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jueves, 30 de abril de 2015

Los olvidados



CELA, YA PARA SIEMPRE
   Camilo José Cela ha sido la figura más incuestionable de las letras españolas del pasado siglo XX. Escritor prolífico: novela, cuentos, fábulas, memorias, poesía, teatro, libros de viajes, artículos, lexicografías y adaptaciones de obras y traducciones, completan su legado. Trece años después de su desaparición, el 17 de enero, 2002, froma parte de alguno de esos olvidados. 


La muerte siempre nos sorprende, la muerte de un escritor lo convierte, indiscutiblemente, en un ser inmortal. La historia de la literatura española está plagada de nombres inmortales, de quienes han traspasado la barrera de lo esencialmente físico para, a través, de su obra  convertirse en clásicos sobre los que uno siempre se vuelve. La historia de la literatura es ingrata y a veces olvida e ignora a sus más genuinos representantes. La muerte de Camilo José Cela (1916-2002) no ha sido una muerte anunciada porque desde hace ya algunos años se había convertido es un escritor inmortal. Ahora su adiós no es nada más que la constatación de que su obra ya pertenece a la Historia de la Literatura, con mayúscula, otra cosa es su vida y lo que se cuenta de ella, su discutida biografía, sus polémicas declaraciones y actuaciones en prensa y en televisión, sus improvisadas actuaciones y manifestaciones en contra de esto o aquello. El premio Príncipe de Asturias en 1987, la concesión del Nobel en 1989 y, definitivamente, el Cervantes en 1995, lo consagraron como el escritor español vivo más representativo del siglo XX. Su narrativa ha cubierto ampliamente el panorama novelístico de los últimos sesenta años, sobre todo tras la guerra civil y el panorama desolador de  las décadas del 40 y del 50. Cela se ha convertido con el paso de los años en la autoafirmación de la literatura en su sentido más literal. Sesenta años de ejercicio avalan toda una vida dedicada al noble arte de hilvanar las letras. Por eso no ha sido extraño que en los escaparates de las librerías casi siempre haya aparecido algún que otro libro del novelista gallego, ya fuera reedición o novedad. Desde siempre se ha ocupado de fabricar una identidad, característica propia del autor que desde siempre ha tratado de fundir los términos de literatura y vida en un sólo concepto que desembocaría, con el paso de los años, en un costumbrismo tan variado y rico, característico de la producción celiana.


