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jueves, 6 de octubre de 2016

Pepe Cervera



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Crónica de una bohemia
(A propósito del libro, Alguien debería escribir un libro sobre Alejandro Sawa)

 
       Realidad y ficción se funden en este curioso libro, Alguien debería escribir un libro sobre Alejandro Sawa, de Pepe Cervera, cuya lectura es muy recomendable, tanto para quienes conozcan al bohemio sevillano como para quienes pretendan descubrir a un raro cuyo paradigma vital fue llegar a ser un artista de la palabra.
       Herman Bahr publicó un texto certero sobre Sawa, a quien había conocido en 1889: «Nunca he encontrado en mi vida una figura juvenil más hermosa, un Byron del proletariado, el beau ténébreux del Romanticismo hecho mendigo». Más adelante, Bahr escribe que la fama de Sawa corría de boca en boca e incluso llegaba a los pequeños rincones.
       Sawa es un moderno; un español moderno en frenéticos amores imposibles, furiosos y terribles. Alma robusta en gloriosa búsqueda de lo absoluto; cima y justificación de los grandes, solo comparable a Goya y Ribera. Alejandro Sawa nació un 15 de marzo de 1862, en Sevilla, donde pasaría sus primeros años, aunque consta que residió en Málaga, donde aprendió francés, y pasó por Granada, pues en el curso 1877-1878 obtuvo matrícula extraordinaria en la Facultad de Derecho de la ciudad. El joven inconformista llegó a Madrid en la década de los ochenta y allí permaneció durante algún tiempo, para luego viajar a París, Bruselas, el sur de Alemania e Italia, aunque siempre estaba de vuelta en la capital francesa.
Extraño personaje recordado por Baroja como «un pobre hombre sin ninguna penetración, moreno, con cierto aire apostolar, melenas y barbas negras»; y Manuel Machado lo recuerda como un bohemio incorregible: «volvió entonces de París hablando de parnasianismo y de simbolismo, y recitando por primera vez en Madrid versos de Verlaine. Pocos estaban en el secreto».

Sawa hoy
Hoy, sin lugar a dudas, Alejandro Sawa es un raro cuyos libros duermen arrinconados en la oscura balda de una no menos olvidada biblioteca y alejado de los lectores, tal vez un genio que vivió equivocado cada día de su vida, pero sin duda un escritor que había que rescatar y alguien como Pepe Cervera (Alfafar, Valencia, 1965) lo ha hecho de manera brillante, y además en un libro que titula, Alguien debería escribir un libro sobre Alejandro Sawa (2016) un texto que se muestra como un juego cómplice con el lector, en el que Pepe Cervera ha cuajado a un tiempo una sucesiva colección de relatos, género que él domina, y una novela peculiar, un cuaderno de bitácora en su viaje a los años de la bohemia, unas memorias o. tal vez, el diario de una larga obsesión personal, y en el mejor de los sentidos, una suerte de ensayo sobre la voluntad artística, así como sobre las satisfacciones y los desencantos de una pulsión literaria.


La novela
       Pepe Cervera estructura y utiliza dos estilos que se alternan en su libro: cuando se trata de hablar del pasado, de Sawa y sus aspectos biográficos, se utiliza una prosa con reminiscencias decimonónicas, abundan las descripciones y circunstancias en torno al escritor sevillano, que se convierten en protagonistas y caracterizan toda una época. Pero cuando se trata de contar la propia obsesión, la del narrador valenciano su proceso creativo, que ha de explicar a los alumnos de un taller de escritura que imparte durante el tiempo en el que concluye este libro y la conversación que mantiene con su esposa, la prosa se transforma, existen menos descripciones y los arcaísmos de época desaparecen, y curiosamente no descubrimos desde cuando el interés de Cervera por la obra y vida de tan singular personaje, cuyas vacilaciones no deja de transmitir al lector a lo largo de su texto.

Sobre la bohemia
       Bohemia significó repudio del mundo burgués convencional, aspiración y originalidad, cosmopolitismo y paradoja, esteticismo y búsqueda de nuevas formas de afirmación en un creciente mundo europeo finisecular. Los oscuros, los excéntricos, los desconocidos que la sociedad deja morir en lenta muerte, los malditos, en realidad, víctimas anónimas de esa sociedad. La segunda bohemia del XIX fue un estado espiritual y su capital, obviamente, París; bohemia triste, frente a una primera galante, bautizada por Nerval y descrita por Murger. En España, por entonces, se hablaba de tumulto, paradoja, conciencia, paraísos artificiales, búsqueda de nuevas formas de afirmación, reflejo de ese mundo europeo finisecular señalado. En este panorama, escribe Iris M. Zavala, unos jóvenes, fundamentalmente de la periferia, se reúnen en Madrid o lo consideran su centro de convergencia: discuten, leen y opinan acerca de Bakunin, Kropotkin, Tolstoi, Nietzsche, en fogosas y acaloradas tertulias, mientras el sevillano, Alejandro Sawa, habla de Verlaine, Whitman, Baudelaire o Poe. Junto a él, Enrique Gómez Carrillo y Eduardo Zamacois que, como el joven escritor, aspiraban a fomentar el espíritu alerta y propagar las ideas innovadoras por medio de sus libros, en periódicos y en folletos, porque en letra impresa valdría cualquier instrumento. Con este motivo surgieron infinidad de revistas que unieron sus fuerzas: Don Quijote (1892-1903), Germinal (1897-1899), Vida Nueva (1898-1900), La Vida Literaria (1899), Alma Española (1903-1904), Helios (1903-1904) y La Anarquía Literaria (1905).







Pepe Cervera, Alguien debería escribir un libro sobre Alejandro Sawa; Palencia, Menoscuarto, 2016.


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