S
Secretos
“Nadie guarda mejor un secreto que
el que lo ignora”.
George Farquhar
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El malestar en la
literatura
¿Qué tal la mala
puta?
Réquiem por la
literatura española
Miguel Dalmau y Román Piña escriben un breve,
estridente, tendencioso, crudo y apasionado alegato sobre el mal que aqueja a
la literatura, y más concretamente a las circunstancias que rodean al mundo
literario, especialmente desde la perspectiva de los últimos años; mejor aun, en
las 257 páginas en que se concreta, La
mala puta. Réquiem por la literatura española (2014), se recrimina el mal
ejercicio de buena parte de la industria literaria sin dejar de lado ninguno de
los aspectos que tienen que ver con el complejo mundo del libro y sus
derivaciones: editores, librerías, agencias, críticos, la suma que, como señala
Dalmau, se convierte la “autopsia de toda una dama en apuros”, y con una
crudeza que, desde su experiencia personal, ofrece un sinfín de ejemplos de
corporativismo, amiguismo, corrupción, una crítica vendida y poco edificante,
editores incapaces e incultos; en realidad, un complejo entramado en torno al
mundo del papel y la constatación de que, efectivamente, la literatura española
estaría a estas altura muerta o agonizante.
Autopsia a una
dama en apuros
Es verdad que, Dalmau, equipara los males de la
literatura española a los de cualquier otro aspecto de la realidad cultural
española, léase el resto de artes y espectáculos, y habría que señalar que su
parte está centrada en sus vivencias personales, y resulta más virulenta y, por
consiguiente, más discutible pese a sus logros pasados en espléndidas biografías
de los Goytisolo y Gil de Biedma.
Desde el punto de vista de la crítica, no todos
somos “Ignacio Echeverría”, o “Miguel
García Posada”, o incluso el omnipresente, “Rafael Conte” y
no todos nos debemos a una empresa editorial o quien dictamine qué y cómo
debemos comentar un libro; otros, quizá desde provincias, cuantificamos y ejercemos
una crítica honesta y libre de presiones mediáticas que solo pretende servir de
vaso comunicante entre autor/ libro y libro/ lector sin que por ello haya que
justificar que provenga de tal o cual gran empresa editora; es más, nos
sentimos y nos mostramos en plena y absoluta libertad de nuestros actos a la hora
de plasmar un juicio más o menos crítico sobre el libro leído, y nunca dudamos
sobre aquel que no interesa, por su historia, estructura, estilo o cualquier
aspecto que debamos pedirle a la buena literatura, provenga de donde provenga, y
así queda relegado a la mesa de novedades y bestsellers
donde, sin duda, encontrará su lector sin necesidad de una ayuda externa, o la
recomendación de alguien que con algo de juicio interprete y lea esas páginas.
La trituradora de
ilusiones
La parte de Román Piña es bastante menos extensa y cruda
que la de Miguel Dalmau, y no por ella resulta menos interesante. Piña apuesta
por una literatura no profesionalizada, y aboga por una amateur, por eso pone
de manifiesto la “insaciabilidad de los autores”, y señala el caso de Ruiz
Zafón y su relación con Planeta, y aun señala ejemplos de escritores que a lo
largo de unos años consiguieron una determinada repercusión y, algo después, han
sido vapuleados y olvidados, pasados a un segundo plano por la misma industria
editorial que entonces los aupó. Y aun se pregunta cuántos autores españoles en
la actualidad piensan en vivir de lo que escriben; y, como es bien, sabido, excepto
algunos casos especiales que responden a ciertas dinámicas editoriales o, mejor
aun, a oscuras influencias que, dudosamente, pueden considerarse que escriben
buena literatura, casos de Juan Manuel de Prada o Espido Freire, ambos jóvenes
con el Planeta a sus espaldas, concretamente con 27 y 25 años respectivamente.
Sustancioso
el capítulo 6. Generaciones como chorizos,
y en los siguientes recuerda a toda una legión de escritores perdidos y
olvidados por la industria editorial, el caso más sonoro: Pedro Maestre que
sigue “matando dinosaurios con tirachinas”. O casos sangrantes como Pablo
González Cuesta (1968) que entre 1996 y 1998 se situó en el panorama narrativo
con una prometedora carrera y premios importantes como el Prensa Canaria o el March
Cencillo, e incluso novelas en editoriales como Alba y Planeta y quien en los
últimos años había desaparecido y en estos días reencuentro como Pablo Gonz,
retirado en un voluntario exilio en Chile, desde la ventana de Facebook.
El libro
Un
libro como La mala puta. Réquiem por la
literatura española no deja de tener su espacio en el convulso panorama
editorial/ libresco/mercantilista/ y literario porque pone el dedo en la llaga
en algunas cuestiones que habría que replantear, y otros más personales,
obedecen a ese “cabreo” mutuo de Dalmau/Piña que arrojan sus dardos y no se
esconden; otra cosa será si, un libro así, encuentra eco en la prensa cultural
de nuestros días. Y el libro, la verdad bien merece una oportunidad para
quienes recordamos nombres y más nombres de este convulso panorama literario
que, en ningún momento, pese a la opinión que Hemingway vertiera a Carlos Barral
en un lejano verano de 1959, cuando el norteamericano afirmaba, ¿Qué tal la
mala puta?
Miguel Dalmau/ Román Piña Valls; La mala puta.
Réquiem por la literatura española; Palma de Mallorca, Sloper, 2014.
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