ALEJANDRA
PIZARNIK, PROSA COMPLETA
Alejandra Pizarnik murió en 1972, a la edad de treinta
y seis años, de una sobredosis de somníferos. Lo que había intentado hacer en
tres ocasiones anteriores se materializó el 25 de septiembre. Durante mucho
tiempo su obra se convirtió en una reliquia porque su Poesía, llegó a
escribirse con mayúscula. Hoy está considerada como una de las figuras más
relevantes de la poesía hispanoamericana del siglo XX y a la publicación de La
extracción de la piedra de la locura y otros poemas (1992), en España, ha
seguido, la edición de su Poesía completa (Lumen, 2000) y, en estos
días, la de su Prosa completa (2002),
en esa búsqueda que ella misma calificaba como el de una «escritura densa y
llena de peligros a causa de su diafanidad excesiva». Había empezado a publicar
muy joven y en 1955 apareció, La tierra más ajena, un libro que
sorprendió por el culto que la autora dispensaba a la palabra; siguieron La
última inocencia (1956), Las aventuras perdidas (1958), Árbol de
Diana (1962), Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la
piedra de locura (1968) y El infierno musical (1971). Hubo una época
en que ella vivió como una poetisa romántica y dramática, envuelta en el
misterio inexplicable de la vida.
Alejandra Pizarnik había nacido en Buenos
Aires, el 29 de Abril de 1936, en una familia de inmigrantes de Europa
Oriental. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de la
capital argentina, y más tarde pintura con Juan Batlle Planas. Entre 1960 y
1964 vivió en París donde llegó a trabajar para la revista «Cuadernos» y
colaboró en algunas editoriales francesas. Publicó poemas y críticas en
diversos diarios y tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé e Yves
Bonnefoy. En la Soborna
se especializó en Historia de la
Religión y Literatura Francesa. En 1969 consiguió una beca
Guggenheim y en 1971, una Fullbright. Aprovechó la ausencia de un fin de semana
de la clínica donde estaba internada para poner fin a sus días con una
sobredosis de seconal. Quizá por todo esto, la melancolía, la soledad y el
aislamiento, son los elementos de los que se compone, tanto su poesía como su
prosa, pero por otra parte ponen de manifiesto—como señala Ana Nuño— en el
prólogo a la Prosa
completa, rasgos que admiten ser interpretados como la prueba que pudieron
llevar a su autora al suicidio e incluso antes a la locura.
La presente edición recoge, por primera
vez, la obra dispersa en prosa de la autora argentina, ofrece una ordenación
cronológica, rescata textos, sobre todo de crítica literaria que estaban
dispersos por revistas literarias de difícil acceso y da a leer el conjunto de
una obra, breve, pero con la intensidad que antes apuntábamos: relatos, treinta
y uno en total, humor, en realidad algunos bocetos, teatro, una pieza titulada,
Los perturbados entre lilas, artículos y ensayos, sobre Cortázar,
Michaux, Molinari, Breton, Borges y Bioy Casares y algunos más referidos a
cuestiones de literatura y finalmente, prólogos y reportajes, algunos fechados
en París y Buenos Aires. Se incluye una entrevista que Martha Isabel Moia
recogía en la edición española de El deseo de la palabra (1972) y que
ofrece algunas claves sobre su vida y su obra. La prosa de Pizarnik resulta
interesante porque, en sus relatos, por ejemplo, se muestran algunos de los
motivos de su lírica, léase, la seducción por lo imposible, la tentación de un
silencio, la escritura considerada como si de un acto ceremonial se tratara, un
hecho que incluye temas recurrentes para ella, una y otra vez, como la vida, la
muerte, la libertad, el pasado, deteniéndose en la infancia, y los espejismos
que esta proyecta sobre nosotros. Buena parte de sus ensayos se inscriben en la
tradición lírica literaria francesa que recurren a los nombres de Michaux,
Bataille, Lautréamont. Otra faceta importante que puede verse en la brevedad de
estos textos es el humorismo de sus prosas y el tratamiento que de este hace,
sobre todo porque en muchos de ellos puede rastrearse la figura del autor de Alicia
en el país de la maravillas, porque incluye la jocosidad del inglés y el
desenfado con este trataba sus temas. La autora del prólogo señala, por otra
parte, la muestra de cronopios que unen la obra de Cortázar con la de
Pizarnik, maestros indiscutibles de toda una tradición literaria.
PROSA COMPLETA
Alejandra
Pizarnik
Barcelona, Lumen,
2002
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