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Uno de los grandes tormentos de
nuestra sociedad es que nos encontramos eternamente solos, y que todos nuestros
esfuerzos, todos nuestros actos sólo tienden a huir de esa soledad. Quizá por
esto, Javier Tomeo, insiste en mostrarnos un mundo donde la soledad y la
incomunicación se convierten en el tema narrativo dominante. En realidad,
configura un paradigma secreto o búsqueda para sus personajes, propone un
manifiesto contra el aburrimiento en un mundo desorientado donde resulta tan
difícil vivir. En esta historia, Rafael y Ramón son dos hombres maduros que,
como cada sábado, emprenden su recorrido por algunas calles de la ciudad donde
conviven, con el propósito evidente de recuperar la forma física y el vigor
perdidos. La soledad de los pirómanos (2001), transcurre durante una
soleada mañana de otoño, el difuso atardecer del mismo día y buena parte de la
madrugada, concretando las situaciones más fatídicas de los dos personajes, su
claustrofóbica circunstancia particular y la soledad más absoluta de su
existencia.
La trama argumental es,
evidentemente, bien sencilla: el diálogo que mantienen ambos amigos durante todo el día, aunque, a
medida que avanza la narración, se percibe como el monólogo que establece
Rafael porque será siempre quien impone sus criterios. Ramón se convierte en un
personaje que posee evidentes rasgos de ejercer una individualidad
personificada, nunca ejercida ante el amigo dominante. El resto de personajes o
elementos narrativos no añaden nada, se convierten en arquetipos de otros
relatos de Tomeo: la gata
Julieta, confidente del narrador, la surrealista relación que
se establece con el televisor o la extraña niña pelirroja que se erige en la
mirada de una sucesión de incendios que ocurren a lo largo del monótono sábado
y que sirve de mera anécdota al relato, esa que sacará del anonimato a los dos
protagonistas. Personajes que parecen mostrar evidentes relaciones
esquizofrénicas como las que viven muchas de las personas de nuestras ciudades.
Resulta ingeniosa la descripción del ambiente en el que se mueven Rafael y
Ramón que, aunque aislados, viven su existencia sin el dramatismo que otorga la situación. De lo que
se trata es de contar lo absurdo y lo criticable de la sociedad actual pero sin
la acritud que exige el tema porque de otra forma no resultaría un relato donde
la amenidad es lo mejor de esta historia.
LA SOLEDAD DE LOS
PIRÓMANOS
Javier
Tomeo
Espasa,
Madrid, 2001
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