Biografía

Nacido en Iria Flavia, Padrón, A Coruña, el 11 de mayo de 1916, no consiguió terminar ninguna de las tres carreras universitarias que emprendió: Derecho, Medicina y Filosofía y Letras. Fue torero, soldado, poeta, periodista, funcionario, viajero incansable, pero sobre todo consiguió dedicarse a su vocación que había nacido con un libro de poemas bajo el brazo y que en 1936 publicó. Se tituló Pisando la dudosa luz del día, libro al que nadie hizo caso, hasta que una vez terminada la guerra se dedicara a la narrativa y en 1942 irrumpiera con un libro que hasta hoy le ha deparado toda clase de suerte y de fortuna: La familia de Pascual Duarte que, junto a Nada (1945) de Carmen Laforet, inauguraban una nueva etapa en la novela española. Desde entonces se dedica a escribir y a viajar, durante el verano del 46 recorre La Alcarria, experiencia que más tarde publicará en forma de libro: Viaje a La Alcarria y El cancionero de la Alcarria, 1948. Mientras tanto prepara su versión definitiva de La Colmena que aparecerá, definitivamente, en 1951 en Buenos Aires. La censura española prohíbe la novela y es expulsado de la Asociación de la Prensa. Viaja por Chile y Argentina y medita sobre la posibilidad de permanecer en este último país donde su obra es bien acogida. En 1953 publica un obra que no deja de sorprender por el lirismo de sus páginas, Mrs. Caldwell habla con su hijo. Viaja de nuevo por América y en Caracas, ciudad en la que realiza una amplia visita, y donde se le propone escribir una novela de tema venezolano. A su vuelta a España fija su residencia en Palma de Mallorca en 1954, y en 1955 aparece La Catira. Un año después comienza a publicar Papeles de Son Armadans la revista independiente que acogerá a los principales autores del país y del exilio, poetas y novelistas, pintores e ilustradores, filósofos y  pensadores en libertad, hasta que en 1979 dejaría de publicarse, tras veintitrés años al servicio de la cultura española. El 26 de mayo ingresa en la Real Academia Española con un discurso sobre la obra literaria del pintor Solana. En la década de los 60 su actividad se multiplica con nuevas publicaciones: libros de cuentos, ensayos y memorias. Nuevas entregas de viajes: Viaje al Pirineo de Lérida (1965), Madrid (1965), Vagabundo por Castilla (1965) y Páginas de geografía errabunda (1965), nuevos viajes por estados Unidos que darán fruto a Viaje a U.S.A. (1967). Entre 1968 y 1971 publica su Diccionario Secreto y algunas de sus obras fundamentales, San Camilo, 1936 (1969), Oficio de tinieblas,5 (1973), Mazurca para dos muertos (1983).
Durante los días 5 al 14 de junio de 1985, Cela se embarca en un Nuevo viaje a la Alcarria (1986), ahora en un lujoso Rolls-Royce. Este nuevo viaje es también un libro lírico, profundamente emotivo, de una sencillez impresionante que cala, como el otro, en el corazón, de prosa sencilla en apariencia, anotada en el camino, transcrito en el orden en que se realizó el viaje. Publica Cristo versus Arizona 1988 y año más tarde, tras la concesión del Nobel, su suceden los homenajes a su persona y a su obra. La cruz de san Andrés en 1994 le otorgó el Premio Planeta y en 1999 publicó su novela sobre la Galicia marinera titulada Madera de boj.


De La familia de Pascual Duarte a La Colmena
Hoy sesenta años más tarde de la publicación de La familia de Pascual Duarte sería justo separar los valores ocasionales que la novela pudo contener en la época, de esos otros  transitorios que pudieran verse como más auténticos y duraderos. Fue muy importante el hecho  de que la novela arrancase de una acción bronca, repleta de violencia y desgarro, empleando un lenguaje crudo que sonó entonces como ensordecedor porque hablaba de unas realidades que no se podían decir por su nombre. La crítica acuñó muy pronto el término de «tremendismo», para calificar a esta novela, un hecho que tuvo admiradores y detractores que muy pronto se dieron cuenta de que Cela tan sólo había reinventado el término que ya había aparecido en la literatura española en la década de entreguerras. En la novela se muestra esa rara habilidad del autor para describir la realidad humana, la escenografía violenta de una sociedad que ha perseguido a buena parte de su obra. Sus siguientes obras serán, Pabellón de reposo (1943), donde se describe la tremenda aventura de morirse, Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944), donde se resucita la actualidad de un género, hasta llegar a La Colmena (1951). Cela llega a la plenitud de su narrativa, con una obra sinfónica, sin protagonistas ni personajes destacados, pues todos forman un conjunto. En la novela se pretende reflejar el panorama de la vida española concretada en el Madrid de los primeros años de posguerra y por este motivo, contiene una ambición ciertamente desmesurada. La Colmena sabe a poco una vez leída porque ninguno de sus personajes tiene entidad como para que los lectores podamos intimar con él: son bocetos, siluetas sugerentes que se cargan de vida a medida que avanzamos en sus páginas, algo que el autor manifiestamente no se propuso desarrollar puesto que, como si de una auténtica colmena se tratara, el autor muestra el esquema. En realidad, estos personajes aparecen y desaparecen a gusto del autor y tan sólo se vislumbra unidad en la novela por el ambiente en el que se mueven, esto es, por la miseria.

