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BIOGRAFÍA DEL HAMBRE
El
hambre soy yo, afirma la narradora, en una de las primeras páginas de este
singular libro titulado, Biografía del hambre (2006). Un texto escrito con toda
la sinceridad del mundo porque comunica con el inconsciente más humano y revela
esa finísima vena de humor con que su autora dota a esta autobiografía puesto
que de lo que se trata, en apenas doscientas páginas, es de contar la historia
de la niña Amélie Nothomb (Kobe, Japón, 1967) desde sus tiernos e inocentes
tres años hasta una adolescencia que transcurre por los espacios de una China
comunista, un Nueva York tan cosmopolita como capitalista para llegar a un
Bangladesh tercermundista o una Birmania hermosa, lugares capaces de devolverle
a la joven ese lugar que ocupa la naturaleza humana.
En realidad, Biografía del hambre, la
última entrega de narradora belga más carismática de los últimos diez años,
propone un continuo desplazamiento sin referencia alguna a ese apetito absoluto
del que se hace gala en el título mismo. Y un libro con semejantes
características carecería de interés alguno sino fuera porque la
autora-protagonista expone en sus páginas el continuo deseo o la voracidad a
que se vio sometida durante sus años infantiles y de adolescencia, un apetito
convertido en glotonería porque nos descubre muchos de los registros de la
narradora Nothomb: una insaciable sed de existencia, un apetito de lecturas,
una profunda atracción lésbica, una dependencia del alcohol, incluso esa
necesidad de salud tras la experiencia birmana de dos años de anorexia. Una
suma de cambios que le hicieron vivir choques ante extrañas lenguas y culturas,
pero que le proporcionaron ese carácter fuerte capaz de discernir entre
actitudes políticas o vivenciales. Y así construye la narradora recuerdos y
experiencias de su infancia cuya originalidad radica en el mensaje mismo, su
vuelta a la infancia y al país donde nació para ajustar cuentas con su pasado,
para demostrarle al lector esa necesidad de escritura que la joven había
experimentado desde sus primeras novelas, Higiene del asesino (1996) o Las
Catilinarias (1997), ambas muy recomendables por la facilidad de un estilo
directo, caracterizadas por una prosa transparente y ágil, una escritura, en
suma, dotada de una sombrosa capacidad para crear personajes sin apenas
descripción, como ocurre en este libro, la historia de la inocente niña capaz
de demostrar que tras sus experiencias su vida no está sujeta a ley alguna y
que la purga ha terminado con esta declaración con que finiquita su infancia,
ensayada paralelamente en Metafísica de los tubos (2000) o Sabotaje amoroso
(2003). Al final de la novela o de la autobiografía la narradora se enfrenta de
nuevo a la visión de un Japón añorado porque su existencia se justificaba en la
niñera Nishio-san, con quien se reencuentra a su vuelta y esta, con el mismo
cariño de antes, con un ejemplar guiño final, le cuenta haber sobrevivido
milagrosamente al terremoto de Kobo, ocurrido el 17 de enero de 1995, y pese
haberlo perdido todo, se muestra feliz
por continuar con vida.
BIOGRAFÍA
DEL HAMBRE
Amélie
Nothomb
Anagrama, Barcelona,
2006; 206 págs
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