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La nueva novela de José Manuel Benítez
Ariza (Cádiz, 1963), Las islas pensativas (2000), la segunda tras una
notable anterior, se nos presenta bajo una fuerte dosis de existencialismo,
tema provocado, sin duda, por alguno de los sinsentidos que se le atribuyen al
cotidiano sinvivir; también debe entenderse como la suerte de quimera en que se
concreta el sentido de nuestra vida, en un momento determinado, y en la propia
dificultad de encontrar la armonía de la misma, además de delimitar esa otra
necesidad por mejorar la condición humana a través de no pocos retos que,
éticamente, pasan por la amistad, la entrega desinteresada y el desencanto que
incluye, también, la mentira y la ostentación; pero si esto ocurre, quizá, en
esa época importante que es la juventud en la que uno tantas veces confunde y
es confundido, lo narrado se convierte en una suerte de expectativa que Benítez
Ariza sortea con la imaginación para capturar el clima anímico y sentimental de
su protagonista y lo logra, además, con una especial capacidad en retener para
sí unos materiales autobiográficos. Sus islas, por consiguiente, si no son
afortunadas, al menos pensativas, como sugiere el título.
En este relato se cuenta la historia de
Andrés, el protagonista, que se verá inmerso en una tortuosa relación
favorecida por la casuística y que desembocará en el vehemente deseo de ver
transmutada su propia existencia a lo largo de un tiempo no dilatado. Es su
relación humana con Julia, su novia, y la correspondencia extraña que se
establece a través de dos libros abandonados en la venta, donde el
protagonista, camarero, descubre barriendo el olvido de un cliente; inicio, por
otra parte, de ese destino decidido de antemano. Así el joven se verá inmerso
en una maravillosa conexión que conlleva la búsqueda de un tesoro, tras esa
historia inicial de libros perdidos, premonitoria de un regalo anterior, el
realizado por un extraño viajante de objetos eróticos, un volumen de La isla
del tesoro, al muchacho. Una geografía concreta, Líjar, San José, Cabo de
Gata, en una Andalucía reconocible, unos personajes psicológicamente creíbles y
las expectativas que sus vidas ofrecen al joven camarero, sobre todo María, la
deslumbrante sombra, alter ego de su propia pareja, un personaje tratado con
delicadeza, cuya correspondencia se debe a la posesión de otro libro, María,
de Isaacs; pero también el de Paco, el aficionado arqueólogo, de Cifuentes, el
profesor del joven en las clases nocturnas. El resto, la aventura de una
excavación y el ritmo apropiado que sigue la vida, la de Andrés y sus nuevas
perspectivas, el plan de igualdad que, finalmente, ofrece su afirmada
vinculación afectiva con Julia.
LAS
ISLAS PENSATIVAS
José
Manuel Benítez Ariza
Pre-Textos,
Valencia, 2000
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