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INSÓLITA
BABEL
Los rascacielos, catedrales del
presente, resumen los conocimientos y ambiciones de toda una época, así lo
manifiesta el joven arquitecto Balestri a su amigo Oskar Pollak, un experto en
arte, quien declaraba, a su vez, que aquellos edificios no eran sino una
colección de espacios vacíos. En realidad, este personaje, reconocible por su
amistad con Kafka, y cuya sombra se extenderá a lo largo de toda la novela,
bucea en las cosas desde esa perspectiva errática que las origina, con una
visión de carácter microscópico, escudriñando secretos, explorando escondites,
indagando en los recovecos de todas las cosas.
La historia del arquitecto Silvio
Balestri es la de un anhelo imposible: la construcción del mayor rascacielos
que diera una respuesta arquitectónica al mito de la torre de Babel. Es así
como La sexta lámpara (2008) se convierte en la novela más ambigua,
amarga y extraña de cuantas ha escrito hasta el momento Pablo de Santis (Buenos
Aires, 1963), autor de El calígrafo de Voltaire (2001) y El enigma de
París (2007), dueño del talante festivo y lúdico de la prosa de Borges y de
Bioy Casares, heredero de una tradición literaria que desacraliza lo policial o
la ciencia-ficción aunque apuesta por un artificio verbal especulativo,
aparentemente casual que impone la asociación, como bien se muestra en algunos
episodios de esta deslumbrante novela. Mientras miles de jóvenes mueren en los
campos de batalla en una devastada Europa de 1915, el joven arquitecto abandona
Roma, viaja a bordo del Aquitania rumbo a Nueva York, la ciudad de los
rascacielos y de sus sueños, para concebir el proyecto de su vida, el Zigurat,
el complejo que reúna en un solo ejemplo, todas las torres de la isla de
Manhattan, capaz de proyectar, según sus teorías, una arquitectura llena de
significados. Su talento se verá muy pronto recompensado, asciende en la
compañía que realiza todos los grandes edificios de Nueva York, pero se
enfrentará al Club de las Seis Lámparas, secta secreta que impone sus reglas y
criterios sobre estas construcciones. Moran, Morley y, sobre
todo, Mactran, se unirán al proyecto, aunque tanto el arquitecto como
los socios descubrirán que, cada vez que planean su ejecución, surge una complicación
que modifica planos, rechaza lugares para su ejecución o se vislumbran
problemas económicos. Una suerte de conspiración atenaza esta historia de
ficción arquitectónica porque su realidad física va más allá de las leyes
elementales del arte de construir. Balestri triunfará, a lo largo de los años,
en aspectos teóricos porque, entre otras cosas, ha conocido a Caylus, dueño de
un museo donde se exhiben todas las maquetas de construcciones fracasadas, y
quien remitirá los escritos de su protegido a revistas especializadas y
mantendrá correspondencia con colegas del mundo que pronto harán circular sus
teorías por la vieja Europa. Paralelamente, su vida personal se mueve por las
mismas premisas que sus teorías: la joven Greta Zolla que había conocido durante
la travesía, Ana, su amante, y posteriormente Vera, las tres mujeres de su
vida, parecen haber perdido la significación de su existencia en medio de una
ciudad impersonal. Aún así, Balestri se propone levantar su Zigurat con la
dignidad que debe irradiar un edificio, con la capacidad racional de envejecer
con el paso de los años.
La novela, construida cual un edificio
en 100 capítulos breves, está ambientada en los albores del XX, evidencia la
gran crisis y el significado de la arquitectura en el contexto del nazismo, y
su significado tras la
Segunda Guerra Mundial. En realidad, en La sexta lámpara,
toda la historia, incluidos sus personajes, parecen nacer de una quimera,
siguiendo esa condición kafkiana que afirmaba que todo libro debería ser un
auténtico sueño.
La
sexta lámpara; Pablo de Santis; Destino, 2008; 283 págs.
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