LA MIRADA AUSENTE DE AYALA, CHAVES NOGALES Y ANDÚJAR
La
vertebración ideológica en su connotación político-social.
Una guerra
civil supone ese trauma colectivo que afecta a un pueblo y la predisposición
hacia actitudes sociales y culturales. En un país como España ha sido durante
décadas punto de referencia y durante años hemos comprobado sus trágicas consecuencias;
más que una interrupción en el espacio sucesivo de la creación artística,
originó un replanteamiento de situaciones que tuvieron como efecto la
incorporación a la creación literaria de nuevos esquemas estéticos, y de
motivos existenciales. Desde el punto de vista cultural, y/o literario, la
guerra provocaría una ruptura; y aunque sobrevivieran algunos significativos
nombres de generaciones precedentes, lo cierto es que se produce ese corte de
difícil sutura. Y no sólo porque buena parte de la intelectualidad española se
viera abocada al destierro, sino porque se han conmovido todas las estructuras
precedentes y aún, las futuras. Santos Sanz Villanueva verá en la guerra civil,
y desde la perspectiva cultural, una especie de borrón y cuenta nueva, y
respecto a la cultura narrativa, deberá transcurrir un largo período de
posguerra para que se produzca la válida reconstrucción del género.
La obra
narrativa de Francisco Ayala (Granada, 1906-Madrid, 2009) comprende algunas novelas
notables y curiosos tomos de relatos de singular relieve, tanto en su temática
como en su tratamiento. Anderson Imbert distingue un primer período entre 1925
y 1930: Tragicomedia de un hombre sin espíritu (1925), Historia de un
amanecer (1926) y Medusa artificial (1927); y otro, desde 1944 a 1959: La cabeza de
cordero (1949) y Los usurpadores (1949), obras que apuntan
preocupaciones de tipo ético. El primero ofrece un tono juguetón, imaginativo,
corresponde a la época surrealista y deshumanizada; el segundo, de una actitud
más realista que Ayala adopta valiente y sarcásticamente en sus más certeras
crudezas. Ironía y capacidad para la parodia en dos novelas de ambiente
hispanoamericano: Muertes de perro (1959), denuncia de las dictaduras, y
El fondo del vaso (1962) y se añaden los relatos Historia de macacos
(1955). El as de bastos (1964) completa el ciclo narrativo, aunque en
1971 publicaría un título muy personal: El jardín de las delicias.
Manuel Chaves
Nogales (Sevilla, 1897- Londres, 1944) se puso al servicio de la República al
estallar la guerra civil. De ideales firmes y claros, como demostraban
numerosos artículos suyos, aguantó hasta que el gobierno abandonó Madrid.
Convencido de que ya no podía hacer nada por su país, se exiliaría en París. En
Francia, colaboró en diarios hispanoamericanos y escribió su testimonio de la
guerra civil, A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España,
publicado en Chile en 1937. Hastiado de la violencia por ambas partes, esta
obra es un impresionante alegato contra las brutalidades de la guerra,
incluidas las de su bando, el republicano, y pone de manifiesto el insoportable
clima de violencia instalado en la sociedad española a raíz del golpe militar.
Manuel Andújar
pertenece vital y políticamente a la generación del 36, aquella que adquiere
conciencia de su momento histórico en la guerra civil y sus causas, las
precedentes y las que siguieron. Literariamente se inscribe en la primera
generación de posguerra, y en 1944, en exilio mexicano, publica su primera
novela, Partiendo de la angustia. Desde sus
inicios literarios dará testimonio de su compromiso hasta hacer de su
observación de la realidad, la presente y la histórica, el indeleble trasfondo
de su obra. Tres circunstancias inciden como fenómenos concomitantes en su obra,
indispensables: una sólida vertebración ideológica en su connotación político-social;
un componente emocional; y el retorno como punto de verificación de un pasado
prescrito y presente en su dramática evocación. Obra y vida están condicionadas
en Andújar por esta circunstancia, no puede sorprendernos que su narrativa
nazca y crezca marcada por el desarraigo y la objetividad, y su retorno
suponga la recuperación de su pasado y ese contraste entre lo emocional que
provocó la guerra y el testimonio ante una nueva realidad.
El corpus
narrativo de Andújar permite distinguir dos períodos: desde Cristal herido (1945) hasta Historias de una historia (1973), y
desde Cita de fantasmas (1989) hasta Un caballero de barba azafranada (1992).
El primer período se caracteriza por la consciencia de un sentido de lo español
y su posible trascendencia de etopeya porque cuando Andújar llega a México, en
junio de 1939, lleva consigo el dolorido sentir de la derrota y una pesimista
visión de España; en el segundo, verá otra realidad novelable menos sangrante,
más profunda, próxima al subconsciente y un territorio casi exclusivo de la
psicología humana.
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