La travesía de 'Las ratas del Titanic', novela de literatura juvenil de Pedro M. Domene - ¡Zas! Madrid
«El objeto de la literatura juvenil supone ese esfuerzo que hacemos por ampliar los horizontes de nuestra percepción y perspectiva vital o anímica»
Las ratas del
Titanic acaba de ser reeditada en la editorial Almuzara
Pedro M.
Domene es autor de varias antologías y publicaciones sobre narrativa
contemporánea, Narradores españoles
de hoy, o Lo que cuentan
los cuentos. Ha publicado dos monografías sobre literatura española y
universal: Imposturas y Disidencias (en la Literatura
Española Contemporánea). Ha publicado la novela El
secreto de las Beguinas, y otras dos obras de ficción para
jóvenes, Después de Praga nada fue igual, II Premio de Narrativa Juvenil
Los Pedroches, y Conexión Helsinki.
¿El escribir Las ratas del Titanic, un libro enclavado
dentro de lo que se denomina literatura juvenil, está relacionado con el hecho
de ser exprofesor de Lengua y Literatura?
Quizá exista, de alguna manera,
una inconsciente intención de despertar el interés por la literatura en los más
jóvenes, y consciente de alguna manera que si alguien se aficiona a la lectura
desde niño, con algo de suerte, jamás dejará el hábito, y puede convertirse en
un lector asiduo el resto de su vida, y sobre todo con capacidad para ser
riguroso en sus futuras lecturas.
¿Crees que este tipo de obras deberían inscribirse dentro de la
“educación literaria” de los jóvenes?
Existen opiniones para todos los gustos, desde
que los mayores no debemos “guiar” o “proponer” a nuestros jóvenes las lecturas
que deben hacer, otros que podríamos “aficionarlos” inicialmente con los
clásicos, incluso quienes sostienen que deben ellos mismos quienes seleccionen
sus propias lecturas, aunque debo decir que personalmente tengo experiencias de
todo tipo, incluso cuando he recomendado y propuesto a antiguos alumnos, con
una cuidadosa selección, algunas determinadas obras juveniles de autores de
sobrada solvencia. Muchos de ellos se han enganchado a través de esta
literatura calificada de juvenil que, de alguna manera, propone temas que les
interesan: el amor, las drogas, la delincuencia, la moda, el misterio… Luego,
una vez lanzado el anzuelo, vienen otros libros, sin lugar a dudas, incluidos
esos clásicos y contemporáneos que afianzarán su afición lectora. Creo que no
existe mayor misterio en torno a ese hecho.
El crítico Alfred Baumgärtner declaró que «quien se proponga escribir o
hablar sobre la literatura juvenil se verá abocado a la curiosa situación de
tener que explicar previamente cuál es en realidad el objeto que va a abordar».
¿Cuál es, para ti, ese objeto?
Un claro intento de despertar el interés
por algo como la historia que encierra las páginas de un libro, o la conciencia
de situaciones ficticias que podemos vivir en la realidad, y por supuesto un
auténtico divertimento, o ese esfuerzo que hacemos por ampliar los horizontes
de nuestra percepción y perspectiva vital o anímica.
Las ratas del Titanic, en algunos capítulos, parodia
escenas de la película de James Cameron, como el momento icónico de los
protagonistas en la proa del barco…
Es un guiño como cualquier otro porque a
lo largo de la travesía intento contar lo sucedido en los escasos días que el
Titanic navegó, y la historia de estas ratitas, RataKitty y RataMatt, los
verdaderos protagonistas. Inevitablemente las poderosas imágenes de una
película vienen a la mente cuando inventas una trama, aunque la historia a
contar sea muy distinta, pero coincidimos en el mismo escenario aunque el
tratamiento sea diferente. En Las ratas
del Titanic el inmenso transatlántico, también, desaparece bajo las
aguas, y el resto forma para de mi ficción literaria.
Aunque se consigue, resulta difícil luchar contra nuestra reacción
atávica de repulsa hacia las ratas, para conseguir identificarnos con los
personajes. ¿Por qué las elegiste?
Sí, existe esa reacción, aunque todos
sabemos que nuestra literatura está plagada de historias y cuentos de ratas.
Hay una doble intención en mi novela, primero pretendo que las ratitas del
Titanic sean graciosas y resulten agradables, y los personajes muestran su lado
más humano, por supuesto; y luego habría que pensar, incluso, que en un
transatlántico de lujo, habría algunas o bastantes ratas que hicieran la
travesía.
Las ilustraciones de Ernesto Lovera están muy unidas al argumento de la
historia; ¿es importante lo visual para complementar la novela, especialmente
si esta va dirigida a los jóvenes?
Ha sido toda una sorpresa, no sabía quién
iba a ilustrar la novela sobre mis ratitas, y creo que el ilustrador ha sabido
captar la esencia misma, y además pienso que es muy importante, bastante
trascendental esa aportación visual a un texto que está escrito y pensado para
un lector joven que además de imaginar puede ver, de alguna manera, esos
magníficos dibujos de Lovera. Todo un acierto que complementa la historia de
esta aventura de la mano de un afamado ilustrador.
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