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Crónica de una
bohemia
(A propósito del
libro, Alguien debería escribir un libro sobre Alejandro Sawa)
Realidad y ficción se funden en este
curioso libro, Alguien debería escribir un libro sobre Alejandro Sawa, de Pepe
Cervera, cuya lectura es muy recomendable, tanto para quienes conozcan al
bohemio sevillano como para quienes pretendan descubrir a un raro cuyo
paradigma vital fue llegar a ser un artista de la palabra.
Herman Bahr publicó un texto certero
sobre Sawa, a quien había conocido en 1889: «Nunca he encontrado en mi vida una
figura juvenil más hermosa, un Byron del proletariado, el beau ténébreux del
Romanticismo hecho mendigo». Más adelante, Bahr escribe que la fama de
Sawa corría de boca en boca e incluso llegaba a los pequeños rincones.
Sawa es un moderno; un español moderno en
frenéticos amores imposibles, furiosos y terribles. Alma robusta en gloriosa
búsqueda de lo absoluto; cima y justificación de los grandes, solo comparable a
Goya y Ribera. Alejandro Sawa nació un 15 de marzo de 1862, en Sevilla,
donde pasaría sus primeros años, aunque consta que residió en Málaga, donde
aprendió francés, y pasó por Granada, pues en el curso 1877-1878 obtuvo
matrícula extraordinaria en la
Facultad de Derecho de la ciudad. El joven inconformista
llegó a Madrid en la década de los ochenta y allí permaneció durante algún
tiempo, para luego viajar a París, Bruselas, el sur de Alemania e Italia,
aunque siempre estaba de vuelta en la capital francesa.
Extraño personaje recordado por Baroja como «un pobre hombre sin ninguna penetración, moreno, con cierto aire apostolar, melenas y barbas negras»; y Manuel Machado lo recuerda como un bohemio incorregible: «volvió entonces de París hablando de parnasianismo y de simbolismo, y recitando por primera vez en Madrid versos de Verlaine. Pocos estaban en el secreto».
Extraño personaje recordado por Baroja como «un pobre hombre sin ninguna penetración, moreno, con cierto aire apostolar, melenas y barbas negras»; y Manuel Machado lo recuerda como un bohemio incorregible: «volvió entonces de París hablando de parnasianismo y de simbolismo, y recitando por primera vez en Madrid versos de Verlaine. Pocos estaban en el secreto».
Sawa hoy
Hoy, sin lugar a
dudas, Alejandro Sawa es un raro cuyos libros duermen arrinconados en la oscura
balda de una no menos olvidada biblioteca y alejado de los lectores, tal vez un
genio que vivió equivocado cada día de su vida, pero sin duda un escritor que
había que rescatar y alguien como Pepe Cervera (Alfafar, Valencia, 1965) lo ha
hecho de manera brillante, y además en un libro que titula, Alguien debería escribir un libro sobre
Alejandro Sawa (2016) un texto que se muestra como un juego cómplice con el
lector, en el que Pepe Cervera ha cuajado a un tiempo una sucesiva colección de
relatos, género que él domina, y una novela peculiar, un cuaderno de bitácora
en su viaje a los años de la bohemia, unas memorias o. tal vez, el diario de
una larga obsesión personal, y en el mejor de los sentidos, una suerte de
ensayo sobre la voluntad artística, así como sobre las satisfacciones y los
desencantos de una pulsión literaria.
La novela
Pepe Cervera estructura y utiliza dos
estilos que se alternan en su libro: cuando se trata de hablar del pasado, de Sawa
y sus aspectos biográficos, se utiliza una prosa con reminiscencias
decimonónicas, abundan las descripciones y circunstancias en torno al escritor
sevillano, que se convierten en protagonistas y caracterizan toda una época.
Pero cuando se trata de contar la propia obsesión, la del narrador valenciano
su proceso creativo, que ha de explicar a los alumnos de un taller de escritura
que imparte durante el tiempo en el que concluye este libro y la conversación
que mantiene con su esposa, la prosa se transforma, existen menos descripciones
y los arcaísmos de época desaparecen, y curiosamente no descubrimos desde
cuando el interés de Cervera por la obra y vida de tan singular personaje,
cuyas vacilaciones no deja de transmitir al lector a lo largo de su texto.
Sobre la bohemia
Bohemia significó repudio del mundo
burgués convencional, aspiración y originalidad, cosmopolitismo y paradoja,
esteticismo y búsqueda de nuevas formas de afirmación en un creciente mundo
europeo finisecular. Los oscuros, los excéntricos, los desconocidos que la
sociedad deja morir en lenta muerte, los malditos, en realidad, víctimas
anónimas de esa sociedad. La segunda bohemia del XIX fue un estado espiritual y
su capital, obviamente, París; bohemia triste, frente a una primera galante,
bautizada por Nerval y descrita por Murger. En España, por entonces, se hablaba
de tumulto, paradoja, conciencia, paraísos artificiales, búsqueda de nuevas
formas de afirmación, reflejo de ese mundo europeo finisecular señalado. En
este panorama, escribe Iris M. Zavala, unos jóvenes, fundamentalmente de la
periferia, se reúnen en Madrid o lo consideran su centro de convergencia:
discuten, leen y opinan acerca de Bakunin, Kropotkin, Tolstoi, Nietzsche, en
fogosas y acaloradas tertulias, mientras el sevillano, Alejandro Sawa, habla de
Verlaine, Whitman, Baudelaire o Poe. Junto a él, Enrique Gómez Carrillo y Eduardo
Zamacois que, como el joven escritor, aspiraban a fomentar el espíritu alerta y
propagar las ideas innovadoras por medio de sus libros, en periódicos y en
folletos, porque en letra impresa valdría cualquier instrumento. Con este
motivo surgieron infinidad de revistas que unieron sus fuerzas: Don Quijote
(1892-1903), Germinal (1897-1899), Vida Nueva (1898-1900), La Vida Literaria
(1899), Alma Española (1903-1904), Helios (1903-1904) y La Anarquía Literaria
(1905).
Pepe Cervera, Alguien debería escribir un libro
sobre Alejandro Sawa; Palencia, Menoscuarto, 2016.
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