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PRIETAS LAS FILAS
La editorial
cordobesa Almuzara publica una nueva edición de Eugenio o la proclamación de la primavera con prólogo de
Eduardo García Serrano e ilustrada por Isabel Sánchez Marqués.
El crítico y
estudioso Antonio Iglesias Laguna escribía acerca de Rafael García Serrano y lo
calificaba de “escritor de mala estrella por razones extraliterarias, un autor
que no había recibido las muestras de consideración merecidas”, y añadía, “limitándose a señalar
su fidelidad a unos temas, a unas ideas y a una inserción en el tremendismo”.
En realidad, y según el mismo Iglesias Laguna, un tremendismo “limpio y
exultante, que constituye una afirmación vital, un darle verónicas a la muerte,
toreándola por todo lo alto”. Y añade, “escritor desgarrado, autor de páginas
desgarradoras, fino humorista y con un fondo político que daña estéticamente su
obra, llevándola por derroteros innecesarios”.
La mayoría de
los estudios han señalado que la narrativa surgidas en el momento de la guerra,
1936-1939, adolece de escaso valor literario, y la razón de esta exigua
literariedad puede residir en el objetivo que perseguían los escritores en esa
concreta circunstancia: la persuasión y el afianzamiento de la ideología de su
bando, para lo que se servían de todos los medios a su alcance, en este caso la palabra. De esta
manera, la postura política de cada autor suele reflejarse en su creación
literaria, aunque es cierto que no todos se definen ideológicamente: el
escapismo y la evasión es otra salida en un momento de crisis y transición.
Durante la guerra civil convivieron dos tipos de novelas: doctrinales, que
pueden ser republicanas o nacionales, y no doctrinales, de carácter
costumbrista o realista, sin presencia de la guerra, aunque la mayoría se
clasifica dentro del primer grupo. A pesar del silencio propiciado por la
crítica, la lista de novelas publicadas durante la guerra civil es bastante
extensa. En el ámbito peninsular, dentro del bando republicano destacan Contraataque y Mister Witt en el Cantón, de Ramón J. Sender; Acero de Madrid y Cumbres de
Extremadura, de José Herrera Petere; Valor
y miedo, de Arturo Barea; Río Tajo,
de Arconada; y Entre dos fuegos, de
Sánchez Barbudo. En la ideología nacional sobresalen obras de Concha Espina,
sobre todo Retaguardia; Se ha ocupado el kilómetro 6, de Benítez
de Castro; y especialmente Madrid, de
corte a cheka, de Agustín de Foxá. En el ámbito vasconavarro encontramos
dentro del bando nacional novelas como las siguientes: Susana y Laura o la soledad sin remedio, de Pío Baroja; Veteranos de la causa, de Jaime de
Burgo; Símbolo, de Manuel Iribarren; Como las algas muertas, de Luis Antonio
de Vega; El otro mundo, de Jacinto
Miquelarena, y por supuesto, Eugenio o
proclamación de la primavera, de Rafael García Serrano.
Rafael García
Serrano (Pamplona, 1917-Madrid, 1988) fue uno de los muchos adolescentes y
estudiantes universitarios que se sintieron fascinados por la figura de José
Antonio Primo de Rivera y que ingresaron en la Falange en los meses previos al
estallido la guerra. Gran
parte de la obra novelística del escritor y periodista navarro se centra
en sus experiencias en la contienda civil, destacando especialmente por
sus novelas La fiel Infantería (1943)
y Plaza del Castillo (1951). García
Serrano permaneció fiel a sus convicciones falangistas hasta el final de su
vida, de modo que su obra ha sido arrinconada por la crítica y la industria
editorial por declaradas fobias políticas y personales. Sin embargo, es un
autor de mérito, con un estilo muy personal, y sus novelas resultan ágiles e
impactantes. La declaración del estado de guerra en julio de 1936 le sorprendió
en Pamplona, y la tarde del 19 se alistó en la columna de Navarra, con la que
partió hacia Madrid como voluntario en una escuadra falangista. Sin embargo,
enfermo de tuberculosis, tuvo que dejar el campo de batalla, y convaleciente
en el hospital
recibió las pruebas de imprenta de Eugenio
o proclamación de la
primavera. A García Serrano le sucedió lo mismo que a muchos jóvenes,
que tomando impulso en la acción combatiente, estrenaron con éxito sus
posibilidades para plasmar en palabras una parte de sus experiencias en la guerra. Mientras
estuvo hospitalizado, cinco años, escribió La fiel infantería, que
se publicó por la
Editora Nacional en 1943, y por la que ganó el Premio
Nacional José Antonio Primo de Rivera, aunque por problemas de censura no
volvió a editarse hasta la primavera de 1958.
