RAFAEL
DIESTE
(La
obra literaria)
El
escritor granadino Francisco Ayala escribe en Recuerdos y olvidos
(1982-1988) una memorable semblanza de su compañero en el exilio Rafael Dieste
con quien trabajó en el proyecto de Ediciones Nuevo Romance, junto, al también
exiliado, Rafael Alberti. Dice de él lo siguiente, «escritor de tan fina
sensibilidad como finas eran las maneras del hombre civil cuya cortesía y
delicada ponderación hacía contraste con la tónica desorbitada, gesticulante y
gritona de nuestras tertulias».
Rafael Dieste nació en Rianxo (La Coruña) en 1899 y falleció
en Santiago de Compostela, en 1981, y formó parte de ese nutrido grupo surgido
en torno a Hora de España que constituye, según el profesor
DaríoVillanueva, una de las unidades generacionales del 27 español y que en
Galicia se identificó como «generación
de 1925» y que, pese a su indiscutida autonomía, coincide en sus referentes
sociológicos, vitales y estéticos con la española del 27. Dieste siempre
mantuvo esa necesidad de un diálogo interior que conciliara sus contradicciones
y jerarquizara los valores de su obra, partiendo de una identificación de la
memoria y la conciencia. La revisión que Darío Villanueva propone en sus Obras
Literarias (2006) dentro de la serie, Colección Obra Fundamental, de la Fundación Santander
Central Hispano, en lo vital, intelectual y literario, invita a realizar una
nueva lectura, más ambiciosa y comprometida, de este autor olvidado y en los
diversos ángulos que lleva a cabo la
propuesta: teatro, poesía, ensayo y cuento.
Una de las cosas en las que se equivocó
todo el mundo, escribe Andrés Trapiello en Las armas y las letras (1994),
fue en que la guerra iba a ser corta. El gobierno republicano decidió trasladar
a los representantes del Estado a Valencia y entre otros muchos intelectuales
figuraban Solana, López Mezquita, Machado, Victorio Macho y Moreno Villa. En
Valencia no se oían cañones, ni bombas, las calles estaba concurridas, funcionaban
las tiendas y los cafés, los teatros y todo parecía obedecer a la normalidad.
Allí se publicó la revista Madrid, subtitulada, Cuadernos de la Casa de la Cultura, que desde el
punto de vista literario resultó aburrida. Más suerte tuvo Hora de España,
la más importante publicación de la guerra y una de las mejores del siglo
porque los intelectuales y los escritores de la República supieron
aprovechar la propaganda que dentro y fuera de España les iba a proporcionar la
inapreciable cantidad de poetas, filósofos, prosistas y pintores que
aparecieron en sus páginas. La revista fue concebida y dirigida por jóvenes
como Rafael Dieste, de quien había sido la idea, Ramón Gaya, Juan Gil-Albert y
Salvador Sánchez Barbudo. De la mano de José Moreno Villa fueron al despacho
del director de Propaganda para convencerle de la necesidad de crear una
revista que agrupara el mayor número de tendencias, estilos y escritores de la República. El primer
número está fechado en enero de 1937 y, durante el primer año, se publicó en
Valencia, pero en enero de 1938 se trasladará a Barcelona. Este mismo año Gaya,
Gil-Albert, Barbudo y Dieste fueron movilizados y volverían al frente de
batalla, de donde iban y venían para no desatender sus tareas intelectuales.
