Opiniones contundentes
Nabokov,
Vladimir
Barcelona,
Anagrama, 2017
«Pienso
como un genio, escribo como un autor distinguido y hablo como un niño.» Así
comienza Nabokov el prefacio a este volumen, que recoge entrevistas, cartas al
director y más de una docena de artículos (secciones, estas dos últimas,
inéditas hasta hoy en castellano). Sobre todo a partir del éxito de Lolita,
tanto novelístico como cinematográfico, Nabokov concedió diversas entrevistas
en las que repasaba algunos aspectos biográficos y literarios de su
personalidad, de sus rutinas como lector y como escritor, de sus filias y sus
fobias. Pero las «opiniones contundentes» del autor ruso las encontramos en
especial en sus cartas a diversas publicaciones y en sus artículos, donde da
rienda suelta a su barroco ingenio y a su afilada prosa para hablarnos de
autores como Jodasévich y Sartre, de los críticos obsesionados con los símbolos
y de las vicisitudes editoriales que rodearon la publicación de Lolita. Aunque
sin duda donde más afila Nabokov sus colmillos es en la polémica que levantó su
traducción en prosa del Eugenio Oneguin de Pushkin, en la que expone sus
teorías sobre la cuestión y fulmina verbalmente a sus críticos.
Merecen
destacarse también la pieza lírica «Inspiración», en la que asistimos al
nacimiento de una obra artística desde el lugar privilegiado de un maestro, y
sus artículos sobre mariposas, donde el Nabokov de precisión milimétrica se
fusiona con el científico para aficionarnos al singular mundo de la
lepidopterología.
Las
opiniones de Nabokov, contundentes siempre, arbitrarias nunca, suponen una cara
imprescindible del prisma de su compleja y fascinante obra.
«La
variedad, fuerza y riqueza de las intuiciones de Nabokov no tiene rival en la
narrativa moderna. Lo más parecido al puro placer sensual que puede ofrecer la
prosa» (Martin Amis).
«Nos
honró al elegir utilizar y transformar nuestro idioma» (Anthony Burgess).
«Dominó
los trucos de la novela, e inventó algunos propios» (Peter Ackroyd).
«Es
imposible que la imaginación encuentre otro paladín de tanto vigor» (John
Updike).
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