Eugenio o proclamación de la primavera está
dedicado a José Antonio, al que el propio autor le hubiera gustado llevarle un
ejemplar del mismo, y al que continuamente profesa una gran admiración. Así lo
comenta en los prólogos: “Dediqué el libro a José Antonio. Y a un camarada
muerto en el frente de
Vizcaya. Y a varios camaradas de Madrid, a los que suponía entre la vida y la muerte. Yo no creí
jamás que hubiese muerto José Antonio”. Además de recoger la ideología
falangista, se aprecia la influencia de Ramón J. Sender para la elaboración del
título y de Eugenio d'Ors en el lenguaje: “Completé el título hasta que quedase
Eugenio o proclamación de la Primavera gracias a la lectura reciente de unos
ensayos de Ramón J. Sender, Proclamación de la Sonrisa, Sinceramente pienso que
La bien plantada, de Eugenio d'Ors, también recién leída, me inclinó al
barroquismo”.
La novela no
trata expresamente el tema de la guerra civil, sino de sus preludios: el
ambiente violento, confuso y conflictivo que precedió al conflicto. Para ello,
el autor utiliza un narrador en primera persona. Se trata, por lo tanto, de un
narrador testigo, no protagonista. Su voz coincide con la de un personaje,
Rafael, cuya misión es la de transmitirnos la historia. A través de
él conocemos las hazañas de Eugenio y sus acciones, siempre desde un punto de
vista externo. El interior de Eugenio sólo llega a nosotros por medio de los
diálogos o porque el narrador cuenta lo que previamente le había transmitido
Eugenio sobre sí mismo.
Respecto a la
estructura, resultan de especial relevancia los prólogos que el autor fue añadiendo a medida que
se fueron publicando nuevas ediciones de la novela, hasta llegar al número de
tres en la edición de Planeta de 1982. El primero de ellos lo escribió para la
segunda edición de la obra, en Gredos, y está fechado en 1945. En él destaca la
vocación de servicio con la que fue escrito el libro y el cambio de contexto
histórico, pero en el que todavía están vigentes las ideas expresadas en
Eugenio: "es posible que ahora parezca ingenuo, elemental, hasta infantil
(...). Claro que los años corren como caballos de carreras y dejan detrás, muy
detrás, los acontecimientos (...) De los dieciséis a los veinte años. Veíamos
entonces un enemigo para la Patria; hoy lo vemos para el mundo entero".
El segundo
prólogo es muy posterior, escrito en marzo de 1973 para la sexta edición. En él
indica que esta novela supuso el comienzo de su saga literaria sobre la guerra,
explica las posibles influencias que recibió y la vigencia de las ideas de la Falange. Finalmente,
el último prólogo, datado en 1981, fue elaborado para la edición de Planeta, y
en él hace un repaso de la andadura editorial del libro y de los intentos de
emulación por parte de otros autores. Termina haciendo referencia, a las cartas
y testimonios que le han llegado de personas que han leído su libro.
Eugenio se divide en nueve capítulos,
cada uno de ellos con un título significativo y con subdivisiones internas
breves, que ayudan a ofrecer un carácter impresionista y poético a la obra. Suelen ser dos
o tres en cada capítulo, a excepción del octavo, que contiene catorce escenas y
donde el tiempo de
la historia es mayor. La novela va in crescendo en cuanto a violencia y agresividad, hasta
llegar a la muerte del personaje principal. El primer capítulo y el último
están muy relacionados, ya que al inicio de la obra, Eugenio escoge su muerte,
y esta ocurre al final, un año después. En medio se encuentran los capítulos II
y III, que
reflejan las dudas y la debilidad de Eugenio por el amor a María Victoria; una
dificultad que logra superar y dejar a un lado para dedicarse completamente a
la obra del Imperio, como se aprecia en el resto del libro. El capítulo V
supone el bautismo de sangre para Eugenio, mientras que el IV y el VI son de
carácter más ideológico. Finalmente, el VII y el VIII reflejan la situación de
crispación y violencia en
la España de la preguerra, por la que Eugenio muere como víctima y mártir en el
capítulo IX. La configuración de los personajes resulta maniquea: están los ”buenos”
y los “malos”, y poco más sobresale.
La edición de
Almuzara se completa con un anexo que contiene tres prólogo del autor para
sendas reediciones de Eugenio
realizadas en 1945, 1972 y 1981. Además se incluyen numerosas
ilustraciones realizadas para esta obra por Isabel Sánchez Marqués. De
modo que Eugenio o la proclamación
de la primavera es un título más que recomendable y una necesaria
recuperación de uno de los mejores cultivadores
del género novelístico en de posguerra española.
EUGENIO O
PROCLAMACIÓN DE LA PRIMAVERA
Rafael
García Serrano
Prólogo
de Eduardo García Serrano
Estudio
de Fernando Calvo González-Regueral
Ilustraciones
de Isabel Sánchez Marqués
Córdoba,
Almuzara, 2019
No entiendo muy bien por qué el hecho de que el protagonista sea falangista, como su autor, tiene que estropear la obra. La narración es bella, espléndida, y la historia está llena de emociones. Yo también la he leído hace poco, con el correspondiente comentario en mi blog, y la verdad, mi juicio es bastante positivo.
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