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ABISMOS DE LA FICCIÓN
No cabría
mejor definición para un libro, Herido
leve (2019), que bien podría subtitularse, “autobiografía intelectual”, un
volumen que Eloy Tizón (Madrid, 1964), traza desde su inagotable amor a la literatura. Una
vez que tenemos este voluminoso texto en nuestras manos nos asaltan cuestiones
del tipo, ¿cómo lee un escritor? ¿en qué aspectos se fija? ¿a qué abismos se
asoma? ¿de qué manera las ficciones atrapan y modifican nuestra mirada? Estas
preguntas, y muchas otras, que comparecen ante este ensayo literario,
articulado en torno a ocho constelaciones temáticas, en las que narradores
clásicos y posmodernos, consagrados y malditos, creadores y libros dialogan
entre sí, y se complementan, discuten o colisionan. Toda una serie de retratos
de escritores y sus fantasmas, teorías y controversias, mitos y curiosidades
desfilan por estas páginas que constituyen un festín literario para exquisitos,
un libro de libros, que recoge treinta años de memoria lectora, y configura una
gran mapa para orientarnos, o tal vez para perdernos, en la visión de unos
clásicos que el madrileño ha ido descubriendo con su voracidad lectora con el
paso de los años.
Una vez
abrimos el libro, sospechamos, ¿para qué escribe un escritor sobre lo que lee? Para
prolongar todas las sensaciones percibidas a lo largo del proceso de lectura,
íntima y personal, o incluso para ofrecer y, de alguna manera, dejar constancia
por escrito o dar algo más de luz a ese proceso lector, aunque sin duda alguna
para que como él sostiene, haya más heridos, aunque leves, que participen de su
propia experiencia. La madrileña, Páginas de Espuma, con la edición de este
volumen, nos asegura gran parte de estas afirmaciones. Una vez revisados los
antiguos archivos de un disco duro antiguo, Eloy Tizón, en virtud de su
propensión a no permanecer ocioso mucho tiempo, curioseó en carpetas que contenían
una cantidad considerable de reseñas y artículos literarios realizados mucho
tiempo atrás, sobre todo en Revista de
Libros y otros medios como El Sol
y El País. Fue entonces cuando,
revisó textos, corrigió páginas, desechó otras, y lo más curioso tras numerosos
pasos previos: consiguió descodificar antiguos programas de ordenador para
leerlos, incluso reunió los numerosos recortes de prensa y con una valiosísima
ayuda de Cris Montes, digitalizarlos para ordenar finalmente lo que se
convierte en un regalo luminoso para el lector porque a la luz que puedan dar
los libros comentados, el apasionado Tizón añade el detalle reflexivo de
alguien quien busca la pincelada precisa en sus exposiciones sobre libros y
autores.
Tres décadas de lectura
Las tres
décadas transcurridas por esta amplia muestra de colaboraciones ofrece la
atenta mirada de un pasado, y ahora pese a la perspectiva del tiempo, reunidas
en un orden que el autor establece tienen un sentido completo, una estructura lógica.
Eloy Tizón propone ocho bloques en un orden personal, argumentado los títulos
sobre los que se habla, y se especifican con el criterio de un escritor que
aprecia el esfuerzo, el riesgo, el ingenio y la sencillez a la hora de
acercarse a autores y a sus textos. En un extenso “Prefacio” explica los
aspectos técnicos que demuestran el porqué del acierto de esta singular obra y
la riqueza de un texto, en su conjunto, además de la calidad de la mayoría de
ellos. El primer bloque, “Intuiciones tempranas” reúne primeras lecturas de Juan
Eduardo Zúñiga, hoy centenario y cuentista imprescindible, Djuna Barnes, Felisberto
Hernández, John Cheever, Clarice Lispector, Franz Kafka, Juan Carlos Onetti,
Vladimir Nabokov o Julio Cortázar, casi todos, como afirma el autor, desde el
principio fruto del asombro, autores de aquel libro que, dosificando sus
capítulos, devoraría a lo largo de un verano.
