nadie muriese… o esa era mi intención al principio.

La amistad en la infancia es uno de los firmes valores de su historia, y la madurez de sus protagonistas adultera ese sentimiento, ¿esa es otra de las posibles lecturas de su novela?
        En El club de los mejores hablo del drama de hacerse mayor, de crecer, madurar, olvidar al niño que fuimos. A partir de ahí será el lector el que encuentre la lectura que quiera, no me corresponde a mí juzgarlo.

Su relato, con una trama perfecta, se inicia con el reglamento de unos niños, y al final, esos adultos ponen el punto y final a ese juramento, ¿ese era el precio que debían pagar por el secreto guardado en la niñez?
        Llega un momento en la vida en el que toca pasar página. No se puede vivir siempre anclado en el pasado. El reglamento del Club de los mejores es la clave donde se encuentra todo el enigma, y aparece ya en la primera página. Las consecuencias de ello lo pagan durante toda la novela.

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