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UN
LARGO ADIÓS
En el concepto de la historia literaria
universal más práctica, lo literario y lo artístico del siglo XX, se despacha
en dos pensamientos: el reino el modernismo y, a su debido tiempo, el
postmodernismo. Este es un planteamiento que confunde y nos lleva a una
sostenida realidad, con posibilidades filosóficas que propugnaron abundantes
secuelas en una ficción moderna y consciente, que obligaba al escritor a
atender las realidades de poder o fuerza política, a las presiones mediáticas,
a la indignación, en suma, a estar en estrecho contacto con la vida. Ese clima
de realismo recuperado, tras la
Gran Guerra, causó impacto en Estados Unidos y derivó en una
generación de escritores que crecería en número y calidad.: Scott Fitzgerald,
West, Anderson o Stein, a quienes siguieron Hemingway, Faulkner, Dos Passos y
Steinbeck. El impacto de una tradición europea estará presente en las obras de
algunos autores señalados, y recorre buena parte de la narrativa de Wallace
Stegner (1909-1993), renombrado autor norteamericano, profesor de escritura
creativa, colaborador con distintos Parques Naturales, novelista, autor de
relatos y ensayos biográficos e históricos sobre la realidad del Oeste, un
espacio de saludable tradición en la literatura norteamericana con especial
atención a la naturaleza, que entroncaría con los clásicos, Thoreau, Waldo
Emerson, Cooper o Twain. Stegner reseña, explora y reinventa, con el mismo
lirismo esgrimido por Cheever con respecto a lo urbanos, los espacios salvajes
del Far West, y fabula con sutileza las relaciones de pareja, la vejación
producida en el trato tras el paso de los años, aunque sus personajes
sobresalen por el valor que les otorga el narrador, una característica densa en
matices que configura el carácter tanto de las mujeres y de los hombres que
protagonizan sus historias.
Dos novelas habían aparecido
hasta el momento traducidas, Ángulo de reposo (1972) y En lugar
seguro (1987), no necesariamente publicadas en este orden. En la primera,
Lyman Ward, un historiador, docente, inválido y divorciado, casi olvidado por
su familia, decide matar el tiempo que le queda investigando la historia de sus
abuelos, y para ello vuelve a rememorar la California de un Oeste
salvaje y lejano. En la segunda, el matrimonio Morgan es convocado por otra
pareja amiga, los Lang, a Vermont, para despedirse de Charity, enferma en fase
terminal. Entonces será cuando Larry Morgan, famoso escritor, evoque una sólida
amistad de juventud nacida en la década de los treinta. El pájaro espectador
(1976), última entrega, cuenta la madurez de un agente literario jubilado, Joe
Allston, retirado con su mujer Ruth en California, un cómodo lugar donde se
siente un privilegiado espectador a la espera del final de su vida. Sin
antepasados ni descendientes, la llegada de una postal de una vieja amiga desde
Dinamarca, de Bregninge, le lleva a buscar y releer los diarios que escribió
veinte años atrás, cuando viajó al país nórdico en busca de sus orígenes
familiares. Los tres cuadernos, fechados en 1954, narran los cuatro meses
compartidos con la condesa Astrid W. K., su excéntrico hermano Eigil Rødding, y
su esposa Manon, aunque será la dama quien les mostrará los mejores ambientes
del país nórdico, recorrido que incluye una visita a Karen Blixen, retirada
tras su estancia en África. La lectura de estos diarios se alterna con el hilo
argumental de la existencia de los Allston, incluidos los cercanos Ben y Edith
o Tom Patterson, el recuerdo de su hijo Curtis, o la visita de un afamado y
conocido, en otro tiempo gran escritor, Cesare Celli. Adorna el relato esa
eterna pregunta acerca de la propia autoestima y, por extensión, la de sus
personajes. Sobresale, como en anteriores entregas, esa voluntad del escritor
por retratar una variada multiplicidad de sensaciones y sentimientos que se
dulcifican en la placidez de una madurez.
El pájaro espectador,
ahonda, con magistral acierto, en las debilidades humanas, Stegner recala en
sus virtudes y defectos, disecciona con la maestría del cirujano a sus
personajes y, en ocasiones, ese análisis resulta incoherentemente espléndido,
al mismo tiempo que muestra la soledad, sentimiento, indudablemente,
dignificado con la fuerza de su prosa.
Wallace
Stegner, El pájaro espectador; Barcelona, Libros del Asteroide, 2010;
308 págs.
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