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viernes, 10 de abril de 2015

Hoy invito a...

Miguel A. Zapata



Florilegio*
             La anciana riega sus macetas, que adornan orgullosas el alfeizar de la ventana de su dormitorio. En cada tiesto un pene, una polla que ella alimenta una vez al día con el mimo húmedo de su regadera y el beso tierno de sus labios de pergamino. Al recibir la caricia del agua, los penes, las pollas reviven desde su languidez, se alzan enhiestas sobre la tierra mojada. En primavera, una feliz lluvia de semen salpica a los viandantes desde las alturas llenas de tiestos.
             Mira la vieja sus macetas después de regarlas. Las mira y las cuenta con aprensión, una vez y otra, durante el resto de la tarde. Así escrutan los viejos sus cosas inocentes, las destinadas a rendirse antes que ellos, las que quizá les pertenezcan sólo como un recuerdo lejano, algo que nunca fue suyo.

Ansia del Índico
             He conocido al rey de Madagascar. He sabido de su célebre colección de clavos, agujas y punzones. Y que tiene a bien, por cada batalla perdida, perforar sus carnes nocturnas con una de tan hirientes joyas.
             Al declinar la jornada sobre el litoral de Mahanoro, se ha librado el último combate, sellando hoy sus oficiales la victoria final de la isla.
             Se lamenta ahora el rey, tiemblan sus ojos de agua al repasar los restos incólumes de su colección de torturas, martirios aún vírgenes de sangre real.
             Y ordena el monarca con brío, decidido, declaraciones nuevas de guerra ante enemigos superiores. Rivales que se dicen imbatibles. Ocasiones inéditas para marcar, con el sesgo de las últimas heridas, cada triunfo del adversario sobre su cuerpo, su piel, su dermis en monárquico martirio contra las perforaciones de los postreros punzones, de la aguja final, colección acabada.

Nocturno de niños y hormigas
             Las hormigas se afanan con su presa. Centenares de ínfimos seres hercúleos hacen de la paciencia y el encono una virtud mecánica: ya sólo resta introducir en el hormiguero la última parte, con el resto del botín a buen recaudo bajo tierra.
             Al llegar la noche, los padres y la policía siguen buscando a la niña en el camping. El hermano pequeño, que busca también, atisba en la penumbra un hormiguero silente. Aplastan sus piececitos un par de hormigas despistadas e indefensas que pretendían alcanzar el orificio de entrada a su hogar en las profundidades.
             A ras de suelo, encienden la tiniebla miles de diminutos brillos estáticos. El hermano pequeño imita el quejido tenue, fraterno y extrañamente familiar que parece lanzarle la tierra, que sólo él pudiera advertir, divirtiéndose al ver sus pies orlados de minúsculas luminiscencias, como ojos que le mirasen.
             Alza su pie dispuesto a una nueva devastación y ríe como sólo saben reír los inocentes.     

* Una excelente muestra del buen quehacer de este singular granadino.
Miguel A. Zapata nació en Granada en 1974. Desde 2002 desarrolla su labor literaria y docente en Madrid. Autor de los volúmenes de cuentos Ternuras interrumpidas. Fabulario casi naif (2003) y Esquina inferior del cuadro (Finalista del Premio Setenil, 2012) y los libros de microrrelatos Baúl de prodigios (2007) y Revelaciones y Magias (2009). Ha recibido numerosos premios de narrativa breve, e incluido en algunas de las más relevantes antologías y compilaciones del género: Cuento español actual 1992-2012 (Cátedra, 2014), Antología del microrrelato español 1906-2011 (Cátedra, 2012), Mar de pirañas. Los nuevos nombres del microrrelato español (Menoscuarto, 2012), entre otros.
       

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