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En el curioso mundo de la ficción, el
fingimiento, la postulación sobre una identidad, y aun más la conformación de
una doble vida, convierte en rareza todo aquello que no catalogamos como el
corsé de la normalidad, y así desde un punto de vista temático cuanto podamos
calificar de sentimental, del amor como un auténtico paraíso, de la sexualidad
como pulsión y pilar de la personalidad, y que podamos conformar esa definitiva
idea de nuestra identidad, de lo que somos, y/ o dejamos ver. Luisgé Martín
(Madrid, 1962) resuelve su nueva obra, El
amor del revés (2016), en un conmovedor viaje por las sombras que protegen
a nuestra identidad, y una vez cuando nos quitamos la máscara, el resto de
nuestra existencia se traduce en esa ansiada búsqueda de la felicidad, o en el
decepcionante temor a un continuo fracaso.
Luisgé
Martín descubre en su adolescencia su homosexualidad y aterrado por la época
vivida entonces, finales de los 70, se juró que jamás nadie lo sabría nunca,
pero transcurridos los años, cubierto todo una largo camino de perfección, pone
al descubierto su mayor secreto y nos entrega una memorable autobiografía
sentimental, que titula curiosamente, El
amor del revés, en la que cuantifica, se sincera y expone
valientemente toda su trayectoria homosexual, los difíciles años de la
represión, tanto física como psicológica experimentada en una desordenada
adolescencia hasta el presente, la plenitud de una madurez en la que ya no hay
motivos para esconderse de una determinada condición sexual y la homosexualidad
es una opción más en una sociedad progresista. Luisgé Martín ya había explorado
su condición en libros anteriores, en las colecciones de relatos Todos los crímenes se comenten por amor
(2013) y Lo que no se dice (2014), y
también en algunas de sus novelas, Los
amores confiados (2006) y La vida
equivocada (2015), que procuraban sondear esos sentimientos más profundos
que soslayaban una realidad de aparente normalidad. En esta ocasión, el madrileño traza un relato
veraz y exhaustivo, hasta donde ha sido posible hacerlo, y convierte su lucha
particular por ser en la historia de alguien diferente. La suya, esa primera
persona, es un yo tan convincente como medido que dosifica a lo largo de los
años su condición de homosexual, desvelando capítulo a capítulo, las diferentes
actitudes adoptadas en el momento, los sufrimientos y esos guetos de protección
y libertad que vivió en un Madrid más oscuro y vulgar.
Luisgé
Martín escribe sobre lo que ha vivido, sobre aquello que ha sentido e, incluso,
imaginado tras la máscara de una masculinidad, pero sobre todo, al final del
texto, nos desvela cómo solo él ha logrado, pese a las muchas dificultades,
restituirse a sí mismo en persona, tras una adolescencia de frágil identidad y
abrumada por la brutalidad de un mundo inmaduro que no comprende y destruye esa
otra forma de ser, una sociedad que, pese a una aparente permisibilidad y
tolerancia es capaz de destruir a un individuo, sin tener en cuenta que es un
individuo quien, sin condición alguna, construye la sociedad. Es decir, que el
resultado va mucho más allá de unas “sinceras memorias o una autobiografía
novelada” sino que la historia que cuenta Luisgé Martín nos hace ver que el
amor sincero, el deseo sexual sin condicionamientos y la moral aparecen en una
luz nueva que, en una u otra medida, a todos nos concierne, y un texto como El amor del revés se convierte en el más
honesto, descarnado y estremecedor relato que a estas alturas de nuestra vida
podamos leer.
Luisgé
Martín
Barcelona,
Anagrama, 2016
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