… me
gusta
F de FERRATER
¿Qué impulsa a un narrador como Justo
Navarro (Granada, 1953) a escribir sobre un personaje como Gabriel Ferrater?
Indiscutiblemente el atractivo de una singular biografía, es decir, la memoria de ese poeta, traductor de
Hammett, crítico literario y hombre culto que un buen día prometió poner fin a
su vida antes de cumplir los 50 años. Semejante osadía sirve al novelista
granadino para realizar una semblanza cuya prosa se diluye entre lo narrativo y
lo ensayístico, principal acierto, entre otros, de esta monografía. Para F. (2003) Justo Navarro ha
dispuesto de una amplia selección de textos y de datos que le hubieran
permitido realizar una modesta biografía al uso, pero la exclusión, la
selección y sobre todo el tratamiento narrativo dados consiguen que el lector
sea capaz de ver en el personaje una ficción que se asemeja a la realidad vivida
por el verdadero protagonista. Quizá por esto, el lector considerará que el
personaje creado tiene mucho que ver con el ser de una existencia real aunque
la facilidad con que el narrador ha dispuesto su historia nos permite comparar
sin esa necesidad de dependencia que se le supone al relato.
Justo Navarro ha gozado de la
libertad que le permite la literatura para esbozar una serie de calas en la vida de un personaje
que vive su propia existencia con los vaivenes que la memoria le permiten. Así
asistimos desde las primeras páginas a la declaración de intenciones de una
historia de ficción que comienza tan literariamente como acaba «Hubo una vez
un hombre que a los treinta y cinco años prometió no vivir más de cincuenta»
Y esas informaciones proporcionadas a lo largo del relato, los datos, la
imagen, tanto de hombre culto como de amante que nos proporciona la historia,
se rematan con ese sentido de intemporalidad «alcanzado a un mes de cumplir
cincuenta años. Y así, veinte días antes de los cincuenta, cumplió lo que
prometió una vez...». La ficción logra mezclarse con la realidad en
semejante simbiosis que proporcionan al mismo tiempo el enigma de toda una
existencia y la validez que se le supone a la literatura, es decir, como ese
lugar donde personajes y lugares imaginarios tienen la facultad de convertirse
en verdaderos. Sólo así la ficción se sustenta por sí misma y por aquellas
preguntas que como lectores nunca acabamos de contestarnos.
Justo
Navarro
Anagrama,
Barcelona, 2003
No hay comentarios:
Publicar un comentario