Una amplia
muestra de la lectura como arte recoge, “Bárbaros sofisticados”, y se incluye
en este curioso catálogo a David Lodge, Gustave Flaubert, Marcel Schwob, Luis
Gonzalo Díez, Henry Muger, Alice B. Toklas, Wyndham Lewis, el trío Thomas Mann,
Dino Buzzati y Samuel Beckett, Stanislaw I. Witkiewicz, Mário Cláudio, John
Beger, Daniel Gil, Murasaki Shikibu, Yukio Mishima, Kazuo Ishiguro o Alfred
Döblin, autores cuyo magnetismo queda patente porque en casi todos ellos
descubrimos ese sabor de algo común y una luz eterna que incita a sentir
mientras percibes aquello que Tizón interpretó, y en estas páginas se muestra
la huella de su fascinación, y se convierte, sin duda, en una auténtica
autobiografía intelectual. Los apartados se construyen con “Lámparas rusas” que
inevitablemente evocan a Chejov, Tolstói, Tsvietáieva y Bitov entre otros; en
otro hermoso título como “Tiempo esmeralda” se reúne a Canetti, Ozick, Mediano,
Wolf, Gordimer, Ford o Bellow para llegar a un destino que recoge “Todas
direcciones” y encontramos el más nutrido grupo de clásicos de una reciente
modernidad, Hawkes, Sterne, Rimbaud, Foster, Dinesen, Theroeux, Le Clezio,
Sebald y Nooteboom entre otras fantasías animadas, como titula, Tizón a autores
de ayer y hoy. Los “Equívocos fatales” se refieren a Poe, Twain, Chesterton,
Perutz, Dürrenmatt Sciascia, Busi, Murakami y Capote entre otros, y la nómina
nacional, “Mentir en nuestro idioma” incluye a Cervantes, Sánchez-Silva, Martín
Gaite, Monterroso, Magrinyá, Sáez de Ibarra, Menéndez Salmón y Neuman y uns
final y espléndida, “Metamorfosis del cuento”.
Un auténtico
recuento de lecturas o vademécum de aquellos autores que deberían formar
nuestra educación literaria, lecturas por las que, bajo el cuidado de Eloy Tizón,
no pasan los años y se convierte en esa luz que nadie puede apagar, casi esas técnicas
de iluminación con que nos deleitaba años después, la muestra hoy, ese Herido leve, que de alguna manera
subsana buena parte del confuso panorama de recomendaciones literarias que se
asoman a nuestras mesas de novedades. Un libro que, con el autor, celebramos
con una modulada y precisa dicción que nos lleva a sentirnos, como él,
profundamente heridos.
Eloy Tizón se
considera muy feliz con Herido leve, muestra
su alegría en cada una de las páginas de este inagotable amor a la literatura. En el
pulso narrativo del libro subsiste el mismo vértigo que autor pone en su obra
de ficción, cuentos y novelas; según declara, los géneros no importan, en el
fondo es literatura que habla de literatura. El autor se ha exigido un criterio
de calidad para reunir sus textos, indultando aquellos que se sostienen pese al
paso del tiempo, y en los que se reconocía, descartando otros que respondían a
intereses más circunstanciales, y que publicados en el conjunto no iban a
resistir la criba del tiempo. Tizón señala un doble trabajo para organizar este
libro: por un lado, reescribiendo los textos hasta considerarlos
satisfactorios, encajándolos en una estructura coherente que evitase la
aglomeración informe. Un segundo proceso le llevó a realizar muchas pruebas, desplazando
las piezas de un capítulo a otro, hasta que han ido encajando en el lugar
adecuado.
Eloy Tizón, Herido
leve. Treinta años de memoria lectora; Madrid, Páginas de Espuma, 2019.
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