En el Rianxo adolescente de Rafael
encontrará el joven escritor extraordinarios mentores y compañeros
intelectuales: su propio hermano Eduardo, Alfonso Rodríguez Castelao, Rogelio
Pérez y el poeta vanguardista Manuel Antonio. Los años 1910 a 1930 estarán marcados
en Dieste por sus primeras entregas literarias y su formación autodidacta que
se verá enriquecida por las aportaciones de artistas y escritores como Vicente
Risco, Carlos Maside, Otero Espasandín, Valentín Paz Andrade, Bal y Gay o Luis
Seoane. Participará en revistas como Charamuscas escrita en lengua
gallega y tras el servicio militar en la guerra del Rif entre 1922 y 1923,
regresa a su tierra donde se incorporará al diario Galicia y poco
después a la redacción de El Pueblo Gallego. Su contribución, en
castellano y gallego, a este periódico, según señala Villanueva, es sumamente
reveladora de su actitud intelectual por la abundancia de artículos publicados
entre diciembre de 1925 y julio de 1927, recogidos poco antes de su muerte en
1981 en un volumen. En 1930 se traslada a vivir a Madrid y enseguida forma
parte de distintas tertulias donde conocerá a pintores, músicos y escritores y
sobre todo contará con el apoyo de su hermano Eduardo. El reto de las Misiones
Pedagógicas le llevará a encontrar un perfecto ambiente y acomodo entre
numerosas personalidades que trabajaban en el proyecto y, sobre todo, por esa
necesidad de comunicación del gallego y esa desinteresada búsqueda de favorecer
a los demás. Los nombres de Sánchez Barbudo, Ramón Gaya, Lorenzo Varela, Serrano-Plaja,
Otero Espandín, Fernández Mazas, Urbano Lugrís y María Zambrano acompañarán en
las Misiones a Cossío en su compromiso con el pueblo, esa nueva proyección del
nuevo Estado republicano: educación para todos, justicia social y también un
particular empeño por llevar lo lúdico y la diversión a los rincones, aldeas y
pueblos más perdidos de la geografía española. Durante la primavera de 1934, en
el marco de las Misiones, se produce el reencuentro entre Carmen Muñoz,
inspectora de Primera Enseñanza y Rafael Dieste y, de su relación amistosa,
pasaron meses más tarde al matrimonio y, como señala Villanueva, sería injusto
no destacar el papel de la esposa junto a Rafael durante los casi cincuenta
años de convivencia, con entregada voluntad y fe inquebrantable en los momentos
más difíciles de la guerra, el exilio y la posguerra y, aun más, su intensa
labor tras el fallecimiento de Rafael. Ella fue la que se hizo cargo de Nova
Galiza mientras su marido marchaba al frente de batalla. «La guerra,
posiblemente, supuso para un espíritu como el de Dieste (...) una crisis en su
idea de la conciencia de ser y de una cierta forma de abstracción del tiempo
histórico inmediato que acaso habría promovido en él la singular filosofía
de la literatura de su hermano Eduardo», escribe Villanueva refiriéndose a
ese gran proyecto que llevó a cabo y él concretó en Hora de España.
En febrero de
1939, tras la caída de Barcelona, Dieste toma, como tantos otros, la dolorosa
ruta del exilio, que le llevará con todo el comité de redacción de Hora de
España, salvo Altolaguirre, al campo de concentración de Saint-Cyprien y de
allí saldrá para reunirse con su esposa herida en el bombardeo de Figueres,
rumbo a Rotterdam para embarcarse allí a Montevideo y pasar posteriormente a
Buenos Aires en donde fijarán su residencia con breves escapadas a Cambridge y
Monterrey. En su exilio bonaerense escribirá el grueso de su obra.
En agosto de 1961, Carmen y Rafael
regresarán definitivamente a España, tras una visita anterior de ella en 1949.
Tentados a fijar su residencia en Madrid, sentirán mayor atracción por la Galicia natal del escritor
y entre Rianxo y A Coruña vivirán un feliz reencuentro con la cultura y la
literatura gallegas. Durante las décadas
de los 60 y 70 Rafael Dieste se ocupará de la reedición o revisión de su obra
en gallego, pronuncia numerosas conferencias por los pueblos y, en ocasiones,
se acompaña él mismo al piano. El éxito de crítica de la nueva edición de Historias
e invenciones de Félix Muriel en 1974, inicia el reconocimiento y el
rescate de la obra de Rafael Dieste, a lo que contribuirá, también, la
publicación de su Teatro en 1981, en dos volúmenes, además de los
ensayos reunidos en El alma y el espejo (1981) y las monografías
dedicadas al autor por Estelle Irizarry en 1979 y 1980.
La primera entrega narrativa de Rafael
Dieste data de 1926 y es, precisamente, un libro de narraciones gallegas que
tituló Dos arquivos do trasgo. Contos do monte e do mar (De los archivos del
trasgo. Cuentos del monte y del mar, traducido en 1989 por César Antonio Molina, compuesto
por un breve «Limiar» o prólogo aforístico y ocho relatos más. La versión
definitiva, publicada en 1973, reúne ya veinte relatos, algunos de ellos
escritos en los años 50 durante su estancia argentina. Las ideas de Dieste
sobre el cuento se basan en la noción de «unidad emotiva», dada cuando el
lector es capaz de enlazar con las imágenes sucesivas desarrolladas a lo largo
del discurso.