De San Camilo, 1936 a Oficio de tinieblas, 5
Cuando aparece San Camilo, 1936, en 1969, esta obra singular, la crítica ya había hablado del costumbrismo de Cela e, incluso del fragmentarismo de algunas obras publicadas en  la misma década, Gavilla de fábulas sin amor (1962), Toreo de salón (1963), Once cuentos de fútbol (1963), Izas, rabizas y colipoterras (1964), pero sobre todo en esta novela el escritor se enfrenta al joven que celebra su onomástica precisamente la víspera de 1936 y, en realidad, está haciendo el relato de toda una generación en beneficio de otras muchas posteriores. En 1973 apareció Oficio de tinieblas, 5, en realidad, una obra compuesta de 1194 párrafos sin punto alguno, de diverso contenido y estructura. En realidad, Cela retrata la muerte, una muerte domesticada que se adentra en el ánimo de las personas con toda naturalidad y que lleva a pensar en ésta como si de espectáculo de autocomplacencia se tratara. Es, por consiguiente, una visión escatológica en el sentido cristiano del término y también a ese otro sentido de la ultratumba, conceptos lo suficientemente ensayados como para poder ofrecer una resignación total. «Una purga del corazón», como señaló el propio Cela ante ese juicio final por cuyo tribunal pasan todas las miserias de este mundo.   

    
De Mazurca para dos muertos a Madera de boj    
Después de una década de silencio narrativo, Mazurca para dos muertos (1983) reavivó el panorama literario en torno a la figura del escritor gallego, sobre todo porque con esta nueva novela la lengua castellano-galaica alcanza las cotas más altas del idioma español. De nuevo Cela salpica su obra de barbarie, violencia física, sexualidad y muerte. El escenario el medio rural, concretado en los límites de las provincias de Orense, Pontevedra y Lugo con frecuentes incursiones en A Coruña y como telón de fondo, de nuevo, la violencia que recuerda a su primera obra La familia de Pascual Duarte. Sobresale en Mazurca el virtuosismo léxico y sintáctico, una mezcla que se acopla perfectamente para dar el tono a una narración que precisa impulsos significativos y brillantes. A lo largo de sus páginas desfilan muchos de los fantasmas familiares de muchos de los españoles del pasado, quizá porque en realidad el escritor retrata la envidia, la rivalidad, la mezquindad que se convierte en el odio que termina por destruir la especie humana. Tal vez Cristo versus Arizona (1988) sea una novela de más difícil clasificación que las anteriores, indudablemente porque el espacio elegido por el escritor, el hecho histórico del duelo en el OK Corral, concretado, además, en los años 1880 y 1920, cuarenta años en la vida del lejano Oeste americano con alusiones que no nos son familiares. La cruz de San Andrés, obtenía en 1994 el Premio Planeta y se concreta en la historia del suicidio colectivo de toda una secta. Y finalmente, la esperada Madera de boj en 1999, en realidad, el testamento literario del autor desaparecido y que, de alguna manera, cierra su trilogía de Galicia. Sacristanes, hombres lobo, alucinados, pescadores de sardinas y cazadores de ballenas, sordomudos, suicidas, curanderas, fornicadores, sirenas, vírgenes... toda una galería de vidas y de andanzas que se desenvuelven en un ir y venir por los territorios de lo que se conoce como el fin del mundo, es decir, el Finis Terrae, que se localiza en la Costa de la Muerte gallega, un lugar que da fe por los numerosos naufragios ocurridos durante los últimos cien años.




Adiós al gallego y su cuadrilla
Tal vez nadie como Camilo José Cela supo instalarse entre las páginas de sus libros como el mejor de los personajes, nadie supo desde un aspecto tan carpetovetónico ingresar en la Academia, ajustar la lengua desde su escaño de Senador por designación Real, salpicar nuestro idioma de diversas enciclopedias y contribuir a la expansión de nuestra lengua por todo el mundo. Cela deja esa estela que dejan los grandes hombres cuando lo son y ahora, que ha dejado de ocasionar no pocas polémicas, la crítica, los estudiosos de la literatura, los lectores, en definitiva, nos corresponde calibrar su amplio legado literario. Todos los nombres de la narrativa contemporánea están vinculados, de alguna manera, a la obra de este gallego universal cuya provocación y genialidad queda patente. A Cela se le ha admirado tanto por su carácter como por su literatura; se lee a Cela o se le rechaza y se hace, frecuentemente, por sentimientos, encontrados o no, más que por razonamientos, sean estos verdaderos o falsos. 



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