El realismo maravilloso de Rafael
Dieste, señala Villanueva, se mantiene en su segundo libro de cuentos Historias e invenciones de Félix Muriel publicado
en Buenos Aires en 1943. La acogida en el ambiente cultural bonaerense fue
excelente y numerosos medios hispanoamericanos se ocuparon del libro. No
ocurrió así en España donde se publicó 30 años más tarde, en 1974, con gran
elogio de crítica hasta, incluso, ser calificado como el mejor volumen de
cuentos de todo el siglo XX. Compuesto por nueve relatos de extensión variada,
desde casi una viñeta lírica, hasta un cuento, o hasta casi el concepto de
novela corta como ocurre con «El jardín de Plinio», «La peña y el pájaro» o «La
asegurada». Y una última creación breve que aparecería póstumamente, en 1985,
con el título de La isla, en realidad textos aún sin acabar, que ofrecen
una visión fragmentaria pero considerablemente valiosa, como estableció Carlos
Gurméndez en su prólogo a la edición póstuma.
El autor gallego se incorpora muy pronto
al mundo del teatro con una pieza en su lengua materna A fiestra valdeira.
Comedia de remate ledo en tres lances, o derradeiro cun respiro, en 1927,
reeditada posteriormente en Buenos Aires, en 1958, en versión definitiva.
Dieste había trabajado el teatro, sobre todo el de máscaras y el de guiñol,
durante su etapa en las Misiones Pedagógicas y había estrenado El dragón y
su paloma, obra perdida durante la guerra, y Duelo de máscaras
(1934), cuya versión definitiva se publica ahora en la edición de la Obra Fundamental,
junto a otra de sus obras más significativas, Viaje y fin de don Frontán.
Farsa trágica (1930). En ambos casos se goza de la mejor escritura en
gallego, del realismo mágico en la primera y una cierta proximidad
valleinclanesa e incluso cervantina en la segunda, aunque la obra de Dieste es
más intelectual y utiliza el recurso del teatro dentro del teatro, incluso la
denominada metaficción para crear con su guiñol en la misma obra un drama
paralelo al de don Frontán. Manuel Aznar Soler ha recordado el teatro de
Cervantes al hablar de Dieste y en ello insiste con otra de sus obras
principales, una comedia: La perdición de doña Luparia (1934).
La primera edición del único libro de
poesía conocido de Dieste data de 1933. Se titula Rojo farol amante y se
editó en Madrid, aunque existe una segunda edición definitiva en Buenos Aires
de 1940. Por el talante del libro no pertenece a ninguna de las escuelas
líricas, ni recuerda al grupo del 27, pero se trata de un poemario muy de la
época, con un fundamento de la poesía como concepto de esencia pura, con
profundas raíces en el surrealismo y la poesía tradicional.
En cuanto a su obra ensayística, muy
extensa y miscelánea, el volumen de la Fundación Santander
Central Hispano recoge La vieja piel del mundo (1936), una especie de
memoria de su aproximación al mundo del teatro en Europa en aquel momento,
fruto de su estancia en varias capitales como Bruselas, Amberes o París. Otro
ensayo más, El alma y el espejo (1948) recoge sus reflexiones sobre
literatura y lo que él mismo llama la «situación literaria». Se trata de un
epistolario con varios lectores para avanzar dialécticamente el hilo de toda la
argumentación, llamando así la atención a los posibles destinatarios,
como señala Darío Villanueva. Otros libros suyos son Nuevo tratado del
paralelismo (1955), Pequeña clave ortográfica (1956), Diálogo de
Manuel y David y otros ensayos (1965), ¿Qué es un axioma? (1967) o Testamento
geométrico (1975). La revista Anthropos le dedicó un homenaje en un
interesante número de 1991.
Junto a los nombres de Eduardo Blanco
Amor y Álvaro Cunqueiro, el de Rafael Dieste representa a esa memorable nómina
de escritores gallegos que supieron realizar en sus dos lenguas una de las más
sólidas trayectorias literarias del siglo XX, tanto en su Galicia natal como en
el resto de los países de lengua castellana.
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